Inciso: sí, soy
bailarina frustrada y también muy fan de Star Wars, y que te gusten ambas cosas
es perfectamente compatible (y visto lo visto, no tan raro).
…Y cierro inciso.
Total, que yo quería aprovechar un día tan significativo
como ese para presentaros a mi querida y particular princesa Leia -mi perra-. Contaros
“en clave de humor” todo lo que ha ido mordiendo por casa o lo que nos ha
cambiado la vida ahora que ella ha llegado a nuestras vidas; escribir un poco
sobre ese nuevo universo perruno que se abre ante ti cuando recoges un perro
por primera vez en tu inocente vida, vamos.
No obstante, estos días han sido fatídicos y tenía más ganas
de estrangular a la susodicha que de escribir sobre ella, ¡Y muchisísimo menos
en clave de humor! Una entrada sobre Leia el lunes pasado habría sido una
retahíla de juramentos malsonantes hacia
ella y lloros dramáticos para mi pobre casita que está patas arriba desde que
ella cruzó el umbral.
Ha hecho falta una esterilización perruna –también conocida
como vaginecnosecuántitomización-, para
que “esa perra inmunda” haya pasado a “ay pobrecita, mi cosita bonita”. Y ese
sofá roto a tiras y ese armario destrozado a mordiscos (entre otros) ya no son
tan dramáticos. Ahora ya estoy de nuevo concienciada con la psicología perruna,
y adoro a mi pobre perri y solo quiero que sea feliz como una perdiz.
Porque sí, amigos, esto de tener un perro en el siglo XXI es
como tener un niño pero en ridículo, porque claro, no deja de ser un perro,
pero ahora, los cuidados son como si tuvieras un bebé. Que si pienso especial
para cachorros, que si los comederos de acero inoxidable, que si premios para
darle cuando hace las cosas bien, que si una camita para la perra, y por supuesto, formación intensiva a base de
capítulos y capítulos y capítulos de César Millán, el encantador de perros.
Esto te lobotomiza el cerebro y te encuentras como una nueva
hippie-hipster hablando de “la energía del perro” y del “equilibrio cerebral
del perro”, y de “estar en consonancia con el entorno”, y de “ser el líder de
la manada” (Bueno, esto último muy hippie no es, pero es lo que toca, ser la
líder). Vamos, loca perdida, pero como es lo que dice César Millán, va a Misa.
Y ahí estás tú, haciendo todos los ejercicios del mundo para que la perra te
vea como líder, y que a la vez esté educada, y que sea feliz y equilibrada, y
obediente, y canalice su energía y bla, bla, bla.
Para más inri, poco a poco te vas metiendo en un nuevo mundo.
Te haces con una “pandilla” perruna, y te juntas todos los días con los mismos
dueños de perros para que el tuyo juegue con ellos. Evidentemente, tu relación
con tu nueva pandi es puramente circunstancial, porque a ver en qué otro
momento de tu vida te ibas a juntar tú con un grupo tan variopinto como ese. Pero
nada, ahí estás echando las tardes, por tu perro.
Como esta nueva pandi no son tus amigos ni son nada, hablas de lo
único que te une a ellos, o sea, los chuchos. Que si qué tal va el tuyo, que
cómo come, que si es más de comer de mañanas o de noches, que si el mío ha
pasado una noche horrible, que si a ver si el tuyo ha dejado de hacer pis en
casa, que si el mío tardó sólo un mes, y todo tipo de cosas fantásticas que
hacen nuestros respectivos cuadrúpedos.
Total,
que en mi caso, yo que juraba y perjuraba que no iba a caer en esa horterada de
tener un niño-perro, me echo las tardes con los amigos de Leia y sus dueños, y
les voy haciendo el tercer grado cada vez que me junto con ellos. Epic fail. Eso sí, he de decir que me
intereso por las historias de los demás para poder aplicarla a mi relación
personal con Leia, y es que no tengo una perra al uso, no, no no. Ella es una
perra especial, diferente, fuera de lo normal; y no es amor de dueña, no, es
que tengo una perra con ansiedad por separación, también conocida como APS.
¿Cómo
se os queda el cuerpo serrano? ¿Eh? ¿Eh? ¿A que eso no lo habíais visto venir? Ale,
pues ahí lo tenéis. Esto es lo que ha acarreado humanizar a los perros, una
perra depresiva como si fuese una persona humana con dos piernas, pero no, es
un can.
¿Y qué
significa tener APS? Para esos amigos lectores que no habéis caído en la
tentación de tener un perro y esto os suena tan ridículo como cuando yo lo oí
por primera vez: significa que cuando se queda en casa sola se pone muy triste
muy triste porque se cree que te vas para no volver nunca jamás, y entonces en
venganza te rompe la casa. Pero ojo, que no es por joder (ops! Palabrota, pero
requerida), lo hace porque está fatal, nerviosa, deprimida, triste, y no le
puedes echar la bronca al llegar y encontrarte tu casa como si el diablo de Tasmania
hubiese decidido asentarse por ahí, no, no, porque entonces se cree que le
echas a bronca sólo por el hecho de verla a ella, y ya eso es de dueña
desalmada.
Vamos,
que ella está pico y pala rompiendo todo a su paso mientras tú trabajas, y
cuando llegas y te encuentras la casa como una verbena (Copyright: Miguel
Bosé), le tienes que ignorar y no decirle nada de nada. Solo “Hola, muy bien
Leia, a tu cama”, y ya te pasas media hora recogiendo sin hacer ver que ha sido
por su culpa. Todo muy normal.
Y le
ignoras cuando te destroza el sofá, y cuando te parte las puertas de los armarios
(vale, eran de Ikea, pero eran armarios), y cuando saca uno a uno los abrigos
de dentro de los armarios y te los desperdiga por casa, y cuando se escapa de
un transportín homologado para volar, y cuando te muerde tus zapatos de tacón
sin estrenar, y te rasga tu blusa nueva de Reyes, tu nada, ahí, firme. Ignorar.
Como si no fuera contigo la cosa, como si no te importara nada.
Evidentemente,
las ganas de sacarle los ojos están ahí, pero hemos ido optando por medidas alternativas
y dejando lo de los ojos para más adelante. ¿Cuáles? Bueno, para eso tendréis
que esperar un poquito, que bastante os he martirizado ya.
¡Feliz
día!