28 de octubre de 2013

HOY QUIERO CONFESAR, …


Que lo cierto es que la Pantoja no me gusta, pero me viene muy bien el título para hacer el post de hoy, sobre secretos que ya no quiero guardar más (léase con tono “no me vas a grabar más” de la Panto). Así que hoy quiero confesar…

 Que odio el plátano con todo mi ser. Es posible que no tenga mucho peso en comparación con el resto de confesiones pero tenía que soltarlo. Lo odio. Su olor, su color, sus hilitos asquerosos que se quedan pegados a la fruta… No se debe hablar así de la comida pero ¡PUAJ!

Por eso me da asquito la gente cuando se está comiendo un plátano, y ahora que tengo un novio atleta y se ha creído esa chufla de que los plátanos son ricos en potasio (o ricos, sin más, hay que tener agallas y una carencia absoluta de papilas gustativas para creerse eso), yo lo estoy pasando mal. Porque es verle comiendo una de esas frutas del averno y gustarme un poco menos. Es así, lo siento por todas esas asociaciones que te meten sus puñeteras cinco piezas de fruta al día por las orejas si es necesario, pero no puedo. Lo veo ahí, masticando esa fruta todo fálica, y me da asquito. Punto.

Que tengo alma de drama mamá. Esto significa que soy de cabreo fácil me dedico a mandar, sermonear y echar broncas a diestro y siniestro. Sin embargo, no todo el mundo conoce mi vena sermoneadora; el círculo de “afortunados” se limita a mi Querido Novio y a mis amigas que son de las pocas personas capaces de aguantarme. Por eso, no vale ser consciente de mi mal café y adelantarse a él para paliar la bronca/sermón. Hablo de hacer cosas como decirme “¿Te puedo decir una cosa si prometes no enfadarte?”. Mal, muy mal, porque:

1.    Haré que no me he enfadado pero en el fondo estaré enfadada por lo que me cuentan y también por hacerme esa jugarreta fea de hacerme prometer que no me voy a enfadar. Mal, aunque me puedo aguantar. El ingenio también se premia.


Pero fundamentalmente no me podéis hacer eso porque lo que es aún más importante:


2.    Como buena persona con alma de drama mamá voy a pensar que estáis metidas en temas chungos, negros, oscuros, tenebrosos, de drogas o ajustes de cuentas entre bandas rivales como mínimo minimísimo, y de ahí a cosas más escabrosas y chungas. No me deis estos sustos innecesarios. Por favor.







Por cierto, hay que leer a la Drama Mamá original, fundamentalmente porque ni es única ni es inimitable. Todos tenemos una en casa. Aquí el blog de la autora. Ahora os compráis los libros, que hay que leer.

Que le estoy pillando el punto a esto de hacer de groupie de mi Querido Novio el atleta. Tampoco es que sea el plan de mi vida, pero al final me entretengo viendo a todos esos atletas pasar delante de mi sudando la gota gorda, y me vengo muy arriba cuando el atleta en cuestión es el susodicho Querido Novio y salto y le animo a gritos. Y es que después, cuando lo vas a recoger a meta está tan contento de que hayas ido a verle y a animarle que oye, al final te compensa.

Además, luego toca aperitivo dominguero, que como plan es fantástico. No obstante, creo que vamos a tener que plantearnos un poco las dimensiones que esta afición está tomando.

Porque yo hoy estoy arrastrando un sueño infernal y una cara que sería mejor hundir en una almohada y que no volviera a ver la luz del sol. Dios mío, qué sueño, y qué cara más mala. Y todo este sueño ¿Por qué? Pues porque esto de ser supportive girlfriend se me está yendo de las manos y está impregnando todo mi subconsciente.

De tanto ir a hacer de groupie a las carreras, y preguntar por los entrenamientos, por su evolución como atleta amateur que se está profesionalizando y por las zonas de frecuencia cardíaca en las que ha ido mientras estaba en carrera, me he obsesionado. Me he obsesionado y he pasado una noche toledana, qué horror.

Resulta que me he tirado toda la noche soñando que era yo la que se había apuntado a una media maratón y que la carrera era al día siguiente y que no había entrenado ni flores y que me iba a morir en la carrera, básicamente. Yo, que siempre digo que correr es de cobardes, y que a enemigo que huye puente de plata, y que a mi no me verán haciendo el gilipollas corriendo por la calle ni aunque me paguen, porque yo no corro. No corro y punto pelota.

