Antes de comenzar el escrito de hoy, una nota
aclaratoria, que luego me la voy a ganar: el contenido de estas entradas son
deformaciones de la realidad, exageraciones, invenciones, y no tienen por qué ser
lo que pienso en absoluto. ¿Eh, cari?
Así que nada de morros en la comida. Y ¡Un besote,
cosita, que me estás leyendo, sí, tú!
Dicho esto, hombres del mundo, os voy a dar la clave
definitiva para acertar con los regalos que tengáis que hacer a cualquier mujer
en cualquier ocasión. Incluso si os queda toda una vida por delante haciéndole
regalos. Incluso si os encontráis sin ninguna idea de qué regalar. Incluso si
lleváis años haciéndole regalos ya. Apuntad a fuego esto que os voy a decir,
que es la clave de la felicidad: nunca, nunca jamás, never, ever, jamais, nunca, tendremos suficientes bolsos,
zapatos, o ropa. Podéis regalarnos de eso todo el rato. Sin parar, sin parar,
sin parar. Que nos gustará, siempre, todo el rato, mucho. Será un acierto.
Garantizado.
Y eso, chicos, es todo lo que necesitáis saber. Con
esta lección de vida podría dar por zanjada la entrada de hoy, pero no, vamos a
hacer un poco de sangre aquí porque la ocasión lo merece.
Resulta que este fin de semana hace un lustro empecé
a salir con el que hoy es mi compañero de piso y casualmente también mi querido
novio. Una efeméride a celebrar, sin duda, pues hemos sobrevivido a numerosos
contratiempos, como por ejemplo no sacarnos los ojos a cuenta de nuestra amada
perra. Una efeméride a celebrar, pero la semana pasada la conversación con mi
amado novio fue la siguiente:
-He estado hablando con éstos a la mañana. Estamos barajando la
posibilidad de ir a pasar el día el sábado todos juntos a Pamplona. Ahí San
Fermín, aperitivo, comer por ahí, copas e igual incluso conseguimos entradas
para los toros y todo. Es un planazo. Yo ya he dicho que sí. ¡Viva San Fermín!-
Le dije yo, todo contenta.
-Pero, ¿y el sábado?
-Sí.
-Pero, ¿Y les has dicho
ya que sí?
-Sí, claro. Qué pasa.
-¿Pero entonces vas a ir a Pamplona el sábado?
-Pues sí, sí, sábado, Pamplona, en eso hemos quedado. Pamplona,
San Fermín. ¡Viva San Fermín!
-No, no, yo te lo decía porque como este fin de semana era
nuestro aniversario…
- AY, JODER.- EPIC
FAIL de los gordos.
Sí, se me había olvidado por completo. No tenía
interiorizado para nada esto del aniversario. Vamos, que quedé fatal. Encima,
al decirles a mis amigos que abortaba el plan San Fermín porque era mi
aniversario y se me había olvidado por completo no veáis las risas. “Anda que
vaya cabeza” “No me puedo creer que tú hayas olvidado el aniversario y él se
haya acordado” “Parecéis los de matrimoniadas a la inversa”. En conclusión:
quedé horriblemente mal y encima se han reído de mi persona a base de bien.
Pero sigamos hablando de este fantástico fin de
semana de amor desenfrenado. Porque sí, aun queda tela que cortar. Recuperemos
el tema de los regalos.
La emoción por el aniversario olvidado me hizo
saltarme a la torera el pacto que teníamos de “Este año no nos hacemos regalo
por el aniversario, porque nuestro regalo son nuestras vacaciones. Nada de
regalos ¿eh? Pero en serio, nada de nada. Nada. Vale, trato hecho” y salir a
comprar cositas para mi amore. El motivo fundamental para saltarme el pacto es
que mi querido novio se lo salta siempre.
Mi amado, según parece, es de esos chicos que ha
cogido alguna vez un Cosmopolitan entre sus manos y ha leído uno de esos
artículos que recomienda entre fotos de gente enamorada “¡Sorprende a tu
pareja!”. Y él sigue la recomendación a rajatabla, que para algo es ingeniero. Así
que, la verdad, tengo mucha suerte porque siempre recibo detallitos chulos,
regalos bonitos o regalazos increíbles.
