3 de junio de 2013

PRETTY WOMAN, WALKING DOWN THE STREET


Si hay alguna escena del cine que me encantaría reproducir en la vida real, esa es la de las compras a destajo de Pretty Woman. Esa Julia Roberts comprando en Rodeo Drive todos los trapitos que se le antojan como si no hubiera un mañana, esa cantidad ingente de bolsas, esas cajas de sombreros. Me encanta. Quitando el ínfimo detalle de ser puta y tal, lo reproduciría igual igual en la vida real.



Lo sé, no soy nada original, y al igual que al 99% de las mujeres y otro altísimo porcentaje de hombres adoro ir de compras. Lo que pasa es que, en mi caso, cuando empiezo a comprar me entra un nervio en el estómago que se me sube a la cabeza, se me nubla la razón y me pongo a comprar a destajo. Creo que ya os he hablado de mis sirocos en Mercadona, por ejemplo. Pues con en plan de “ir de shopping” me pasa lo mismito que en la zona de cremas de ese supermercado, solo que a lo grande. Imitando a la Roberts a tope.

He de decir que, cuando voy de compritas, la mayoría de las veces me sale bien la cosa. Mi cuenta corriente se queda temblando y a dos velas, eso sí, pero la ropa, generalmente, está bien. Otras veces me paso de lista: me compro unos taconazos inviables que no me pongo jamás o algunas prendas que… en fin, salen de la tienda al armario y nunca jamás vuelven a ver la luz del sol. Me paso de modernita y luego ya cuando vuelvo a la normalidad digo “pero vamos a ver, mi chica, ¿Tu en qué momento pensaste que ibas a ponerte ESTO algún día de tu vida?”.

Y no, devolver las prendas en cuestión no es una opción porque tengo la malísima costumbre de arrancar las etiquetas de la ropa que voy a estrenar inmediatamente antes de ponerme la prenda nueva encima. Esto significa que puedo encontrarme frente al espejo con un aborto de prenda recién puesto sobre mi cuerpo y la etiqueta tirada sobre la cama. FAIL.

Aprovecho este momento para solidarizarme con mi Querido Novio, al que le desquicia sobremanera encontrarse mis restos de los estrenos tirados por la habitación. Cada vez que pilla una etiqueta de esas entre sus manos me odia un poquito, y le oigo gritar “¡Otra más! ¡Otra más! ¡¿Pero por qué las deja tiradas?!”. Yo me escondo para no entrar en contacto visual al menos en 60 segundos, para que se le pase el sulfuramiento que le entra (el minipiso no da para más tiempo sin contacto visual). Él es ingeniero cuadriculado y escrupulosamente ordenado, yo soy un caos con patas… Nos complementamos bien, pero sé que a veces me estrangularía. ¡Lo siento!

Sin embargo, no siempre tengo que llevarme las cosas a casa para verme ante un espejo vestida de forma ridícula. Os confesaré que, a veces, me pruebo cosas horribles y espantosas solo por el placer de reírme de mi misma y del estrepitoso ridículo que sería salir con eso a la calle.

Por ejemplo, el pasado año di con mis huesos en un Intimissimi. Me quería comprar un conjunto para poder llevar con la ropa de verano. Esto es, un sujetador y una braguita que no transparentara con ropa blanca, pero que no fuese de ese color antilujuria espantoso asqueroso que se marcan los fabricantes de ropa interior. Porque claro, aquí mucho conjuntito sexy para noches de pasión turca, pero si se te ocurre vestirte de blanco para la cena previa al potencial “momento pasión” te tienes que plantar el conjunto de abuelita sí o sí –que no todo será pasión, ¿No? Habrá que cenar, o tomar algo, o algo, algo vestidos quiero decir. Vamos, digo yo-. Y claro, así vestida de “color arena” en el interior, a ver quién es la guapa que osa sentirse sexy. Yo desde luego, no, ya te lo digo.

Bueno, el caso es que la dependienta en cuestión estaba con ganas de venderme algo más, que me veía mujer de Visa fácil (no estaba desencaminada) y bastante plana (en esto tampoco iba desencaminada, es cuestión de tener ojos en la cara). Entonces se me encarama al probador donde estoy yo con todas mis miserias al aire y me dice:

-¿Has probado nuestros nuevos sujetadores Súper push-up? Aumentan tu pecho en dos tallas. Son la novedad de la temporada.

Y yo ahí, tapándome con lo que podía, porque tampoco quería que la buena mujer me viera con todo al aire, pero disimuladamente, en plan posado-sugerente-de-Interviú en versión cutrecilla- Pues no, no los conozco, pero yo no uso de esos, yo con lo poco que tengo ya voy bien.

Y ella, incansable, metiendo la cabeza más aun dentro del probador sin ningún pudor- Bueno, pero este sujetador es por si algún día quieres llevar algún vestido más escotado, por si tienes algún evento, por ejemplo, para realzar tu pecho. ¿Te traigo uno y te pruebas a ver si te gusta?

No tengo muy claro si la amable dependienta quería que en “el evento” al que me quería mandar hiciera de prostituta –como en Pretty Woman- o qué, pero al final, con tal de que dejara de verme en bragas en el probador accedí a que me trajera uno de esos. Al minuto me apareció con ESA COSA. Y no, nada más verlo tenía bastante claro que no me lo iba a llevar.

El sujetador en cuestión era de forma normal (con tirantes), lo que significa que pocos vestidos me podía poner para acudir al “evento” al que me quería mandar la amable dependienta. Pero lo mejor era la copa: Básicamente las tetas no entraban, ya está. Toda la copa de cabo a rabo era relleno, con lo cual, tu pecho ahí no era bienvenido.

¿Utilidad de comprar un sujetador para el pecho donde no puedes meter el pecho? No lo sé, pero ya me había picado la curiosidad, y me lo puse. Bien, según lo cerré vi cómo pasaba de ser una chica más bien plana a Pamela Anderson en vivo y en directo. ¡Increíble! Era como si, queriendo huir del sujetador, las tetas se hubieran puesto a escalar hacia el cuello. ¡Casi me llegaban a las orejas! La dependienta ya se dio cuenta de que no iba a conseguir la venta cuando oyó desde la caja una carcajada que provenía del probador… ¡Si es que parecía una actriz porno, madre del amor hermoso!

Menos mal que iba con una amiga y pude compartir risas con ella, bueno, con ella y con todo el que miraba desde la calle en ese momento. Ella preguntó tímidamente “¿Puedo pasar?”, más que nada por hacerlo en plan discreto, pero yo ya abrí la cortina del probador y le dije "¡Sí sí, tienes que ver esto! ¡Pero mira qué tetas! ¡Míralas! ¡Si me llegan a las cejas!".

Ay… un sujetador muy Pretty Woman, sí. Y como a mi Mari Julia parece que me persiga, di hace un par de semanas con el modelito definitivo para esa jornada-homenaje de compras Pretty Woman. Y me lo probé, y me dejé sacar foto. Espero que a mis queridas amigas no se les ocurra difundirla por ahí. Me muero, o las mato, o algo.

 






Sí, es este. Y sí, tiene agujeros laterales, como el original de la peli.