Día dos
de blog y aun sigo al pie del cañón, ¡Bien por mi! Esto del blog ha cambiado en
48 horas mi forma de vivir, y voy por la vida pensando “¡Uy, esto para el blog!
Que no se te olvide, que a ver si un día te quedas sin saber de qué escribir”.
Total,
que para hoy tenía pensado hablaros del porqué del nombre “Bailarina Frustrada”
cuando nunca jamás hice ballet, presentaros a mi drama mamá (porque no, Amaya Ascunce
no es la única que posee una de esas, palabrita), pero he sufrido un
acontecimiento que me ha empujado a cambiar mis panes. “Mis dos lectores
anónimos tienen que saber de esto”, me he dicho, y aquí estoy.
El caso
es que di con mis huesos en un centro de estética porque claro, la operación
bikini ya ha empezado, y estoy en plena campaña de retirada de pelusilla en mi
cuerpo serrano. Que me estoy haciendo la láser, vamos. Y como si estar
tendida en una camilla con unas posturas inverosímiles delante de una desconocida
“armada” no fuese ya suficientemente humillante, para estas maniobras me hacen
ponerme una “braga higiénica desechable”.
Espero
que sepáis de lo que os hablo sin necesidad de mostrároslo, porque de hecho,
pensé “Voy a sacarle una foto a esta cosa y hago la entrada en el blog de esto”,
pero es que era una cosa TAN sumamente espantosa, que no fui capaz de
fotografiar semejante atrocidad.
Pero
vamos a ver, esteticienes y masajistas del mundo mundial (Copyright: Manolito
Gafotas): ¿En qué momento se os ocurrió ponernos ese invento del diablo a
vuestros pobres clientes? ¿Qué objetivo tiene? Porque, sinceramente, yo higiénico
no lo veo con todo ahí al aire. Partiendo de la base de que esa “braga” tapa lo
mismo por delante que por detrás, ya se ve que algo no marcha bien; o sea que
tapar, tapa poco.
Por
otro lado, en el caso de los masajistas… esto, vamos a ver: cuando el común de
los mortales nos imaginamos a nosotros mismos disfrutando de un masaje
relajante que te pone el vello de punta en ningún, ningún, ningún caso entra esa
telita chunga en el fantaseo. Yo, personalmente, solo he ido a recibir un
masaje una vez en mi vida, y no vuelvo. Solo podía pensar “Dios mío, que me está viendo con esta braga
chunga asquerosa, ¡Qué vergüenza! Que se acabe esto ya…”. Total, que un masaje
nada placentero.
Moraleja:
por favor, a quien corresponda, vamos a replantearnos la utilidad de esas bragas
asquerosas, que no les veo yo mucho sentido.
¡Feliz
día!
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