Si hay alguna escena del cine que me encantaría reproducir
en la vida real, esa es la de las compras a destajo de Pretty Woman. Esa Julia
Roberts comprando en Rodeo Drive todos los trapitos que se le antojan como si
no hubiera un mañana, esa cantidad ingente de bolsas, esas cajas de sombreros.
Me encanta. Quitando el ínfimo detalle de ser puta y tal, lo reproduciría igual
igual en la vida real.
Lo sé, no soy nada original, y al igual que al 99% de las
mujeres y otro altísimo porcentaje de hombres adoro ir de compras. Lo que pasa
es que, en mi caso, cuando empiezo a comprar me entra un nervio en el estómago
que se me sube a la cabeza, se me nubla la razón y me pongo a comprar a destajo. Creo que ya os he hablado de mis sirocos en Mercadona, por ejemplo. Pues
con en plan de “ir de shopping” me
pasa lo mismito que en la zona de cremas de ese supermercado, solo que a lo
grande. Imitando a la Roberts a tope.
He de decir que, cuando voy de compritas, la mayoría de las veces me sale bien la cosa. Mi cuenta
corriente se queda temblando y a dos velas, eso sí, pero la ropa, generalmente,
está bien. Otras veces me paso de lista: me compro unos taconazos inviables que
no me pongo jamás o algunas prendas que… en fin, salen de la tienda al armario
y nunca jamás vuelven a ver la luz del sol. Me paso de modernita y luego ya
cuando vuelvo a la normalidad digo “pero vamos a ver, mi chica, ¿Tu en qué
momento pensaste que ibas a ponerte ESTO algún día de tu vida?”.
Y no, devolver las prendas en cuestión no es una opción
porque tengo la malísima costumbre de arrancar las etiquetas de la ropa que voy
a estrenar inmediatamente antes de ponerme la prenda nueva encima. Esto
significa que puedo encontrarme frente al espejo con un aborto de prenda recién
puesto sobre mi cuerpo y la etiqueta tirada sobre la cama. FAIL.
Aprovecho este momento para solidarizarme con mi Querido
Novio, al que le desquicia sobremanera encontrarse mis restos de los estrenos tirados
por la habitación. Cada vez que pilla una etiqueta de esas entre sus manos me
odia un poquito, y le oigo gritar “¡Otra más! ¡Otra más! ¡¿Pero por qué las
deja tiradas?!”. Yo me escondo para no entrar en contacto visual al menos en
60 segundos, para que se le pase el sulfuramiento que le entra (el minipiso no
da para más tiempo sin contacto visual). Él es ingeniero cuadriculado y
escrupulosamente ordenado, yo soy un caos con patas… Nos complementamos bien,
pero sé que a veces me estrangularía. ¡Lo siento!
Sin embargo, no siempre tengo que llevarme las cosas a casa
para verme ante un espejo vestida de forma ridícula. Os confesaré que, a veces,
me pruebo cosas horribles y espantosas solo por el placer de reírme de mi misma
y del estrepitoso ridículo que sería salir con eso a la calle.
Por ejemplo, el pasado año di con mis huesos en un
Intimissimi. Me quería comprar un conjunto para poder llevar con la ropa de
verano. Esto es, un sujetador y una braguita que no transparentara con ropa
blanca, pero que no fuese de ese color antilujuria espantoso asqueroso que se
marcan los fabricantes de ropa interior. Porque claro, aquí mucho conjuntito
sexy para noches de pasión turca, pero si se te ocurre vestirte de blanco para
la cena previa al potencial “momento pasión” te tienes que plantar el conjunto
de abuelita sí o sí –que no todo será pasión, ¿No? Habrá que cenar, o tomar
algo, o algo, algo vestidos quiero decir. Vamos, digo yo-. Y claro, así vestida
de “color arena” en el interior, a ver quién es la guapa que osa sentirse sexy. Yo desde luego, no, ya te lo digo.
Bueno, el caso es que la dependienta en cuestión estaba con
ganas de venderme algo más, que me veía mujer de Visa fácil (no estaba
desencaminada) y bastante plana (en esto tampoco iba desencaminada, es cuestión
de tener ojos en la cara). Entonces se me encarama al probador donde estoy yo
con todas mis miserias al aire y me dice:
-¿Has probado nuestros nuevos
sujetadores Súper push-up? Aumentan tu pecho en dos tallas. Son la novedad de
la temporada.
Y yo ahí, tapándome con lo que
podía, porque tampoco quería que la buena mujer me viera con todo al aire, pero
disimuladamente, en plan posado-sugerente-de-Interviú en versión cutrecilla-
Pues no, no los conozco, pero yo no uso de esos, yo con lo poco que tengo ya
voy bien.
Y ella, incansable, metiendo la
cabeza más aun dentro del probador sin ningún pudor- Bueno, pero este sujetador
es por si algún día quieres llevar algún vestido más escotado, por si tienes
algún evento, por ejemplo, para realzar tu pecho. ¿Te traigo uno y te pruebas a
ver si te gusta?
No tengo muy claro si la amable dependienta quería que en “el
evento” al que me quería mandar hiciera de prostituta –como en Pretty Woman- o
qué, pero al final, con tal de que dejara de verme en bragas en el probador
accedí a que me trajera uno de esos. Al minuto me apareció con ESA COSA. Y no,
nada más verlo tenía bastante claro que no me lo iba a llevar.
El sujetador en cuestión era de forma normal (con tirantes), lo que
significa que pocos vestidos me podía poner para acudir al “evento” al que me
quería mandar la amable dependienta. Pero lo mejor era la copa: Básicamente las
tetas no entraban, ya está. Toda la copa de cabo a rabo era relleno, con lo
cual, tu pecho ahí no era bienvenido.
¿Utilidad de comprar un sujetador para el pecho donde no
puedes meter el pecho? No lo sé, pero ya me había picado la curiosidad, y me lo
puse. Bien, según lo cerré vi cómo pasaba de ser una chica más bien plana a
Pamela Anderson en vivo y en directo. ¡Increíble! Era como si, queriendo huir
del sujetador, las tetas se hubieran puesto a escalar hacia el cuello. ¡Casi me
llegaban a las orejas! La dependienta ya se dio cuenta de que no iba a
conseguir la venta cuando oyó desde la caja una carcajada que provenía del
probador… ¡Si es que parecía una actriz porno, madre del amor hermoso!
Menos mal que iba con una amiga y pude compartir risas con
ella, bueno, con ella y con todo el que miraba desde la calle en ese momento.
Ella preguntó tímidamente “¿Puedo pasar?”, más que nada por hacerlo en plan
discreto, pero yo ya abrí la cortina del probador y le dije "¡Sí sí, tienes que
ver esto! ¡Pero mira qué tetas! ¡Míralas! ¡Si me llegan a las cejas!".
Ay… un sujetador muy Pretty Woman, sí. Y como a mi Mari Julia
parece que me persiga, di hace un par de semanas con el modelito definitivo
para esa jornada-homenaje de compras Pretty Woman. Y me lo probé, y me dejé sacar foto.
Espero que a mis queridas amigas no se les ocurra difundirla por ahí. Me muero,
o las mato, o algo.
Sí, es este. Y sí, tiene agujeros laterales, como el original de la peli.