25 de noviembre de 2013

RUN TO THE HILLS, RUN FOR YOUR LIVES


Como algunos de vosotros ya sabéis, tengo un novio que llegó a la crisis de los treinta y se puso a hacer deporte como si no hubiera un mañana (sí, lo siento, querido, este post también habla de ti).


Ya os conté en otra ocasión que a mi Querido Novio le gustaba salir a andar en bici, que se apuntaba a algunas carreras populares de Mountain Bike y que yo había ido con él una vez a una de esas carreras a hacer de groupie con una amiga. Fue muy divertido.

Sin embargo, no todo puede ser salir a andar en bici porque resulta que salir con la bicicleta requiere de una infraestructura  y una planificación previa que complica los entrenamientos. Además,  que salir con la bici para estar solo una hora no compensa (Querido Novio dixit, yo ni idea de que no compensara), y por eso hay que hacer otro tipo de deportes “para mantenerse en forma”.

Y este es el motivo por el cual mi amado corre.


Corre, y mucho. Porque los hombres tienen una cosa en la cabeza que les impide correr sin más, y luego irse a su casa satisfechos por el trabajo realizado. No señorita, aquí hay que demostrar al mundo que dentro de los atletas no profesionales que se mueven en la mediocridad tú corres súper bien.


Entonces, un buen día allá por mayo, mientras tú estás con una copa de vino blanco en la mano a la salida del gimnasio, porque oye, te has hecho una clase de cardio de una hora y estás agotada “Y además, que hemos quemado un montón, me voy a tomar un vinito, que me lo he ganado con creces. Y me voy a pedir una de esas tapas que hay en la barra también, que yo creo que estoy un poco mareada de todo lo que he quemado”, tu Querido Novio te aparece emocionado porque ha hablado con sus amigos y se van a apuntar a hacer una maratón.


Ahí, a lo grande. Porque ya se han apuntado a otras carreras de unos 20km y las hacen sobrados. Así que te dice, para tranquilizarte y que se te quite esa cara de pavor, que se han bajado un plan de entrenamientos de otro friki (que en Internet de esos abundan y ahora son más fáciles de encontrar), y que con eso en noviembre se hacen la maratón fácilmente.



-¿Qué, Bailarina, qué te parece?

-Esto… ¿Me pides otro blanquito?


Total, que estos meses mi Querido Novio y sus amigos han pasado a ser -en sus mentes- corredores semi profesionales: que si voy a ver este reportaje de este hombre del que no tenía ni idea de su existencia hasta ahora, pero ha grabado su experiencia como maratonista primerizo en no sé dónde; que si mira lo que me he comprado para correr, son unas medias de compresión que te mantienen los músculos en su sitio y no tienes agujetas, y esto otro son unas zapatillas que no tienen amortiguación y que son lo más parecido a ir descalzo, porque he leído en Internet que hay una teoría que…



Desconexión.


Tú que te creías que correr era salir a la calle y dar un pasito y otro pasito después a una velocidad un poco alta. Pues no. Hay todo un mundo de tarados sueltos en el universo running.


Consecuencias de creerse un deportista de élite:


El muro del Facebook y el TL del Twitter de mi Querido Novio son un coñazo. Ale, ya lo he dicho. Solo se habla de correr, de bicis, de artículos de gente que corre y gente que anda en bici y comentarios y fotos de cómo mi amado y sus amigotes corren y andan en bici.


Un rollo rollo rollo rollo.


Dado que el buen señor que tengo como pareja trabaja, sus sesiones de entrenamiento han sido o bien por las tardes después de salir de trabajar, o bien AL ALBA, a eso de las 6 de la madrugada, antes de entrar a la oficina, mientras yo ocupaba toda la cama que dejaba entera para mí.



Luego cuando le dejo sin sitio se queja. ¡Si casi no la usa!

Tenemos una perra culturista. Sí, lo que leéis. Mi amado ha estado saliendo a entrenar con ella atada a la cintura en una correa especial (sí, el universo perro también tiene DE TODO) y ahora es un can incombustible hecho de pura fibra. De haber seguido la rutina, el año que viene la pobre perri hubiera estado capacitada para hacer media maratón tranquilamente además.

