Hoy os
tengo que contar antes que nada los sucesos paranormales acontecidos en casa el
pasado viernes con mi Querido Novio, que como todos sabéis es de despertar
alegre (y yo no).
Os lo
quiero contar porque me he tirado desde entonces vacilándole con “el suceso” y
él solo repite una y otra vez en plan mantra:
-Joe es que
encima ahora llegará el lunes y lo pondrás en el blog para el cachondeíto de
todo Cristo. Y yo ahí, a aguantar las vaciladas.
Y a mí no me
gusta llevarle la contraria a mi Querido Novio porque somos una pareja muy bien
avenida así que sí, tiene razón. Cuchifritín, esto va por ti.
Mi Querido
Novio y yo formamos parte de esa pobre gente que entra a trabajar a una hora
inhumana pero en compensación salimos relativamente temprano –aunque no tan
inhumanamente temprano como un panadero o algún trabajo así, esos sí que
madrugan-. Esto significa, como ya es mundialmente conocido, que cuando suena
el despertador a las 6:45 de la madrugada (¡Cada día!) yo me quiero cortar las
venas y remoloneo en la cama mientras mi Querido Novio, con un admirable
despertar, se levanta ágilmente y me impide dormirme a mí. Y le gruño. Y él
pasa de mis gruñidos. Y yo milagrosamente llego a trabajar a mi hora.
Total, que
el viernes, noto que me resucita de entre los muertos un abrazo estrangulador y
una vocecilla que canturrea “arriba Bailarina, ¡Que hay que ir a trabajar!
¡Cosita!¡Venga que no hay manera de levantarte!”
El chico se
pone dulce para despertarme porque sabe que es como despertar a la bestia y él
es un hombre que ama la vida y quiere seguir vivito y coleando muchos años,
normal.
Pero el
caso es que yo estaba muy dormida, pero muy MUY. Cuando abro el ojo estoy como
desconcertada, y es entonces cuando me doy cuenta: no estaba soñando con nada
ni con nadie, mi cabeza estaba más en las profundidades, en blanco. Qué raro.
Aun en shock, pregunto:
-¿Pero es
la hora ya?
-Sí,
cariño. Ya es la hora. ¡Venga arriba, que sabes que tienes clase a la tarde y
si no te das prisa no llegas!
Yo aun sigo
medio dormida, pero también dubitativa, y sigo indagando:
-Perooo…
¿Seguro que es la hora ya? ¿Qué hora es?
-Pues las
siete menos cuarto Bailarina, qué hora quieres que sea, si nos estamos
levantando. –Ahí lo tenéis, un Querido Novio al que le estaba poniendo un poco
nervioso con tanta preguntita impertinente y había decidido azuzar a la bestia,
que me veía que estaba muy muy dormida. Viviendo al límite.
- ¿Y ha
sonado el despertador? Si no lo he oído siquiera.
-Que sí
Bailarina, que ha sonado; lo que pasa es que no te has enterado, que estás muy
dormida.
-Pero si
estoy muerta de sueño… ¡No quiero ir a trabajar! ¡Estoy enferma! No pienso ir. Llamas
y dices que estoy que me muero.
-Bailarinaaaaaa…
venga arriba, pesada.
-Vale, vale…
Me levanto ya.
Y me levanto, porque yo soy un ser que por las mañanas ni piensa ni razona ni nada de nada, y como le pasa a la Infanta “confío plenamente en mi Querido Novio”. Así que si mi amado me dice “arriba Bailarina” pues Bailarina va arriba y no se hable más del asunto.
Sin
embargo, oh sorpresa, servidora se incorpora en la cama lamentándose de la mala
suerte de tener que levantarse con lo a gusto que estaba profundamente dormida
sin soñar ni nada, y pensando “pero si estoy muerta de sueño, no he dormido
nada”, y lo veo.
Oh Dios
mío. No puede ser.
Pero sí,
es.
Son las 4:45
de la madrugada.
4:45.
Cara de espanto. Ojos inyectados en sangre. Ira creciente dentro de mi cabeza. Y me da el siroco, claro.
-¿¡¿Pero
qué coño?!? ¿¿¿Has visto la hora que es????
-Que sí
Bailarina veeeenga.
-¡¡¡PERO
MIRA EL RELOJ!!! ¡¡¡Son las cinco menos cuarto!!!
-¿¿¿¿Qué????
