14 de abril de 2014

IF I CAN MAKE IT THERE I'LL MAKE IT ANYWHERE


¿Conocéis esa sensación de tener el cuerpo en un lugar pero la cabeza puesta a miles de kilómetros del cuerpo?


Así estoy yo hoy. Y así estáis vosotros también, no me engañéis. Este primer tramo de Navidad hasta aquí ha sido muy largo, muy duro y muy carente de festivos. Estamos muy necesitados y con la lengua fuera.




Así que sé positivamente que no soy la única que está que no está, porque claro, se acerca Semana Santa, y quien más quien menos tiene sus planes para estos días. Necesitamos vacaciones ya.


Y, aunque para algunos esos planes se limiten a dormir hasta tarde y quedarse en su casa disfrutando de días de fiesta, qué bien se está  cuando se está bien, ¿Verdad?


Como esta semana es más corta que lo habitual, no necesitáis a Bailarina contándoos tonterías para sacaros una sonrisa. ¡¡Es miércoles!! ¿No es genial? Por lo tanto:


  • El post de hoy será más corto de lo habitual, aunque solo ligeramente, igual ni os dais cuenta, pero os lo digo por si acaso. Bailarina sincera ante todo. Lo siento, aunque os parezca sumamente increíble, hoy tengo que trabajar.
  • El próximo lunes os quedaréis huérfanos de Bailarina. Aunque a la mayoría de vosotros os importará un pito, yo os aviso para que no haya malos entendidos.



Y es que por fin me voy a cobrar el regalazo de cumpleaños que me hizo mi Querido Novio: ¡¡ME VOY A NYC!!


(Novios del mundo: apuntad viaje a NYC como regalo increíble para hacer por un cumpleaños. Os ganáis amor incondicional –y os hace un agujero en la cuenta corriente del tamaño de un bunker, tenedlo en cuenta-).


¿Porque es o no es increíble? Me he tirado cuatro meses sin hacerme para nada a la idea de que me iba a Estados Unidos, pero ahora ya sí que me creo que ¡¡¡Voy para allí!!!


Voy a intentar ser un poco Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes, pero me temo que seré toda una Paco Martínez Soria en “La ciudad no es para mí”. Una gran paleta de pueblo, pero qué más da.




Pero aquí también soy una inadaptada, y es que tampoco soy muy fan de la Semana Santa; ahora que ya soy adulta es cuando estoy empezando a disfrutar de estos días de fiesta, pero cuando era pequeña… estos días eran muy diferentes.


Para empezar, me aburría como un hongo. La Semana Santa era sinónimo de aburrimiento infernal de televisión: todas las películas de temática religiosa iban una detrás otra seguidas sin descanso.


Un rollo horroroso. Además, como servidora es atea, pues no me enteraba de nada, con lo cual el aburrimiento era aun mayor.


(Y sí, tanto mi hermana como yo somos ateas porque estamos sin bautizar siquiera. Por lo tanto, somos totalmente ajenas a la Semana Santa. A los Reyes Magos no, pero a Semana Santa… totalmente).


Ahora vosotros me preguntaréis “Pero si las películas eran tan rollo, ¿Por qué no te ibas con tus amigos por ahí a jugar?”


Pues muy sencillo: PORQUE NO LOS TENÍA.



Me quedaba más sola que la una durante todas las vacaciones. ¿Por qué? Pues por una muy sencilla razón: Porque no tenía pueblo.


Evidentemente, llegaba Semana Santa y aquí todos mis amigos cogían carretera y manta y se largaban a sus respectivos pueblos y aquí nos quedábamos, mi hermana y yo, compuestas y sin novio, más solas que la una y con películas bíblicas como único entretenimiento.


Servidora veía a Jesucristo crucificado y, la verdad,  con el percal que teníamos nosotras en casa tan solas, no era para tanto. Nosotras estábamos socialmente maltratadas. No tener un pueblito buena al que ir cuando llegaban los puentes es triste.


En esas ocasiones en las que mi hermana y yo éramos las súper marginadillas del lugar, les preguntábamos a nuestros padres con cara compungida:


-¿Y por qué nosotras no tenemos pueblo, si puede saberse? Todo el mundo tiene pueblo menos nosotras, y esto es un rollo. Llevan cinco años seguidos poniendo los diez mandamientos en Televisión española y nosotras no nos enteramos de nada. Queremos hacer cosas, salir…




-Hijas mías –decía mi padre- es que vosotras sois chicas de ciudad. Vosotras no tenéis pueblo porque tanto vuestra madre como yo somos de aquí, y vuestros cuatro abuelos también eran de aquí. Vosotras no sois unas pueblerinas.


-¡¡Pero nosotras queremos ser de pueblo!!


-Pues no se puede elegir. Vosotras de ciudad, que es más grande y es mejor.


Y eso era el final de la discusión.  Como habréis adivinado, no estábamos nada conformes con la respuesta dada pero qué podíamos hacer. La superioridad había hablado.


Total, que me he pasado toda mi vida recibiendo mensajes contradictorios: primero “Ciudad es mejor que pueblo porque es más grande” y después “el tamaño no importa”. Primero el “tú sí puedes ir al cumpleaños de Pedrito porque no tienes catequesis, que no estás bautizada” y después a ver Los Diez Mandamientos una y otra vez. Así no se puede.




Moraleja:


Si en esta Semana Santa no tenéis a donde ir (no hace falta que sea NYC, sé que eso es algo al alcance de unos pocos –guiño, guiño-) y vais a quedaros con vuestros vástagos en una ciudad medio desierta, al menos haced el favor de tener una videoteca medianamente decente si no queréis que se os hagan un harakiri en el salón.


Quedáis avisados.





Y tú, my Cuchifraiting (estoy practicando ya mi inglés Cuchifritín= Chuchifraiting): There we go!


Resto del mundo: os leo en dos semanas. Pasad unos días de ensueño.