2 de septiembre de 2013

OLHA QUE COISA MAS LINDA, MAS CHEIA DE GRAÇA


…é ela menina

que vem e que passa

num doce balanço a
caminho do mar.

Moça do corpo dourado
do sol de Ipanema,
o seu balançado
é mais que um poema,
é a coisa mais linda
que eu ja vi passar.


Ah! Por que estou tao
sozinho?
Ah! Por que tudo é tao
triste?
Ah! A beleza que existe,
a beleza que nao é
so minha,
que tambem passa
sozinha.


Ah! se ela soubesse que
quando ela passa
O mundo sorrindo
se enche de graça
E fica mais lindo
por causa do amor.

 



Ya se ha acabado el verano, ya está aquí septiembre, ya empieza la vuelta al cole… pero ¡Resistiremos! Aun tenemos en la memoria un montón de buenos recuerdos de este verano que ya se apaga, y ahora llega el momento de cosechar buenos recuerdos ataviados con ropa más abrigada, nada más.

 

Por otro lado, retomo el blog tan chiflada como siempre, aunque con una entrada diferente a las demás. Ésta es por encargo. Sí, sí, por encargo, porque soy ya una mercenaria de la pluma y la tinta 2.0. Me he dejado embaucar.

 

Resulta que este blog fue idea de mis queridas amigas, que fueron las culpables de que me lanzara a escribir porque ay qué graciosa eres cuando escribes. Y yo ni corta ni perezosa les creí, me hice un blog y se lo dije. Craso error.

 

Ahora llegan los lunes y las tengo en plan editor chungo bravuconeando por todas las vías posibles (aunque fundamentalmente vía Whatsapp, que es una aplicación del demonio porque permite ponerte pesado totalmente gratis) y a partir de las 11AM las tengo diciéndome “¿Y el post, qué?”. Así hasta que está listo.

 

En este grupo VIP incluyo a mi hermana, que también me persigue para que escriba cada lunes sin excepción, aunque esté de vacaciones, lejos, sin ordenador ni acceso a Internet. De manera que entenderéis que prefiera mantenerme en un discreto anonimato, porque como os pongáis todos en ese plan pesao dónde-está-el-post-de-hoy os mando a freír churros ipso facto.

 

Después está mi querido novio que a pesar de la entrada pulsómetro me sigue, me lee y no se enfada ni nada. ¡Gracias!

 

Total, que he estado de vacaciones con dos de mis amigas en el Algarve, y quieren que:

1.    Les narre las anécdotas más importantes para su regocijo personal mientras rememoran esos momentos.

2.    Les ponga de título del post alguna frase de la canción Garota de Ipanema.

 




Bien, el título está puesto con el resto de la letra, porque de la canción aquí mis amigas solo cantaban la parte que salía en el anuncio de la Maracao del Cola-Cao; había que hacer labor social. Además, le cantaban a mi piel tostada y yo me venía muy arriba cuando lo hacían (porque ellas no conocían la letra pero es muy “oh, menudo pibón se acerca paseando por la orilla”).

 

No obstante, en cuanto a las anécdotas, este es un momento tan bueno como cualquier otro para deciros, amigas, que la habéis liado. Sí, sí. Porque más allá de contar las vacaciones -cosa que, desde ya os digo, no va a entrar en el post-, esto es un permiso tácito para poder mencionaros cuando me plazca. Y si ya os reíais cuando hablábamos de mi querido novio, veréis ahora que vais a ser las estrellas invitadas del blog. ¡Una pasada!

 

Hablemos de las vacaciones. El equipo Algarve hemos sido:

 

Torpe: tiene la habilidad de tropezar en medio de la nada más absoluta y es el perfeccionismo personificado. Eso sí, cuando le da el sol en la cabeza ya pierde el raciocinio y es capaz de hacer cualquier cosa para ponerse morena (o roja como una gamba). Es tanoréxica, qué se le va a hacer. Tras esta semana de vacaciones domina el portugués que da gusto oírla, ya es bilingüe.

 

Cremitas: es la más sensata del grupo con diferencia. No en vano la madre de Torpe le dijo a su hija “cuida de Bailarina y que Bailarina cuide de ti. Y que Cremitas os cuide a las dos que es la más sensata”. Se ha dedicado a perseguirnos por las playas ataviada con una crema SPF 15, o incluso 30 para que no nos quemáramos al sol. Y hemos tenido que salir de vacaciones para cometer la súper locura de… ligar con un grupo de italianos, ¡Oh Dios mío, viviendo al límite! Es así de formal, qué se le va a hacer.

 

Bailarina: Ya me conocéis más que de sobra. Esta semana, sin embargo, he sido una Bailarina pegada a un libro de Juego de Tronos. Tan enganchada que comiendo un bocata en la playa Torpe me pilló  me dijo “No estarás leyendo mientras comes ¿Verdad?”, y tuve que dejar de leer. Estoy muy inmersa en la historia de los Siete Reinos, qué le voy a hacer-estoy en el cuarto libro, ¡bien!-.

 
 

Y ya podemos creernos que estas tres de la foto somos nosotras porque no nos hemos sacado ni una sola mísera foto juntas. Qué desastre supino.

