Como algunos de vosotros ya sabéis, tengo un novio que llegó a la crisis de los
treinta y se puso a hacer deporte como si no hubiera un mañana (sí, lo siento,
querido, este post también habla de ti).
Ya os conté
en otra ocasión que a mi Querido Novio le gustaba salir a andar en bici, que se
apuntaba a algunas carreras populares de Mountain Bike y que yo había ido con
él una vez a una de esas carreras a hacer de groupie con una amiga. Fue muy
divertido.
Sin
embargo, no todo puede ser salir a andar en bici porque resulta que salir con
la bicicleta requiere de una infraestructura
y una planificación previa que complica los entrenamientos. Además, que salir con la bici para estar solo una
hora no compensa (Querido Novio dixit, yo ni idea de que no compensara), y por
eso hay que hacer otro tipo de deportes “para mantenerse en forma”.
Y este es
el motivo por el cual mi amado corre.
Corre, y
mucho. Porque los hombres tienen una cosa en la cabeza que les impide correr
sin más, y luego irse a su casa satisfechos por el trabajo realizado. No
señorita, aquí hay que demostrar al mundo que dentro de los atletas no
profesionales que se mueven en la mediocridad tú corres súper bien.
Entonces,
un buen día allá por mayo, mientras tú estás con una copa de vino blanco en la
mano a la salida del gimnasio, porque oye, te has hecho una clase de cardio de
una hora y estás agotada “Y además, que hemos quemado un montón, me voy a tomar
un vinito, que me lo he ganado con creces. Y me voy a pedir una de esas tapas
que hay en la barra también, que yo creo que estoy un poco mareada de todo lo
que he quemado”, tu Querido Novio te aparece emocionado porque ha hablado con
sus amigos y se van a apuntar a hacer una maratón.
Ahí, a lo
grande. Porque ya se han apuntado a otras carreras de unos 20km y las hacen sobrados.
Así que te dice, para tranquilizarte y que se te quite esa cara de pavor, que
se han bajado un plan de entrenamientos de otro friki (que en Internet de esos
abundan y ahora son más fáciles de encontrar), y que con eso en noviembre se
hacen la maratón fácilmente.
-¿Qué, Bailarina,
qué te parece?
-Esto… ¿Me
pides otro blanquito?
Total, que
estos meses mi Querido Novio y sus amigos han pasado a ser -en sus mentes- corredores
semi profesionales: que si voy a ver este reportaje de este hombre del que no
tenía ni idea de su existencia hasta ahora, pero ha grabado su experiencia como
maratonista primerizo en no sé dónde; que si mira lo que me he comprado para
correr, son unas medias de compresión que te mantienen los músculos en su sitio
y no tienes agujetas, y esto otro son unas zapatillas que no tienen
amortiguación y que son lo más parecido a ir descalzo, porque he leído en
Internet que hay una teoría que…
Desconexión.
Tú que te
creías que correr era salir a la calle y dar un pasito y otro pasito después a
una velocidad un poco alta. Pues no. Hay todo un mundo de tarados sueltos en el
universo running.
Consecuencias
de creerse un deportista de élite:
El muro del
Facebook y el TL del Twitter de mi Querido Novio son un coñazo. Ale, ya lo he
dicho. Solo se habla de correr, de bicis, de artículos de gente que corre y
gente que anda en bici y comentarios y fotos de cómo mi amado y sus amigotes
corren y andan en bici.
Un rollo
rollo rollo rollo.
Dado que el
buen señor que tengo como pareja trabaja, sus sesiones de entrenamiento han
sido o bien por las tardes después de salir de trabajar, o bien AL ALBA, a eso
de las 6 de la madrugada, antes de entrar a la oficina, mientras yo ocupaba
toda la cama que dejaba entera para mí.
Luego cuando
le dejo sin sitio se queja. ¡Si casi no la usa!
Tenemos una
perra culturista. Sí, lo que leéis. Mi amado ha estado saliendo a entrenar con
ella atada a la cintura en una correa especial (sí, el universo perro también tiene
DE TODO) y ahora es un can incombustible hecho de pura fibra. De haber seguido
la rutina, el año que viene la pobre perri hubiera estado capacitada para hacer
media maratón tranquilamente además.
