Este
viernes tuve una agradable tarde lectiva del máster que me he apuntado a hacer.
Nuestra profesora del día era una culo inquieto, twitera empedernida, Directora
de comunicación de una empresa, bloguera de renombre y experta en redes
sociales.
Una crack,
vaya.
Nuestra
profesora-ponente nos habló de Internet y su universo paralelo, y dijo cosas
que me dejaron de pasta de boniato, y me reafirmaron en que he emprendido el camino
equivocado como Bailarina-Frustrada-bloguera-que
cuenta-sus-miserias-para-descojone-del-personal.
Resulta
que, en el universo paralelo de Internet, la gente con muchos followers en el
Twitter y los blogs con muchos lectores son generadores de opinión (Hasta aquí,
todos enterados). Lo que pasa es que, ahora, las empresas se han dado cuenta de
que la gente hace caso a esos blogueros ocultos tras su ordenador y han pensado
“oye, que igual hay que invitar a estos frikis que escriben por el Internet a
comer en nuestro restaurante/dormir en nuestro flamante nuevo hotel/invitarles
a un fin de semana en Soria/llevarles de cata de vinos a nuestra bodega/regalarles
este inventito que acabamos de hacer, y que luego lo pongan bien en su blog y
nos vengan clientes con la Visa en la boca”.
¡Y lo hacen!
Total, que
estoy yo aquí haciendo el blog-indio mientras ahí fuera hay gente que se pega
la vidorra padre a costa de empresas que les pagan juguetitos y mini vacaciones.
Todo para que luego digan “En no sé qué restaurante se come súper bien.
Recomiendo especialmente el arroz con foie. Aquí la dirección”.
Estoy
indignadísima. Yo también sé escribir eso, como manjares cual niña desnutrida y
bebo como una rusa siberiana. Podría recomendar un millar de cosas. Podría hasta
prestarme voluntaria para tan arduas tareas.
Pero no
todo es indignación, ya que nuestra
profesora-ponente también dijo “Yo siempre recomiendo abrir un Word antes de
abrir un Blog, porque escribir un blog con contenido todos los días es
complicado”, y yo lo hago todas las semanas desde hace ya ocho meses. Lo del
contenido interesante no lo tengo tan claro, pero escribir, escribo.
De manera
que con esto ya me quedo más contenta. Y, siendo realistas, mucho me temo que tampoco
es que tenga hordas de lectores, así que no creo que me fueran a invitar a ningún lado.
En cualquier
caso, Querido Novio mío: te hago saber que la profesora ponente en cuestión era
Puy Trigueros, de La Rioja Turismo, y he decidido que nos vamos a ir en plan
amor-amor a La Rioja de bodegas ¡Ya! Que tengo un antojo malo malo malísimo de
bodeguita vinicultora, cata de vinos ricos, Calle Laurel y comer como una
ceporra.
Me imagino
que las charlas de nuestra profesora no tenían como objetivo que la
relacionáramos con vino, pero mi cerebro a veces me hace estas gracietas. Cada
vez que la veía pensaba “Uy qué ganas me da esta mujer de irme un fin de
semana a disfrutar a La Rioja”.
Lo siento,
Puy. El resto de la clase estuvo bien, pero aquí servidora es de buen comer. Es
lo que hay.
Además, mi Querido
Novio y yo nos debemos una escapada de mucho amor-amor y más yo-mi-me-conmigo,
que nos tenemos que resarcir de este fin de semana que hemos pasado.
En teoría, nuestro
plan era fin de semana los dos juntos con la perra de excursión. Paseos
románticos por el campo, comidas ricas, noche acurrucados al calor de una
chimenea en una casa rural. Es decir, plan moñas romántico total.
En la
práctica, la idealización del fin de semana se fue al carajo. Y ahora os cuento
por qué. Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes:
El plan de
excursiones se tuvo que abortar a eso de las cinco de la tarde porque
evidentemente, es ya diciembre y anochece temprano. Como es lógico, andar por
mitad del campo a esas horas es cuanto menos suicida (y yo tengo pánico agudo a
la oscuridad). Bye bye, paseos amorosos de la manita con la perra correteando
feliz y contenta a nuestro alrededor.
Por otro
lado, y siendo brutalmente honestos, pasear por el campo chupando frío de
manera gratuita es bastante estúpido. Y no os quiero ni contar cuando nos pilló
un chaparrón en medio de la nada. Las comedias románticas sobrevaloran
ostensiblemente el romanticismo del frío y la lluvia. El frío y la lluvia dan
frío y mojan. Se te congelan los pies y moqueas. No es romántico. Es un engorro
y una una M I E R D A. He dicho.