Sin embargo, ay amiga, no todo iba a ser de color de
rosa.
Yo le compré unos zapatos preciosos, que él ya había
visto y que le gustaban mucho. Iba sobre seguro, soy así. Comprar regalos para
hombre me resulta complicadísimo y entro en tensión cada vez que llega un
cumpleaños, aniversario o Reyes Magos para caballero. Me da una inseguridad
tremenda. Pero estaba feliz con mis zapatos acierto seguro. No me aguantaba la
ilusión, y como sabía de la mentalidad “Sorprende a tu pareja” me dije “Ya sé.
Se los voy a dar hoy mismo, que no es nuestro aniversario. Cumplo el pacto y por
una vez soy yo la que sorprendo a mi pareja. Madre mía ¡Qué astuta soy!”.
Así que el mismo miércoles le di mi regalo. ¿Y qué
pasó? Pues que él también tenía su regalo para mí. Si es que esto de “sorprende
a tu pareja” es una lucha encarnizada agotadora. Él había vuelto a ganar la
partida.
Total, que me da mi regalo, un miércoles, y quiero
máxima atención aquí y ahora porque mi terroncito de azúcar me regaló, de
regalo de aniversario, por estar un lustro entero juntos sin sacarnos los ojos,
redoble de tambores por favor…
Un pulsómetro.
Y se quedó tan ancho.
Desde el miércoles llevo estudiando las reacciones
cada vez que digo “Mi novio me ha regalado un pulsómetro” y sois todos iguales,
que lo sepáis.
Ellas: Se les congela la sonrisa que tienen en la
cara y abren los ojos como platos. La idea del pulsómetro les espanta, normal.
Pero bueno, sonríen amablemente y mientras su mirada dice claramente “te
acompaño en el sentimiento” su boca dice “Pues qué bien, ¿no? Ahora que estás a
tope con el gimnasio”.
Ellos: Les brillan los ojos de la emoción. “Joder,
qué guapo el pulsómetro, ahí blanco. Además este modelo hace mogollón de cosas.
Es un regalo súper útil, qué suerte”. Y les parece un regalo de los buenos
buenos.
Ellas-amigas: Se ríen de mí. Así, sin paliativos ni
nada. Se ríen de mí, y se apiadan de mí también. Pero sobre todo se ríen. Dicen
“Ay pobre, un pulsómetro ¿Pero este
chico no conoce Zara? Y además estando en rebajas…qué pena, qué pena”
Vamos a ver, gente del mundo que tenéis a bien
leerme. Un pulsómetro no es un regalo de aniversario. No. Es muy útil, sí. Es
bonito, bueno, es discutible porque las cosas deportivas bonitas, bonitas, no
son. Aunque sean blancas. Hace muchas cosas, es posible pero no tengo ni idea
porque tengo que estudiar las instrucciones. Lo voy a usar, probablemente, si
sigo yendo al gimnasio sí lo usaré. Pero ya os garantizo yo que, por mucho que
se me hubiera olvidado que era el aniversario, eso no es en absoluto un regalo
de aniversario.
Sé que os parece increíble que queramos tener más
bolsos o más zapatos, que ya tenemos muchos de esos, que os cuesta dolores de
cabeza dar con algo genuino, útil y que no tenemos aun. Pero no, no queremos
nada genuino y por supuesto no queremos nada útil. Útiles son los calcetines. Y
estoy bastante convencida de que vosotros no queréis calcetines de regalo de
aniversario.
Dicho esto, os diré que en realidad lo del
pulsómetro ha sido una bendición. Ahora tengo el bicho ese que usaré en el
gimnasio, y por otro lado tengo permiso moral para irme de rebajas. Ya tengo
dos vestidos nuevos. Hoy me compro unos taconazos, lo estoy viendo.
Y, entre tú y yo, ahora que no nos oye nadie, te
diré que yo creo que no me gasto el dinero en comprarme un pulsómetro de esos
ni de broma, vamos. Así que mira, ahora ya lo tengo y yo me gasto el dinero en
algo que me haga ilusión. Y es que a veces no hay mejor regalo que mimarse a
una misma.