7 de julio de 2014

OFF TO THE RACES

Antes de comenzar la chapa semanal os tengo que hablar de las consecuencias de mi post anterior:


Resulta que había bastante gente que ha leído el blog y ha descubierto la existencia de la carpeta en el Facebook que se llama “otros”, con mensajes ocultos (y me lo han contado. Mi pobre Individuo Misterioso ni siquiera es un ser original, pobre, con la bordería que le cayó del cielo así sin esperárselo ni nada).





Es decir, ha resultado que soy una pazguata de nivel medio así como el resto de los mortales y no una súper cafre tecnológica, cosa que no está nada mal, y al mismo tiempo he ayudado a gente a encontrarse con mensajes de toda índole. Ese apartado del Facebook es como la caja de Pandora 2.0; os vuelvo a recomendar que lo reviséis, nunca se sabe los truenos que podéis desatar de allí.


Pero volvamos a la actualidad, lunes, 7 de julio, San Fermín  ¡¡Viva San Fermín!! (espero que hayáis visto el encierro en TVE como manda la tradición). Os deseo que tengáis una cara más descansada y un humor más amigable que el que maneja cierta Bailarina, porque estoy que podría agarrar a cualquiera, sacarle ojos con los dientes y escupirlos después.




Vamos, que lo que viene siendo el lunes va ligeramente cuesta arriba. Afú. Que me he pintado la cara para taparme estas ojeras que manejo hoy y cada vez que me cruzo con alguien en lugar de darme los buenos días en plan amable y poco entrometido solo me dicen “¡Uy pero qué cara taaaaaaan mala tienes hoy, Bailarina! ¡Vaya ojeras!!”.


Pero vamos a ver, ¿de verdad creéis vosotros que es normal este maltrato así de gratuito? ¿Les he pedido yo acaso que me digan qué pinta tiene mi cara -preciosamente maquillada, por cierto-? ¿Quién les ha pedido opinión acerca de mi cara? Que me lo digan por favor, porque yo a ninguno le digo




“Pues tú vas todos los santos días vestida hecha un CUADRO y no te digo nada, que lo sepas”

o “pues tu mierda de dieta macrobiótica no te hace nada de nada porque sigues pareciendo una foca, chaval”

o “Yo tendré ojeras pero tú eres directamente un troll de la montaña”.


Que tengo un mal lunes, ya lo veis. Necesito muy intensamente largarme de vacaciones y descansar y no saber qué significan las palabras:


  •          Despertador.
  •          Ordenador.
  •          Oficina.
  •          Botines (hombre ya que es julio, Lorenzo, pásate por aquí y déjate ver hijo de mi vida).
  •          OJERAS. Puaj.





Este invierno me ha puesto la cara muy vieja y muy amargada. Basta ya.


Es una suerte que para empezar a quitarme esta cara de pedo chungo este fin de semana haya estado fuera con mis padres de escapadita familiar. Viajar con tus padres es muy divertido al principio porque es todo un déjà vu, y estás en plan “¡ay qué gracia, si es como cuando era pequeña!”. Luego ya la cosa deja de tener tanta gracia porque es que efectivamente, vuelves a tener 12 años y nada ha cambiado.



Para empezar, los CD’s que hay en el coche son los mismos que los de hace 15 años, y aquí tu padre te puede plantar el primer disco de La Oreja de Van Gogh “para las niñas, que les gusta esto”, y quedarse tan pancho. Claro, una ya le dice:




-Por favor, que este disco es del año de la pana, ¿no tienes otra cosa así como más actual, de esta década aunque sea?


Y no, no tiene, porque el primer disco de La Oreja de Van Gogh es EL disco de las niñas en el coche, y es lo que hay. El resto es música clásica. Así que te planta la radio con los 40 principales (como cuando tenías 12 años), y a correr. Y cuando te ve el morro torcido te suelta:


-¡¡Y si quieres escuchar otra música en el coche pues te grabas un CD y me lo das para que lo tenga aquí, pero mientras tanto en este coche habrá lo que yo quiera y punto!!




Y punto, claro.


De todas formas, el ambiente que se masca entre mis padres es mucho más divertido que cualquier melodía que haya en el coche, dónde va a parar. Y es que mi madre se convierte en Marta cuando se sienta en el asiento del copiloto, es la voz del GPS personalizada para mi padre.




Ella se pone muy seria muy seria y le empieza:

-Ten cuidado que esta carretera no la conoces, ¿eh? Así que ve despacito a ver si nos va a pasar cualquier cosa

Mi padre en silencio.

-¡¡Pero no tomes la curva así, que es muy cerrada!! ¡¡curva, curva, curva, curva!

-Me tienes de que decir “curva derecha ras” o “curva izquierda ras”, solo “curva” no me vale.

-Mira que dices tonterías eh, lo que te gusta a ti hacer el bobo. Mira la señal del ciervo, ve con cuidado que es de noche y nos van a saltar aquí a la mitad de la carretera y a ver cómo frenas, ¡despacio te he dicho!




Mi padre silencio.

-Mira, “precaución, carretera frecuentada por ciclistas” ¿a qué velocidad vas?

-¡¡Pero qué ciclista quieres que me salga aquí a las 3 de la mañana por esta carretera perdida!!!

-¡No me mires a mí, mira a la carretera! Bueno, ¿pero a qué velocidad vas?

-A 100.

-¿A 100? ¡Pues muy mal porque en carretera nacional con un arcén menor a 1,5 metros la velocidad máxima permitida es 90! ¡que yo también tengo el carné! ¡Baja que nos comemos un ciervo!



Mis padres en un coche. Cuando mi madre está lejos mi padre la llama “el control de velocidad” y se parte de la risa.


Sin embargo, este fin de semana y sin que sirva de precedente mi madre tenía razón: había que ir despacio.


Lo que nos ha pasado ha sido de expediente X, y es que lo que nos encontramos en la carretera el domingo cuando íbamos en el coche no fue ni un ciervo ni un ciclista ni nada que entre dentro de lo “normal”: el domingo, lo que nos encontramos en una travesía entre dos pueblos fue nada menos que a una anciana feliz de la vida en una silla de ruedas ahí varada en medio de la carretera.






Lo más increíble de todo es que la buena mujer ni corta ni perezosa nos saludó todo simpática mientras nosotros la esquivábamos con el coche y la mirábamos alucinando en colores como si fuese una marciana. Y ahí la dejamos.


A 10 metros vimos que había un centro de día de viejecitos… se les habría escapado a saludar a los turistas.