Esta mañana
me he despertado de un humor inmejorable pero se me ha pasado nada más llegar a
la oficina porque a mi esa gente que está feliz y contenta un lunes en su
oficina me parece que no es gente de fiar. Así de claro lo digo.
Total, que
estoy muy bien, ¿eh? No os vayáis a creer. Me lo he pasado chachi piruleta el
fin de semana y he dormido como un oso, de manera que estoy descansada. Pero ¿feliz?
No, bonita. Eso sí que no. Estar feliz un lunes a primera hora es un sentimiento
contra natura.
Sin
embargo, como ya os he dicho, la vida tiene pequeños momentos de felicidad que
te hacen sentir muy bien; te hacen sentir victorioso y poderoso. Este fin de
semana esos momentos han sido:
1.-Pasear por
la playa un domingo con un sol de justicia con la perri. Se deja sentir la
primavera, esto sí que son brotes verdes.
El colmo de
la maravilla hubiese sido que el paseo hubiese sido más o menos tranquilo y que
la playa hubiese estado desierta, pero claro, el invierno ha sido largo,
tedioso, frío, oscuro, lúgubre y duro y
todos estamos sedientos de luz y de rayos de sol en nuestra piel. No pidamos
peras al olmo.
Esto
significa que la playa estaba en plan Benidorm pero con gente vestida (menos
mal, porque hay cuerpos que en Marzo es mejor mantenerlos vestidos), no cabía
un alfiler, y significa también que tenía que estar silbando todo el rato a mi
perri para que no se me perdiese. He acabado con el morro que se me ha quedado
así puesto en posición boquita de piñón como si fuese Esther Cañadas.
¿Por qué? Me
diréis. Pues porque tengo una perra lerda con déficit de atención (y un poco
cabrona). Obvio, porque ganas de quedarme con el morro mal puesto de la Cañadas,
pues como que no (lo siento, Esther). Tú estás por la orilla vacía de gente
paseando por la perra, para que no moleste a nadie, y de repente la ves que se
aleja hacia un castillo que están haciendo unos niños.
Mentalmente
ya estás pensando “No, no, no, no, no” pero ella corre con paso firme y veloz.
Se planta allí y ¿Qué hace? Pues, como
buena perra cabrona la tía coge y se te mea encima del castillo infantil y,
para rematar, cuando ella ya ha terminado y los niños están berreando a pleno
pulmón “¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Se ha hecho pis en el castillo!”, resulta que no
me encuentra.
¡Ajá! O sea
que se larga en plan perra independiente por la vida a mearse en castillos
ajenos y luego la ves en plan lerda buscando a su dueña. Y yo, claro, a
silbarle para que no se vaya.
Pasear por
la playa, un planazo. Todo lo demás, mejorable. Menos mal que los padres que me
han tocado en la playa eran de los simpáticos y les hizo gracia la perra meona.
2. -Confesiones
de mi Querido Novio que demuestran que YO tenía razón. ¡Ajá! Eso sienta bien a
cualquiera y a cualquier hora y en cualquier situación.
En esta
ocasión, además, la confesión refuerza uno de mis últimos posts, y es que el
sábado, mi Querido Novio, que es un sol y un amor como no hay muchos en la faz
de la tierra, sacó a pasear a la perri a las tres de la madrugada cuando
volvíamos de una cena que se alargó un pelín.
Total, que
el susodicho vuelve con la perra a casa y me dice todo serio “oye, oye,
Bailarina: que he pasado con la perra por el parque que dices tú del pájaro que
canta, y no sé si será porque no había nada de ruido o qué, pero he oído
perfectamente que canta Guantanamera,
¡como tú decías!”
¡Toma, toma, toma, toma! Eso sí, resulta que la estrofa de Guantanamera que escucha él con el pájaro no es la misma que escucho yo. ¿Nos estaremos volviendo locos de atar los dos? ¿Le estaré contagiando mi locura?
3.-Recibir
recuerdos de amigas exiliadas en el extranjero. Resulta que, no sé si lo
sabéis, pero este blog tiene unas estadísticas que me dicen, entre otras cosas,
de qué países perdidos de la mano de Dios han entrado a leer a esta tarada de
Bailarina Frustrada. Y ahora me salen unas poquitas visitas de México, nuevo
país de residencia de nuestra adorada Jager Queen. Total que ahora, además de
los mensajitos de rigor, miro las estadísticas y cuando aparece México pienso “¡¡Hola
Jagger Queen!!”
Como se
quede mucho tiempo por allí la rebautizo a Tila Tequila.
4. -Quedar
nada menos que quince personas para cenar un sábado. Y reírte a pleno pulmón, y
contar historias graciosas, y que te cuenten historias de llorar de la risa, y
que te den noticias geniales, y que todo el mundo se alegre de verdad, y no
querer que se acabe la velada por nada en el mundo porque está yendo todo
genial.
Pero que, como
todo lo bueno acaba, cuando hay que volver a casa y estás en un pueblo perdido
de la mano de Dios con una cola del horror en la parada de los taxis, haya una
amiga (que ha pasado al nivel de DIOSA) que diga:
-Tengo un
amigo que trabaja esta noche en la centralita de radio taxi, le voy a llamar
para que nos mande uno. No pienso esperar toda esa cola que hay ahí ni de coña.
¡¡¡Y que
nos mandaron un taxi al momento!!! ¿Se puede ser más VIP que eso? Que me caiga
muerta aquí mismo si se puede, porque no, no se puede. Mi Querido Novio, que
odia esperar o hacer cola más de tres minutos o cualquier otra cosa por el
estilo, ha empezado a amarla en secreto. No os digo más.
5. -Tener amigas
geniales que cuando te da por ponerte en plan pedorrilla te sacan de ahí en un momento
vía whatsapp y con un icono de “cara que echa humo por la nariz”. ¿Quién puede
ponerse en plan “seguro que no molesto si voy” cuando te ponen ese icono como
toda respuesta?
NADIE.
Máxime cuando te han puesto tantas veces el icono de la cara que echa humo por la nariz que ha pasado a los iconos favoritos de tu interlocutora. Gracias, amiga Friki.