Por último pero no por ello menos importante, mi cuchifritín habla raro desde que se apuntó a esto de correr desaforadamente. Dice cosas como “Hoy toca sesión tranquila: 30 minutos en Z2- léase Zeta 2-” o bien “hoy tocan series de 30 minutos en Z2 y Z3”.


Que diréis vosotros “¿Qué mierda es eso del Z2 y Z3?”. Y preguntáis bien, porque eso es señal de que no estáis infectados por el virus runner. Según parece son las zonas de frecuencia cardíaca: zona reposo, zona aeróbica, zona anaeróbica…


Es decir: friki, friki, friki, friki.


Total, que tras estos meses de duro entrenamiento, ayer domingo mi Querido Novio corrió en el Campeonato de España de maratón, que se celebró en San Sebastián, a una agradable temperatura de cuatro gélidos grados, dicho sea de paso.
                                                             Clima ideal... TURURÚ


Evidentemente, yo fui de groupie. Y como no podía ir de cualquier manera a hacer de groupie, me compré un gorro súper trendy en Oysho el sábado. La moda ha conseguido que me haya comprado un gorro de humaguaqueña que hace dos años no me hubiese puesto en mi cabeza ni aunque me lo regalaran. Estoy fatal, soy una víctima de la moda, pero ande yo caliente...

Eso sí, no os imagináis el cachondeo de mi novio silbándome a King África cada vez que veía el gorro para decirme, inmediatamente después, cuando veía mi mirada de odio profundo: pero que me gusta, ¿Eh?. En fin, volvamos a la maratón.

La maratón de San Sebastián está súper bien para hacer de fan porque como la ciudad es pequeña, para hacer 42 km. hay que dar vueltas y vueltas y vueltas al mismo recorrido. Y claro, en vez de ver a tu atleta pasar matándose a correr una sola vez, le ves un montón de veces y en sitios diferentes, y le animas y le saludas súper efusivamente como si se te fuera la vida en ello cada una de las ocasiones en las que os cruzáis.

No obstante, tener un novio que corre una maratón por primera vez para una persona que tiene alma de drama-mamá es algo horrible. Cada vez que veía a algún corredor que se paraba, o que se tiraba al suelo por los tirones en las piernas, o que iba corriendo como un zombie por el recorrido con una cara horripilantemente espantosa, se me encogía el alma y pensaba “Ay mi pobrecito niño estará igual o peor, el pobre”.



Eso sí, el sumun venía cuando veía u oía pasar una ambulancia, porque entonces ya me venía arriba en pensamientos chungos y me decía (como buena drama-mamá en potencia) “Oh Dios mío, ¿A que el que va dentro es mi pobrecito novio? No ha aguantado todo el recorrido, pobre”. Y miraba en el móvil la app de Runloc que te chivaba por dónde andaba para confirmar que el medio muerto de la ambulancia era mi novio.


Pero no era, menos mal. Y como no era, cuando lo veía pasar me ponía a saltar y a gritar como una descerebrada (había que entrar en calor. Recuerdo: 4 grados). El último saludo fue en el kilometro 40 y los ánimos fueron más o menos así:

-¡Vamos cariño, venga que tú puedes! ¡No te queda nada, va, va! ¡Vas súper bien, y ya estás casi! ¡Venga, voy contigo! –Me pongo a correr a su lado, entregadísima a la causa que no me lo creía ni yo- ¡Vamos cosita! ¡Va…. Uy… pero… qué rápido vas!... Te pierdo… ¡Te veo en meta! Adiós…


Y nada, a meta que se fue. Humillante cuanto menos que después de 40 kilómetros no fuese capaz de seguir el ritmo a mi Querido Novio ni siquiera  diez metros, pero así es la vida.

Ahora mi Querido Novio tiene en su haber una maratón terminada. Y como yo le digo, tiene el doble de mérito que el que ha ganado la prueba, porque estuvo corriendo nada menos que el doble de tiempo que él. Y oye, que correr dos horas no está mal, pero correr cuatro ¡Es una pasada!

Felicidades.


Ahora bien, como te oiga pronunciar “la próxima maratón” nos divorciamos ipso facto. Quedas avisado. Ah, y nada de hacerme llevarte otra vez la ropa de repuesto en una cutre mochila de propaganda. A mí me das una mochila por la que hayamos pagado dinero y sea bonita, he dicho. Que servidora tiene una reputación.