-Cinco
menos cuarto. Cuatro cuarenta y cinco. Míralo ahí. ¡¡Faltan dos horas para que
suene el despertador!!
- Ay joder…
-Pues… no…
no se… igual… lo habré soñado… o… no se… ¡Madre mía! Si ya me estaba yendo
derechito a la cocina a hacerte el desayuno y todo…. ¡Qué empanada mental!
Y,
afortunadamente, ha ocurrido una alineación planetaria de bondad atmosférica, y
me he empezado a reír.
-Ay mi
empanadilla, ven aquí, vamos a dormir que tenemos ¡dos horazas por delante!
-Jo…
perdón.
-No te
preocupes, si yo ahora caigo como un cesto en la cama y santas pascuas.
-Bueno, eso
también es verdad, que eres una marmotilla. Menos mal.
-Ay madre,
las cinco menos cuarto de la mañana. Si es tan temprano que ni siquiera ha
venido la perra a despertarnos ni nada. Claro, como el despertador ha sonado
solo en tu cabeza loca… Encima, ¡vaya trolas me has metido! Que si sí que había
sonado el despertador, que si claro que habías mirado la hora que era… ¡Qué
jeta!
-Joe
Bailarina, que yo creo que estaba dormido yo también…
-Ya sé ya.
Pobre, vaya cosas me haces. Anda, vámonos a dormir otra vez. ¡Dos horazas,
yuhuuu!
Y nos
volvimos a dormir. Bueno, yo me volví a dormir pero mi Querido novio debió de
pasar mala noche. Pobre.
El caso es
que mi Querido Novio a veces hace estos espectáculos nocturnos para deleite de
quien esté a su alrededor. Y son divertidos, no nos engañemos. Al principio te
da susto verlo como un loco gritando o hablando o lo que sea en medio de la
noche, pero luego te entra una risa que es imposible controlar. Yo me tengo que
aplastar la almohada contra la cara para ahogar las carcajadas, porque si me
oye ya se despierta y se da cuenta de que está haciendo el ridi. Y me quedo sin
show.
Por
ejemplo, una vez nos metimos a la cama enfadados el uno con el otro; tan
enfadados que yo me notaba que estaba dormida con el morro alargado puesto y
todo. Qué cabreo que llevaba. Entonces, en medio de la noche, cuando estaba
profundamente dormida (pero aun muy indignada), mi Querido Novio abre los ojos
de par en par y me agarra del antebrazo tan fuerte que pensaba que me iba a
dejar moratón.
“Lo que
faltaba, encima ahora el tío me espachurra el brazo en sueños, tócatelas”. Es en
ese momento cuando dejo de pensar en nada y me pongo a mirar con incredulidad
al maromo de al lado, porque se puso a gritar a un volumen que pensaba que se
me iba a plantar todo el vecindario a los pies de la cama a ver el espectáculo,
desquiciado perdido y como un loco:
-¡¡¡Para,
para, para para, para!!!-y me mira- ¿¡¿¡Pero es que no has visto que casi te
pilla?!?!
Cara de póker-
¿el qué?
-¡¡¡Que
casi te pilla, Bailarina!!!
Seguimos
con cara de póker -¿Que me pilla el qué?
-¡¡El
tractor, Bailarina, el tractor!! ¡¡Casi te atropella!!- Y me lo señala. Bueno,
señala a la nada- ¿¿Pero es que no lo ves??
No, claro. No
veía su tractor imaginario. Solo veía su cara de espanto total y los ojos de
tarado. Y me empecé a reír. Se me pasó el enfado en ese mismo instante y solo
me reía del mal rato que estaba pasando mi novio, que me miraba con cara de “y
encima esta imbécil se ríe cuando casi la matan hace un momento”.
-Anda, cariño,
venga a dormir otra vez.- Le di unos besitos y lo volví a acostar- No ha pasado
nada, solo estabas soñando. Yo estoy bien. ¡A dormir!
Menos mal
que se dio cuenta en ese momento de que todo había sido un sueño y estaba
haciendo el ridículo total con el tractor asesino de novias. Se volvió a dormir
y asunto zanjado. Eso sí, no hay día que no le recuerde que me quiso matar en
sueños con un tractor pero que me salvó la vida apartándome de él. Mi héroe.
Como veis
somos una pareja muy equilibrada. Yo mando dormir y él manda despertar. Y estoy
deseando que vuelva a hacer otro de sus espectáculos nocturnos porque creedme:
merecen la pena.