¿Conocéis
esa sensación de tener el cuerpo en un lugar pero la cabeza puesta a miles de
kilómetros del cuerpo?
Así estoy
yo hoy. Y así estáis vosotros también, no me engañéis. Este primer tramo de
Navidad hasta aquí ha sido muy largo, muy duro y muy carente de festivos.
Estamos muy necesitados y con la lengua fuera.
Así que sé positivamente que no soy la única que está que no está, porque claro, se acerca Semana Santa, y quien más quien menos tiene sus planes para estos días. Necesitamos vacaciones ya.
Y, aunque
para algunos esos planes se limiten a dormir hasta tarde y quedarse en su casa disfrutando
de días de fiesta, qué bien se está
cuando se está bien, ¿Verdad?
Como esta
semana es más corta que lo habitual, no necesitáis a Bailarina contándoos
tonterías para sacaros una sonrisa. ¡¡Es miércoles!! ¿No es genial? Por lo
tanto:
- El post de hoy será más corto de lo habitual, aunque solo ligeramente, igual ni os dais cuenta, pero os lo digo por si acaso. Bailarina sincera ante todo. Lo siento, aunque os parezca sumamente increíble, hoy tengo que trabajar.
- El próximo lunes os quedaréis huérfanos de Bailarina. Aunque a la mayoría de vosotros os importará un pito, yo os aviso para que no haya malos entendidos.
Y es que
por fin me voy a cobrar el regalazo de cumpleaños que me hizo mi Querido Novio:
¡¡ME VOY A NYC!!
(Novios del
mundo: apuntad viaje a NYC como regalo increíble para hacer por un cumpleaños.
Os ganáis amor incondicional –y os hace un agujero en la cuenta corriente del
tamaño de un bunker, tenedlo en cuenta-).
¿Porque es
o no es increíble? Me he tirado cuatro meses sin hacerme para nada a la idea de
que me iba a Estados Unidos, pero ahora ya sí que me creo que ¡¡¡Voy para
allí!!!
Voy a
intentar ser un poco Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes, pero me temo que
seré toda una Paco Martínez Soria en “La ciudad no es para mí”. Una gran paleta
de pueblo, pero qué más da.
Pero aquí
también soy una inadaptada, y es que tampoco soy muy fan de la Semana Santa; ahora
que ya soy adulta es cuando estoy empezando a disfrutar de estos días de fiesta,
pero cuando era pequeña… estos días eran muy diferentes.
Para empezar,
me aburría como un hongo. La Semana Santa era sinónimo de aburrimiento infernal
de televisión: todas las películas de temática religiosa iban una detrás otra
seguidas sin descanso.
Un rollo
horroroso. Además, como servidora es atea, pues no me enteraba de nada, con lo
cual el aburrimiento era aun mayor.
(Y sí,
tanto mi hermana como yo somos ateas porque estamos sin bautizar siquiera. Por
lo tanto, somos totalmente ajenas a la Semana Santa. A los Reyes Magos no, pero
a Semana Santa… totalmente).
Ahora
vosotros me preguntaréis “Pero si las películas eran tan rollo, ¿Por qué no te
ibas con tus amigos por ahí a jugar?”
Pues muy
sencillo: PORQUE NO LOS TENÍA.
Me quedaba
más sola que la una durante todas las vacaciones. ¿Por qué? Pues por una muy
sencilla razón: Porque no tenía pueblo.
Evidentemente,
llegaba Semana Santa y aquí todos mis amigos cogían carretera y manta y se largaban
a sus respectivos pueblos y aquí nos quedábamos, mi hermana y yo, compuestas y
sin novio, más solas que la una y con películas bíblicas como único entretenimiento.
Servidora
veía a Jesucristo crucificado y, la verdad,
con el percal que teníamos nosotras en casa tan solas, no era para
tanto. Nosotras estábamos socialmente maltratadas. No tener un pueblito buena
al que ir cuando llegaban los puentes es triste.
En esas
ocasiones en las que mi hermana y yo éramos las súper marginadillas del lugar,
les preguntábamos a nuestros padres con cara compungida:
-¿Y por qué
nosotras no tenemos pueblo, si puede saberse? Todo el mundo tiene pueblo menos
nosotras, y esto es un rollo. Llevan cinco años seguidos poniendo los diez
mandamientos en Televisión española y nosotras no nos enteramos de nada. Queremos
hacer cosas, salir…
-Hijas mías
–decía mi padre- es que vosotras sois chicas de ciudad. Vosotras no tenéis
pueblo porque tanto vuestra madre como yo somos de aquí, y vuestros cuatro
abuelos también eran de aquí. Vosotras no sois unas pueblerinas.
-¡¡Pero
nosotras queremos ser de pueblo!!
-Pues no se
puede elegir. Vosotras de ciudad, que es más grande y es mejor.
Y eso era
el final de la discusión. Como habréis
adivinado, no estábamos nada conformes con la respuesta dada pero qué podíamos
hacer. La superioridad había hablado.
Total, que
me he pasado toda mi vida recibiendo mensajes contradictorios: primero “Ciudad
es mejor que pueblo porque es más grande” y después “el tamaño no importa”. Primero
el “tú sí puedes ir al cumpleaños de Pedrito porque no tienes catequesis, que
no estás bautizada” y después a ver Los Diez Mandamientos una y otra vez. Así no
se puede.
Moraleja:
Si en esta
Semana Santa no tenéis a donde ir (no hace falta que sea NYC, sé que eso es
algo al alcance de unos pocos –guiño, guiño-) y vais a quedaros con vuestros
vástagos en una ciudad medio desierta, al menos haced el favor de tener una
videoteca medianamente decente si no queréis que se os hagan un harakiri en el
salón.
Quedáis
avisados.
Y tú, my Cuchifraiting
(estoy practicando ya mi inglés Cuchifritín= Chuchifraiting): There we go!
Resto del mundo: os leo en dos semanas. Pasad unos días de ensueño.