Yo, en
mi caso, y en parte influenciada por las cosas del amor, soy fan a ultranza de mi
querido novio.
Mi
amado, del que ya os he hablado en alguna ocasión, es un chico que entró hace
un par de años en la crisis de los 30. Ningún hombre os hablará de ella, pero
existe. Todo hombre que se aproxima a los 30 entra en pánico en algún momento y
se dice a sí mismo “oh, Dios mío, ya casi tengo treinta años, pero no, yo soy joven,
qué digo joven, soy jovencísimo, y voy a hacer deporte como cuando era un
pipiolo”.
De este
modo se ponen con sus 30 tacos sobre su espalda a correr como descosidos, nadar
como sirenas, o peor aún, jugar a Fútbol 7 con sus amigotes como cuando tenían
16 años, con el agravante de que a ellos los 16 les pillan lejísimos, y sin
embargo, sus contrarios en el fútbol sí gozan de esa lozana edad. Y las
comparaciones son odiosas. Muy odiosas, de hecho; con lo cual, esos partidos
suelen ser dramáticos.
Afortunadamente,
mi querido novio es futbolero pero lo de jugar al fútbol lo ha dejado en stand
by. Sus zapatillas de fútbol están guardadas no vaya a ser que un día le llame
el mismísimo Messi para echar una pachanga de domingo y él no esté preparado,
pero ya no lo practica. Desde hace dos años sale a correr con asiduidad, pero
claro, ese es un deporte que no hace quipo, el vínculo de tener a los amigos
sufriendo juntos se pierde, y eso sí que no puede ser. Los amigotes tienen que
sufrir juntos.
Y para
sufrir todos juntos en amor y compañía, mi querido novio monta en bici. Monta
en Montain Bike, para ser más exactos.
¿Y qué
significa esto? Pues que todos los amigotes tienen sendas bicicletas y trajes
ridículos de ciclista – lo siento por todos los ciclistas del mundo pero esos
trajes que os ponéis son mal, ¡Son mal! – y se van los sábados por la mañana con
sus juguetes a matarse a hacer kilómetros por el monte. Y yo que leo el
Cosmopolitan, y el Cosmopolitan reza que hay que apoyar los hobbies de tu
pareja, le aplaudo y le hago la ola y me intereso por sus rutas por parajes
naturales perdidos de la mano de Dios. Así, cuando llega a casa pongo cara de
interesante y le pregunto, y él todo contento me cuenta.
Pero
claro, esto de interesarse por el recorrido una vez ha terminado la ruta es
cómodo, pero no es muy de “Cosmo dice: apoya a tu pareja en sus hobbies”, menos aun cuando
se apunta a estas carreras populares donde van miles de ciclistas a hacer la
misma ruta todos juntitos. No, no, no. Y eso tenía que cambiar. Así que,
aprovechando que tengo una amiga cuyo novio también es un frikiciclista e iban
ambos a hacer la misma ruta, nos fuimos con ellos a hacer de supportive girlfriends. Supera esa,
Cosmopolitan.
Total,
que el pasado fin de semana nos fuimos mi amiga y yo, con nuestros respectivos,
sus bicis y con la perra a Tudela, a verles hacer la “Extreme Bardenas”. La
Extreme, para aquellos afortunados que no la conozcáis, es una ruta de unos 100 kilómetros que hay por
mitad del desierto que hay por allí, y a la que se apuntaron 1.345 frikicilistas.
Pero ninguno de los que recorrieron la ruta vivieron la Extreme como lo hicimos
nosotras, eso seguro segurísimo.
Aquí mi
amiga y yo, de aquí en adelante Pin y Pon, amanecimos junto con los atletas el
domingo… ¡A las 6 de la mañana! Vamos, que si eso no es apoyar a tu pareja me
planto en la redacción del Cosmopolitan a arrancar las largas cabelleras de las
periodistas que van recomendando eso por la vida. Bueno, 6 de la mañana, y nos
vamos a un pueblo aún más perdido de la mano de Dios donde estaba la salida… ¡Y
aquello estaba que no cabía un alma! ¡Y eran las 7:30! Increíble. Y qué sueño.
Y no os
lo perdáis que nos fuimos a esa hora porque… había que coger sitio para la salida.
Sí, sí. Que la salida era a las 8:30 pero estuvimos una hora mirándolos hacer
cola antes de la salida. Eso sí, había un ambientazo que daban ganas de coger
la bici y hacer la ruta. Todos nerviosos apelotonándose en la línea de salida,
música motivante a tope, y un señor speaker que no entendía que hablando al
micro no era necesario gritar y nos estaba dejando sordas. Así llegó la salida:
8:30, cohete, confetis por el cielo, e It’s
the final countdown sonando… y los ciclistas saliendo andando apoyando los
pies en el suelo porque eran tantos que no podían salir rodando. Pues sí que empezábamos
bien.
Total,
que ahí los frikiciclistas se fueron pensando “buah, chavalote, menudo ambiente
hemos dejado en el pueblo este” y la realidad fue que según se fueron todos
quitaron la música de cuajo y que allí no había ni un alma. Todas las casas cerradas,
nadie por la calle, y Pin, Pon y la perra buscando dónde desayunar. Menos mal
que nos abrieron el bar de la piscina municipal y la población del pueblo pasó
a ser: Pin, Pon, la perra y la camarera de la piscina municipal. Vamos, que de
ambiente, nanai de la China.