Las comidas
ricas tampoco pudieron ser. “¿Por qué?” preguntaréis vosotros mientras leéis
esto “si eres una zampabollos de cuidado y te chifla comer”. Correcto, veo que
me vais conociendo. Sin embargo, si vas agarrando una can de una correa, como
es lógico, no te dejan entrar a un restaurante. Así que tuvimos que
conformarnos con malcomer unas raciones en la calle (vuelvo a insistir por si
esto no había quedado claro: chupando frío).
Con estas
características tan maravillosas como descripción de nuestro plan del sábado,
huimos a la casa rural en busca de calorcito. Y aquí llegó el plato fuerte del “finde
amor-amor”.
Las pelis
románticas no cuentan que la lluvia y el frío son lo peor y que además, te
hacen enfermar.
Por
fortuna, servidora está vacunada de la gripe y me he convertido en una especie
de gladiadora de la enfermedad. Soy fuerte como un roble e inmune a sus
ataques. Puedo pasear a cuatro grados por la puñetera nada más absoluta bajo la
lluvia que yo me mantengo sana y lozana.
Sin embargo,
no todos son tan suertudos como yo, y es que mi amado novio (sí, ese tan
deportista) se puso malo malísimo.
Claro,
tanto frío, tanta lluvia, tanto “vamos a comer en esta terraza que tiene una
sombrilla para que nos tape de este diluvio infernal que está cayendo” y tanto
paseo tanto paseo, que al final, salió el bicho.
De manera
que el fin de fiesta fue: 19:30 del sábado, el Querido Novio temblando por la
fiebre en la cama con siete -sí, 7- mantas encima, bien de doping en el cuerpo
y sueño reparador. Servidora se fue a la cama a las diez sin cenar y tras mirar
todas y cada una de las gilipolleces que eran dignas de leer en la red
(Gracias, 3G, no sé qué habría sido de mi sin ti). El domingo amanecimos a
primera hora, desayuné por los dos (mi Querido Novio no estaba para fiestas) y
vuelta a casa. Hogar dulce hogar.
Un plan
que, como veis, dista mucho de ser romántico empalagoso. Sin embargo, lo peor
no ha sido que el fin de semana. Lo peor ha sido explicar a las mamonas de mis
amigas el fin de semana que he pasado. La conversación anoche fue más o menos
así:
-Bueno
bueno, Bailarina. Cuéntanos, ¿Qué tal el fin de semana de amor rural?
-Pues nada,
se chafó. El Querido Novio se puso malo el mismo sábado por la tarde y me tocó
hacer de enfermera en la casa rural esta que estaba en el mismísimo Mordor, y
esta mañana vuelta casa a primera hora.
-¡Qué me
dices, vaya pena! ¿Pero está bien?
-Sí, ahora
ya está muchísimo mejor. Pero se siente culpable de haber chafado el plan.
-Ay, qué
pobre. ¿Y no hiciste de enfermera sexy? ¡Era el momento de sacar el disfraz de
enfermera putorro!
Aclaro
desde este momento que no tengo ningún disfraz de enfermera putorro, por lo que
sea que estéis pensando, depravados.
-Sí, claro.
Estaba e hombre para disfraces de putorro. Además, con la bronca que le eché me
habría venido mejor el disfraz de dominatrix.
Vuelvo a
aclarar que tampoco visto disfraces de dominatrix. Cómo estáis hoy, amigos.
-¿Y eso?
-Pues
porque es malísimo enfermo y empezó a entrar en pánico con que estaba fatal y
que le iba a dar algo, que no podía parar de temblar y le tuve que llamar al
orden y hacerle entrar en razón a gritos. Vamos, un show.
-¡Pobre!
- Sí,
pobre. Eso sí, no creo que el disfraz de dominatrix pegue mucho con abrirle la
cama y ponerse a calentársela a base golpear la sábana bajera a mano abierta
antes de que se metiera.
-Madre mía,
qué cosas te pasan, mujer ¡Vaya situación!
Pues sí,
vaya situación, pero ya pasó, y mi Querido novio está mucho mejor, que lo he
cuidado súper bien.
Ahora bien,
la próxima nos vamos a La Rioja y nos enganchamos un pedo tonto con vinitos. El
plan no será tan “romántico” pero seguro que nos reímos más, y además, que el
romanticismo es una engañufla y está sobrevalorado.