17 de junio de 2013

LITROS DE ALCOHOL CORREN POR MIS VENAS, MUJER


Bueno, antes de empezar a soltaros mi rollo semanal de cada lunes, os diré que me he hecho una página de Facebook para ver si hay alguien que se lea estas entradas que escribo, que oye, aquí una tiene su puntito de vanidad, y me gustaría que las visitas al blog subieran semana tras semana. Que no se sepa quién soy yo, que nadie me hable del blog, pero que me lea alguien ¡Por favor! Total, que es esta de aquí, y de momento… tampoco he cosechado muchos “Me gusta”, una caca.

Esto de hacerse blogger de prestigio es ostensiblemente más complicado de lo que pensaba en un primer momento. Fíjate que estoy planteándome hasta ponerme a posar con las prendas “tendencia” de este verano y hacerme Egoblogger para ver si rasco alguna visitilla más, aunque sólo sea por la pena que puede dar esa estampa.
 

Ya se sabe que los caminos de los fenómenos virales son inescrutables. Pero bueno, me voy a mantener en mi postura de hacerme la graciosa detrás de la foto de una bailarina, y al lío.

Antes de empezar, os voy a contar una cosita, porque si no os lo cuento reviento. El sábado a la noche salimos a probar los diferentes tipos de vodka de garrafón que venden como si fuesen todos ellos vodka Absolut. Entre muchas situaciones inverosímiles que se dieron os tengo que contar dos:

La primera, y la más importante. ¡Me echaron 22 años! ¡A mí! 22 dulces y tiernos años de nada. ¿Cómo os quedáis? Porque yo llevo encantada de la vida desde entonces, y nadie me quita la ilusión. Ni los que me dicen “Te hubiera echado 15, tal y como iba de doblado” o los que me dicen “Pero si estabas al fondo de la discoteca, que no hay ni media luz, ¡no se te ve!” o los que me dicen “Ese lo que quería era comerte la boca, tonta, que eres tonta”. Nada, yo oídos sordos a esos comentarios hechos con mala baba. ¡22 años! ¡Chúpate esa! Casi me salgo de la discoteca para entrar al nuevo Facebook y ponerlo, tal era la emoción-y para darle vidilla-. 22 años, pobre chiquitín, qué majo.

La segunda, que dio al traste con mi plan de “a partir de ahora voy a hacerme la joven”: el DJ de la discoteca en la que estaba, a eso de las cuatro de la mañana puso a sonar… a las Spice Girls. Sí, sí, lo que leéis. ¡Las Spice Girls! El momento remember es evidente, ¿no? Ídolos de la infancia, recreos enteros emulando sus bailes, y claro, con los efluvios del Absolut recorriendo mi cuerpo pues me vine arriba. Y ahí estaba yo, cantando if you wanna be my lover a pleno pulmón, cuando me di cuenta de que a mi alrededor no había absolutamente nadie viviendo la canción como en mi grupito. ERROR.

Y es que la gente a nuestro alrededor NO CONOCÍA LA CANCIÓN. Toma ya. Total, que eso de aparentar ser una pipiola de 22 añitos se acabó en ese momento. Quedamos al descubierto por culpa de esas cinco brujas.

Y ahora sí, os vais a caer de culo cuando os cuente esta anécdota. De pasta de boniato, petrificados, petrified, MUERTAS,  porque no conozco a nadie al que le haya pasado algo similar y es bastante humillante, por cierto.

Resulta que en mi empresa está implantada desde hace un par de años una política 0,0 para todos sus trabajadores. Esto significa que no puedes ir piripi ni drogado a trabajar, vaya por Dios.  Hasta hace dos años sí, cuidado, tú hace un par de años podías ir a trabajar tras haberte bebido siete cubatas y como mucho te mirarían raro. Pero ahora ya no, ahora esto se acabó.

En mi caso, lo que viene siendo ir a trabajar sobria mucho no me cuesta, la verdad, no supone ningún esfuerzo hercúleo. El problema no reside en no beber, sino en demostrarlo. Porque claro, esto no es decirle al jefe “no, señor jefe, si yo no bebo” y que la empresa se lo crea, no, no, no. Tampoco va la empresa a montarse una política 0,0 que consista en decirte “oiga, que no puede beber en el trabajo, que lo sepa usted” y ya valga, que eso no tiene ninguna gracia. Hay que hacer algo más, darle salsa al asunto.
 