Bien, estas tres somos las que aterrizamos Portugal y llegamos al anochecer a nuestro cochambroso complejo de apartamentos soviéticos. Ya se sabe que los atardeceres son de natural melancólicos y recrudecen la realidad. Nosotras llegamos allí por una carretera de la cual se desprendía que la zona de las viviendas no era muy allá, y el taxista que nos dejó allí se ve que opinaba lo mismo, porque se deshizo de nosotras rápidamente. En el contenedor de basura más cercano teníamos a un perro callejero comiendo lo que había por allí, y a escasos dos metros del taxi, paró un coche con un conductor de dudosa reputación al que se acercó un súper maromo negro a intercambiar gestos… peculiares (para los finolis a los que decir “negro” en vez de “persona de color” os parece racista, dejadme que os diga que todos los negros que he conocido en mi vida me han dicho que ellos son de color negro, no de color. Esto del “de color” me parece una súper cursilería. He dicho).

 

Todo nos parecía tan sumamente cutre, que cuando vimos a la entrada de nuestro complejo una charca de dimensiones ridículas y nula profundidad, realmente pensábamos que esa era la piscina de los apartamentos. Afortunadamente, una vez en casa vimos la piscina de verdad desde nuestra terraza.

 

Vimos la piscina, y a la okupa que teníamos en la habitación, porque nos encontramos con una pequeña salamandra nada más dejar las maletas. Los gritos se oyeron desde recepción, y eso que estábamos en un quinto piso. Menos mal que Cremitas es valiente y extraditó con papel higiénico a la pequeña salamandra fuera del apartamento, porque Torpe y yo estábamos muy ocupadas gritando como si aquello fuera el dragón Rhaegar de la casa Targaryen (perdón, Juego de Tronos).

 

Tras el susto inicial, decidimos que teníamos que hacer una rueda de reconocimiento a la fiesta de la ciudad, así que tomamos en el apartamento un gran vino para calentar motores mientras cenábamos: Mateus. Aquí mis dos amigas y yo no conocíamos el vino de nada, pero nos lo vendieron a precio de oro y como el típico vino portugués que había que tomar si se iba a visitar ese país. Nuestra sorpresa al ver que el Mateus lo conoce todo pichichi y que la botella no cuesta un ojo de la cara sino 3,50€ a lo sumo fue después de las vacaciones.

 

Vaya tres súper catetas.

 

Total que, mientras degustábamos ese oro líquido en la terraza de nuestro apartamento soviético, tuvimos la fortuna de conocer a nuestros vecinos del sexto: un grupo de nueve italianos dispuestos a hacer cualquier cosa por conocernos.

 

Mujeres del mundo que me leéis: dejaos enamorar por un italiano porque no vais a conocer una cosa igual en la vida.

Hombres del mundo que me leéis: por favor, por favor, POR FAVOR, aprended de los italianos.


             (y nuestros italianos no eran estas maravillas de la foto) 


El caso es que nuestros italianos vieron el objetivo claro y, ni cortos ni perezosos, se personaron en la puerta de nuestro apartamento y llamaron a la puerta. ¡Meeeec! Error. Un método demasiado invasivo para unas chicas como nosotras, los pobres se encontraron con que al otro lado de la puerta les cerrábamos el paso con la cadenita.

 

Sin embargo, nuestra impertinencia no les amilanó, porque volvieron al piso de arriba y elucubraron un método sorprendente, divertido y mucho más inocente para hacernos salir de la madriguera.

 

Destrozaron los paquetes de cereales y galletas y utilizaron el cartón para escribirnos mensajes. Como lanzarnos el cartón desde el piso de arriba a nuestra terraza les iba a quedar como feo, lo que hicieron fue hacer un pequeño agujero al cartón con mensaje y bajárnoslo colgado de –Atención- el cable de un auricular.

 

Ver descender un cartel que rezaba “PARTY TONIGHT? PARTY! PARTY! PARTY!” descendiendo del piso de arriba nos dejó más que patidifusas. No pudimos decir que no. Y mediante intercambio de mensajes en cajas de cereales quedamos con ellos (de hecho nos bajaron un bolígrafo por el otro auricular para poder escribirles mensajes nosotras también. Fue ESPECTACULAR), se disculparon por haber tocado a la puerta así tan en frío y…bueno, sobre amores, le preguntáis a quien corresponda, que yo soy una mujer felizmente ennoviada y no me corresponde contar cotilleos. Anécdotas graciosas sí, cotilleos no, no, no.

 



El resto de los días pasaron en la playa al sol o en la piscina flotando en las colchonetas con forma de donut. El resto de las tardes las pasamos intentando hacer ese pan precocinado del LIDL en el horno-microondas que teníamos, y no fuimos capaces: nos sonó dos veces la alarma de incendios, y la tercera vez que se nos chamuscó el pan y el humo brotaba del microondas como una chimenea, Torpe y Cremitas se pusieron a soplar y mover las manos como dos epilépticas poseídas para que no nos volvieran a llamar de recepción otra vez más. Decirles “No… no incendio, no pasa nada, estamos haciendo pan, y es solo humo, obrigada!, obrigada!” una vez más me habría hecho explotar. El resto de las noches fueron fantásticas veladas de cenas arreglando el mundo o fiestas desenfrenadas.

 

Y ahora, con las pilas cargadas y tan buenos recuerdos, vuelta a la realidad. Pero ya estamos planeando el próximo viaje, y creo que seremos más las viajeras. Va a ser GENIAL, porque pasar unos días con amigos es de las cosas más divertidas que hay.