Sé
que hoy es un día duro para mucha gente, porque ya empezamos a ver que el
verano nos está diciendo adiós melancólicamente. Está así como “yo tampoco
quiero irme, pero esto es lo que hay Bailarina, lo siento mucho; volveré con
fuerza el próximo año”.
Y
aquí estoy yo, mirando llorosa las primeras hojas que caen de los árboles en
los parques. Siento un aguijonazo en el pecho mientras pienso “esto se acaba,
chavales, y se acaba de verdad. Verano, ya puedes venir pronto. Te echaremos de
menos”.
Porque
yo soy fan del verano. Lo siento pero no hay estación más molona: hay más luz
que oscuridad, hace más calor que frío, hay más diversión que tristeza y tenemos
más tono bronceado y menos tono Morticia Adams. Además, no te vuelves loca con
los calcetines desparejados al colgar la lavadora; y lo de la lavadora, amigos,
es el súmmum de la felicidad.
Pero
como si todo esto no fuese suficiente, este verano en concreto ha sido genial.
Y si algo no era genial, lo genializábamos, y punto. Estoy hablando de nuestras
fantásticas vacaciones de amigas.
Nuestro
plan de vacaciones era genial: cuatro amigas (por fin las cuatro juntas, no lo
habíamos conseguido hasta este año), sol, playa, mojitos, piscina, bloody Marys,
arena, martinis, noches de fiesta… Nada podía salirnos mal. Para más inri,
íbamos las cuatro en nuestro road trip diciéndonos todo convencidas “sí, sí, es
que cuatro es el número perfecto, ya lo enseñaban en Sexo en Nuevo York. ¡Yo me
pido Carrie!”, y las otras tres “¡No, Carrie soy yo!”.
Cinco
hubiese sido un número aún mejor de viajeras, para que la quinta pudiera
abofetearnos a las otras cuatro y decirnos con una mirada fulminante ultra
reprobatoria “Hijas de mi vida, dejad de decir chorradas ñoñas por Dios bendito,
que no tenéis 15 años”.
Ahora
bien, a la quinta le hubiese dado un jamacuco nada más llegar a nuestro destino
porque, lamentablemente, aterrizamos en, nada más y nada menos, que, atención,
la fábrica de tronistas y pretendientes de Mujeres, Hombres y viceversa: ¡¡Chonilandia!!
Qué
borrachera de colores flúor, tetas siliconadas, prendas con flecos, tacones de
vértigo, gorritas ridículas, musculitos tipo croissant, extensiones, uñas de
gel o tinte rubio pollo reseco en el pelo.
Oh
Dios, aquél lugar era digno de estudio. Íbamos las cuatro como si más que de
veraneo estuviésemos emulando a Félix Rodríguez de la Fuente en uno de sus
documentales. Estudiábamos sus atuendos, su forma de comunicarse, sus fallidos
rituales de apareamiento (con nosotras), sus exitosos rituales de apareamiento
(entre ellos). Toda una odisea.
Ya
vimos que en aquellos parajes, lo de ir vestidas con nuestros trendy trapitos
en plan Sexo en Nueva York estaba muy de más, al menos si queríamos sobrevivir
a las vacaciones. No sé si fueron los martinis o el sol que nos dio en la
cabeza en exceso, pero decidimos desarrollar un alter ego para nuestras
vacaciones en Chonilandia: íbamos a hacernos pasar por Chonis.
Más
concretamente, íbamos a ser: Vane, Lore, Ania y Amy.
Perdón.
LA Vane, LA Lore, LA Ania y LA Amy. Asi sí (una fan de sexo en NY acaba de
morir en este momento).
Y,
ni cortas ni perezosas, salimos una de las noches totalmente transformadas y
con un maquillaje digno de las mejores transformistas de Chueca. Unas chonis de
cuidado.
Outfit:
Falda de volantes en colores flúor rescatada de las mismísimas Mamachicho,
camiseta de tirantes blancas enseñando los tirantes del sujetador –también flúor,
eso era obvio, ¿no?-, sujetador súper push up que te deja las tetas a la altura
de las amígdalas, y unas sandalias de tacón con las que no puedes caminar, pero
es aun mejor que ir de plano porque andar como un pato o ir descalza con los
tacones en la mano suma puntos al look choni.
Cabello:
el pelo es súper importante para completar el disfraz, y está mal que yo lo
diga, ¡¡Pero lo bordé!! Me puse un flequillo que atravesaba toda mi frente
desde una raya que me nacía en la oreja izquierda y me iba hasta el otro lado
en plan “lamido de vaca”, con extra de sujeción gracias a medio bote de laca
que le dio un efecto así como de casco de la Segunda Guerra Mundial.
Y
por último, la crème de la créme de una chacha con ganas de marcha: el maquillaje festivalero. Aquí, tengo que
decir sinceramente que admiro a las chonis con todo mí ser.
¿Cuánto
tiempo tardáis en maquillaros?
¿Qué
presupuesto anual tenéis para maquillaje? Porque yo con una sola sesión de “belleza”
casi gasto toda la sombra de ojos de un año y un bote de eyeliner entero.
¿Cómo
podéis ir súper maquilladas por las mañanas con la precisión ingenieril que requiere
esas cosas que os hacéis en la cara?
Y,
por último pero no por ello menos importante: ¿¿con qué narices os
desmaquilláis??? Dos días después de la noche de chonis seguía teniendo restos
de maquillaje en los ojos, ¡¡sois increíbles!! Parecía un puñetero mapache
cuando salía de la piscina.
Nosotras
nos tiramos 45’ (sí, tres cuartos de hora) de reloj cada una delante del espejo
para ponernos en una sola noche el maquillaje de dos semanas y lo que nos quedó
fue un look más o menos “natural”. No acertamos a encontrar qué más nos
podíamos poner.
Ahora
bien, esto de pintarte como una puerta traspasa los poros de tu piel y el
producto te afecta al cerebro, porque no os podéis hacer una idea de lo
estupenda que me salía la cara de guarrilla, ¡¡Era una auténtica devoradora de
canís!!
Ahora
pongo morritos como hacía ese día o abro la boca sugerentemente y parezco
subnormal, pero guarra, lo que se dice guarra, no. Es el poder del color. Soy
una guarrilla de palo.
Pero
ese día, ESE DÍA, éramos las más guarrillas, las más pintadas, las más chungas,
las más tetonas y las más chonis del lugar, era una cosa tan tan TAN exagerada,
que pensábamos que se iban a dar cuenta de que era un disfraz. Y sin embargo…
¡¡Pasamos
totalmente desapercibidas!! Ya no es que se pensaran que éramos así, ¡es que
estábamos discretitas para la fauna que se movía por allí, y eso que llevábamos
tres puntos negros en el ojo! ¿No es eso lo más hortera que te puedes echar a
la cara?
Pero
lo peor, lo peor de todo, es que cuando nos preguntaban cómo nos llamábamos, el
nombre de La Amy colaba como bueno y sin embargo el de Vanessa, ¡¡NO!! ¡Que mi
amiga no tenía cara de Vane para nada!
En
serio, ¿Amy sí y Vane no? ¿Qué problema tenéis? Ahora bien, que la Vane está
encantada de que no colara.
El
año que viene volverán la Amy, la Ania, la Lore y… ¿sugerencias?