Y ahí me he pasado toda la noche agobiada porque tenía carrera. Qué agobio de verdad. Para más inri, en mi sueño llegaba el día D y me quedaba dormida, de manera que iba tarde y no podía llegar a la salida a no ser que fuese corriendo, pero yo no quería correr porque  me iba a cansar y después no iba a poder acabar la carrera de las pelotas. Un show.

Por otro lado, mientras iba caminando agobiada hacia la susodicha prueba:

1.    Me escondía de la gente conocida para que no supieran que me había apuntado a una carrera.

2.    Me escondía de los compañeros del gimnasio para que no me obligaran a correr a su ritmo.

3.    Me escondía porque una pequeña parte de mi yo del sueño barajaba seriamente la opción de agazaparse en algún sitio y pasar olímpicamente de ir a la carrera, pero callarse como una puta y no confesar que había hecho pira de la prueba.

Total, que igual hasta salgo a correr para reafirmarme en mi posición de “correr es una mierda” y no volver a tener sueños en los que tengo que correr, porque ha sido horrible. Estoy agotada.

Que llevo al día los estudios del Máster que me estoy haciendo. Esto queda fatal y contraviene totalmente con mi muy curtida y trabajada imagen de estudiante pasota, que no va casi a clase, que va a la Uni para quedarse en la cafetería, que no estudia y sale de fiesta… vamos, una malota de manual. Sin embargo, ya no somos lo que un día fuimos.

Ahora me siento en la fila uno (¡FILA UNO! Con lo que he sido… Madre de Dios), atiendo y tomo apuntes. Y como si todo esto no fuera suficiente, luego en casa me hago los apuntes –a limpio y con información extendida- y me lo estudio. ¡Tócatelas!

Espero que este furor uterino que me ha entrado sea por la novedad de ser estudiante de nuevo y se me pase pronto, porque de lo contrario me muero. Voy a pasar a ser eso que siempre he aborrecido: una rancia empollona antisocial. Y ESO SÍ QUE NO. Con un equilibrado punto medio entre malota de hermano mayor y empollona insufrible me conformo.

Que la vanidad me está ganando al pudor que siento cuando hablo in person de este blog. Cada vez me cuesta menos decir a la gente “pues yo tengo un blog, a ver si lo lees” –que siempre me había parecido un comentario bastante snob, pero como ahora ya cualquiera puede tener un blog en el que vomitar las chorradas que se le vienen a la cabeza pues p’adelante como los de Alicante-. Eso sí, igual también es porque nadie ha osado criticar lo que hago (aun), que el día que me pase igual me da un patatús.

Que estoy enamorada. Oye, si lo dice el original de la canción pues lo voy a decir yo también.  Y así el fin de post me queda redondo. Cuchifritín, que tienes conmigo más paciencia que el santo Job. ¡Gracias!

Si vosotros también estáis enamorados y queréis dar con la más auténtica y sincera muestra de amor verdadero, amigos, no busquéis flores ni bombones ni rancias declaraciones escritas (o cantadas) de amor. Si queréis demostrar un amor que no conoce límites lo que hay que hacer es “el culito amoroso”.

¿Y qué es eso? Ay, qué incultura. Hacer el culito amoroso supone estar en la ducha, con el vapor empañando la mampara y el espejo, mientras tu amado está fuera haciendo cualquier cosa. Entonces tú vas todo amorosa y le dices:

-Mira cari, ¡para ti! ¡Te quiero!

Y zas, pegas tus melocotoncitos (o sea tu culo) contra la mampara del baño para que se queden dibujados. Aquí la cara de estupefacción del amado es evidente.

A ver, que yo esto no lo he hecho nunca jamás, ¿Eh? A mí me lo han contado, pero yo creo que a la hora de poner los melocotoncitos hay que tener cuidado y poner solo la parte central del culillo para que quede bien la performance. No sé, me da en la nariz que tiene que ser así.

Total, melocotoncitos a la mampara. Cara de susto. Acto seguido separas tus bellos melocotoncitos de la mampara y se ve que el dibujo que queda son las dos montañas de cuando dibujas un corazón.

Completas el dibujo haciendo el pico del corazón con la mano, y listo. Culito amoroso hecho, corazón de melón completado. True love, está clarísimo. Si después de semejante atrocidad seguís juntos ya no hay nada que pueda destruir esa relación.

Esto sí que es una verdadera manualidad y no lo que enseñan en Art attack.