La parada
1 estaba en medio de una carretera Nacional que habían cortado para que los
frikiciclistas pasaran de un trozo de desierto a otro trozo de desierto. Nos plantamos
ahí con unos pocos que habían ido a hacer de groupies y un montón a los que les
habían cortado la carretera “por culpa de la mierda esta de carrera o no sé yo
el qué se han montado aquí hoy”.
Nosotras
nos quedamos casi hasta que pasó por ahí el último de los 1.345 ciclistas, y
claro, la gente que había mirando fue descendiendo drásticamente, hasta que
solo estábamos: Pin, Pon, la perra y el Guardia Civil que estaba cortando la
carretera e indicando a los frikiciclistas por dónde ir. Y eso de estar en
medio de la nada pasando calor une mucho. Y nosotras que somos de natural
charlatán pues nos hicimos amigas del Guardia Civil.
Que si “No
sé si habrán pasado ya vuestros novios, si me preguntarais si he visto pasar en
mallot negro a una rubia espectacular pues igual me acordaría, pero así un
chico alto… pues no”, que si “Ah, qué suerte, que tú ya lo has visto y te ha
dado un beso, y no vas tú y dices que qué asco el beso con polvo y con sudor
¡Ahora entiendo yo por qué mi mujer cuando llego a casa me dice “tu dúchate que
yo te preparo la comida” mientras me hace la cobra!”, que si "¡Qué gracioso! Que te han dicho "eso es una cuerpo y no el de la Guardia Civil" ¿no lo habéis oído?", que si “Oye, chicas, en
vista de que los corredores os miran más a vosotras que a mí, corto yo el
tráfico y vosotras les indicáis por dónde tienen que seguir”.Y nada, ahí
estuvimos diciendo a todos los frikiciclistas “¡Muy bien, chicos! ¡Es por ahí!”,
y el señor agente de la ley apuntó nuestra sugerencia de poner un cartel con
una flecha indicando el camino para próximas ediciones de la carrera. A ver si
se cree que va a tener a dos niñas monas con un perro indicando a 1.345 bicicletas
por dónde tienen que ir. Y alucinad en colores, que nos despedimos del señor
agente de la ley con dos besos y nos hicimos fotos con él. Nosotras con nuestra
cámara, y él con su móvil. Y eso que nosotras, preocupadas por su uniforme le
preguntamos “¿pero puedes sacarte fotos estando de servicio?” y él nos dijo que
sí, que no nos preocupáramos que no iba a subir las fotos a ningún lado, y que
podía sacarse las fotos y que le gusta tener recuerdos de gente simpática con
la que se va cruzando en el trabajo. ¡Muy majo!
La
parada 2 se suponía que iba a ser larga y aburrida, y teniendo en cuenta los
solísimas que habíamos estado el resto de la mañana íbamos a estar solas en
medio del desierto. Por este motivo, habíamos planeado un shooting (vamos, una sesión de fotos de toda la vida) de la marca
de bisutería que lleva mi amiga en medio del desierto. Pin, Pon y la perra de
shooting con collares, pulseras, anillos, en medio del desierto, sin un alma
alrededor, haciendo tiempo hasta hacer de groupie.
Sí, me hace mucha gracia la palabra shooting. Ya escribirla ni os cuento.
Sí, me hace mucha gracia la palabra shooting. Ya escribirla ni os cuento.
Total,
que nuestro plan se fue a la mierda. Llegamos a donde teníamos que verlos, ¡y
aquello estaba petado! O sea que eso de desierto, soledad, joyas y shooting se
fue al traste. Yo que llevaba ya una semana pensando “bueno, bueno, voy a hacer
de modelo en medio de la nada poniéndome pulseritas y así, y voy a contar aquí en
el blog qué tal eso de hacer de supermodelo de shooting en el desierto” y
llegamos y ahí estaba todo lleno de domingueros con sus neveras esperando a los
ciclistas.
Sin
embargo, nosotras somos unas profesionales, y el shooting de Unea (¡mirad su
Fan Page de Facebook!) estaba apalabrado. Así que disimuladamente yo me llené los
brazos de pulseras hasta el codo, y me puse collares por delante y por detrás.
La otra cogió la cámara y click, click, click, nos hicimos las fotos. Fue un shooting
acelerado, porque los ciclistas llegaron en seguida, y encubierto, porque eso
de posar no sucedió.
Sin embargo,
sí, dimos la nota. Todo el mundo a nuestro alrededor se dio cuenta de la jugada
y nos miraba con cara de “¿Pero estas dos pavas qué hacen?”. Pero bueno,
profesionalidad ante todo.
Así las
cosas, bajamos a meta y dimos saltos de alegría cuando llegaron nuestros
chicos. Ellos tan contentos, y nosotras, la verdad, que lo pasamos bien. ¡A mí
se me hizo cortísima la mañana! Hacer de groupie es lo más.
Ah, y a
la perra la fundimos. El día más largo en la calle de su vida. Ha pasado de
odiar ir en coche a casi tirarse de cabeza en el coche de cualquiera cuando ve
una puerta abierta. Si es que echarse una siestecita con el aire acondicionado
puesto es un lujo perruno.