 

Total, que lo del 0,0 consiste en que, aleatoriamente y sin avisar, el equipo médico de la empresa va de oficina en oficina como si fuese la benemérita y te hacen soplar en un alcoholímetro. Y como hoy parece ser que tenían el lunes marchoso, se han pasado por aquí a ver qué ambiente teníamos en la oficina. ¿Qué te parece? Yo me he quedado muerta, y no por el hecho de que me hayan hecho soplar esta misma mañana-que he dado 0,0, por supuesto-, sino porque es que los médicos han venido con el alcoholímetro… ¡A las 9 de la mañana! Pero vamos a ver, ¿A quién pretendían pillar exactamente haciendo la prueba a esa hora? Hay que ser muy muy muy, pero MUY Ernesto de Hannover para dar positivo a esas horas de la mañana, por el amor de Dios.

Evidentemente, este emocionante hecho de soplar por primera vez en mi vida me ha traído a la mente el día en el que me hicieron el reconocimiento médico en esta misma empresa. Y es que justo después de firmar el contrato me llevaron a hacerme todo tipo de pruebas para ver que era una trabajadora sana. Una trabajadora sana en todos los sentidos de la palabra, porque al llegar a la sala de espera el amable médico treintañero que me atendió me dijo:

-Además de las pruebas al uso, te vamos a hacer también un test de drogas. Es simplemente por protocolo, pero te tengo que recoger una muestra de orina, ¿Quieres que te traiga agua?

-Erm, sí por favor.- Fue todo lo que le pude decir mientras disimulaba mi cara de estupefacción total. ¿UN TEST DE DROGAS? Tenía que ser una broma. Pues no, no lo era.

Entré al reconocimiento, y después de hacer todas estas pruebas de oído, vista, y demás cosas normales que miran los médicos en estas pruebas, llegamos al momento T de Test. La verdad que el joven doctor lo estaba pasando tan mal como yo, pero yo aun no sabía la que me esperaba, pobre ilusa de mi…
 
 
Y se empezó a aclarar la que me venía encima.

-Bueno, pues como ya te he comentado antes, te vamos a hacer ahora el test de drogas. -el doctor mantenía la cara de amable profesional médico mientras me lo decía- Entonces, aquí tienes el vasito, y tendrías que dejarme aquí una muestra. El baño es ese de ahí y…

-Vale, voy para allá- Yo es que no soy para nada fan de hacer pis en un bote. Ya para empezar me parece un acto humillante y bastante asqueroso por cierto, así que quería acabar con eso cuanto antes-cuanto antes mejor.

-Ya, bien, pero es que al tratarse de un test de drogas tienes que depositar la muestra con la puerta abierta.

Pero… pero… pero ¿QUÉ COÑO? Como si hacer pis en un bote no fuese suficientemente humillante para mi, ¿Encima lo tenía que hacer con un médico, hombre y joven delante? No podía ser verdad. Mi cara era un poema. ¿De cuclillas?¿Echando el pis a un bote?¿Y con ese señor mirando?

No, rotundamente NO.

-Pero, pero, yo estoy aquí, con la puerta abierta, y tú estás ahí, en esa mesa y… es que TE ESTOY VIENDO. Te veo ahí, en la mesa, sentado con los papeles, y es obvio que tu me ves a mí, perfectamente, así puesta.-Me iba poniendo colorada por momentos.

-Bueno, no te preocupes, si quieres puedes tener la puerta entreabierta, no abierta de par en par, y yo estaré por aquí, moviéndome. Tampoco necesito que me llenes el bote, con una muestra es suficiente.-Él notaba que yo no estaba muy receptiva- Es que en este tipo de test no puedes tener la puerta cerrada porque entonces no tiene validez.
 

Así que nada, ya vi que no había nada que rascar. Dejé pasar esa estupidez de "no hace falta que me llenes el bote" como si ese fuese el problema (menudo imbécil), y resignada y derrotada agaché la cabeza y enfilé el camino de la vergüenza al baño.

Solo os diré que servidora hizo lo que tenía que hacer-el doctor también estuvo discreto y se dedicó a pasear fuera de mi campo visual- y huí de allí en cuanto pude.

No me he puesto enferma nunca jamás desde que estoy en esta empresa. Y que así siga, que yo a ESE no lo quiero volver a ver en mi vida.