Por último
pero no por ello menos importante, mi cuchifritín habla raro desde que se
apuntó a esto de correr desaforadamente. Dice cosas como “Hoy toca sesión
tranquila: 30 minutos en Z2- léase Zeta 2-”
o bien “hoy tocan series de 30 minutos en Z2 y Z3”.
Que diréis
vosotros “¿Qué mierda es eso del Z2 y Z3?”. Y preguntáis bien, porque eso es
señal de que no estáis infectados por el virus runner. Según parece son las
zonas de frecuencia cardíaca: zona reposo, zona aeróbica, zona anaeróbica…
Es decir:
friki, friki, friki, friki.
Total, que
tras estos meses de duro entrenamiento, ayer domingo mi Querido Novio corrió en
el Campeonato de España de maratón, que se celebró en San Sebastián, a una
agradable temperatura de cuatro gélidos grados, dicho sea de paso.
Evidentemente, yo fui de groupie. Y como no podía ir de cualquier manera a hacer de groupie, me compré un gorro súper trendy en Oysho el sábado. La moda ha conseguido que me haya comprado un gorro de humaguaqueña que hace dos años no me hubiese puesto en mi cabeza ni aunque me lo regalaran. Estoy fatal, soy una víctima de la moda, pero ande yo caliente...
Eso sí, no
os imagináis el cachondeo de mi novio silbándome a King África cada vez que
veía el gorro para decirme, inmediatamente después, cuando veía mi mirada de
odio profundo: pero que me gusta, ¿Eh?. En fin, volvamos a la maratón.
La maratón
de San Sebastián está súper bien para hacer de fan porque como la ciudad es pequeña,
para hacer 42 km. hay que dar vueltas y vueltas y vueltas al mismo recorrido. Y
claro, en vez de ver a tu atleta pasar matándose a correr una sola vez, le ves
un montón de veces y en sitios diferentes, y le animas y le saludas súper
efusivamente como si se te fuera la vida en ello cada una de las ocasiones en
las que os cruzáis.
No obstante,
tener un novio que corre una maratón por primera vez para una persona que tiene
alma de drama-mamá es algo horrible. Cada vez que veía a algún corredor que se
paraba, o que se tiraba al suelo por los tirones en las piernas, o que iba
corriendo como un zombie por el recorrido con una cara horripilantemente
espantosa, se me encogía el alma y pensaba “Ay mi pobrecito niño estará igual o
peor, el pobre”.
Eso sí, el
sumun venía cuando veía u oía pasar una ambulancia, porque entonces ya me venía
arriba en pensamientos chungos y me decía (como buena drama-mamá en potencia) “Oh
Dios mío, ¿A que el que va dentro es mi pobrecito novio? No ha aguantado todo
el recorrido, pobre”. Y miraba en el móvil la app de Runloc que te chivaba por
dónde andaba para confirmar que el medio muerto de la ambulancia era mi novio.
Pero no
era, menos mal. Y como no era, cuando lo veía pasar me ponía a saltar y a
gritar como una descerebrada (había que entrar en calor. Recuerdo: 4 grados). El
último saludo fue en el kilometro 40 y los ánimos fueron más o menos así:
-¡Vamos
cariño, venga que tú puedes! ¡No te queda nada, va, va! ¡Vas súper bien, y ya
estás casi! ¡Venga, voy contigo! –Me pongo a correr a su lado, entregadísima a
la causa que no me lo creía ni yo- ¡Vamos cosita! ¡Va…. Uy… pero… qué rápido
vas!... Te pierdo… ¡Te veo en meta! Adiós…
Y nada, a
meta que se fue. Humillante cuanto menos que después de 40 kilómetros no fuese
capaz de seguir el ritmo a mi Querido Novio ni siquiera diez metros, pero así es la vida.
Ahora mi
Querido Novio tiene en su haber una maratón terminada. Y como yo le digo, tiene
el doble de mérito que el que ha ganado la prueba, porque estuvo corriendo nada
menos que el doble de tiempo que él. Y oye, que correr dos horas no está mal, pero
correr cuatro ¡Es una pasada!
Felicidades.
Ahora bien,
como te oiga pronunciar “la próxima maratón” nos divorciamos ipso facto. Quedas avisado. Ah, y nada
de hacerme llevarte otra vez la ropa de repuesto en una cutre mochila de
propaganda. A mí me das una mochila por la que hayamos pagado dinero y sea
bonita, he dicho. Que servidora tiene una reputación.
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