2 de diciembre de 2013

SICK OF LOVE


Este viernes tuve una agradable tarde lectiva del máster que me he apuntado a hacer. Nuestra profesora del día era una culo inquieto, twitera empedernida, Directora de comunicación de una empresa, bloguera de renombre y experta en redes sociales.

Una crack, vaya.

Nuestra profesora-ponente nos habló de Internet y su universo paralelo, y dijo cosas que me dejaron de pasta de boniato, y me reafirmaron en que he emprendido el camino equivocado como Bailarina-Frustrada-bloguera-que cuenta-sus-miserias-para-descojone-del-personal.
 
 

Resulta que, en el universo paralelo de Internet, la gente con muchos followers en el Twitter y los blogs con muchos lectores son generadores de opinión (Hasta aquí, todos enterados). Lo que pasa es que, ahora, las empresas se han dado cuenta de que la gente hace caso a esos blogueros ocultos tras su ordenador y han pensado “oye, que igual hay que invitar a estos frikis que escriben por el Internet a comer en nuestro restaurante/dormir en nuestro flamante nuevo hotel/invitarles a un fin de semana en Soria/llevarles de cata de vinos a nuestra bodega/regalarles este inventito que acabamos de hacer, y que luego lo pongan bien en su blog y nos vengan clientes con la Visa en la boca”.

¡Y lo hacen!

Total, que estoy yo aquí haciendo el blog-indio mientras ahí fuera hay gente que se pega la vidorra padre a costa de empresas que les pagan juguetitos y mini vacaciones. Todo para que luego digan “En no sé qué restaurante se come súper bien. Recomiendo especialmente el arroz con foie. Aquí la dirección”.

Estoy indignadísima. Yo también sé escribir eso, como manjares cual niña desnutrida y bebo como una rusa siberiana. Podría recomendar un millar de cosas. Podría hasta prestarme voluntaria para tan arduas tareas.

Pero no todo es indignación,  ya que nuestra profesora-ponente también dijo “Yo siempre recomiendo abrir un Word antes de abrir un Blog, porque escribir un blog con contenido todos los días es complicado”, y yo lo hago todas las semanas desde hace ya ocho meses. Lo del contenido interesante no lo tengo tan claro, pero escribir, escribo.

De manera que con esto ya me quedo más contenta. Y, siendo realistas, mucho me temo que tampoco es que tenga hordas de lectores, así que no creo que me fueran a invitar a ningún lado.

En cualquier caso, Querido Novio mío: te hago saber que la profesora ponente en cuestión era Puy Trigueros, de La Rioja Turismo, y he decidido que nos vamos a ir en plan amor-amor a La Rioja de bodegas ¡Ya! Que tengo un antojo malo malo malísimo de bodeguita vinicultora, cata de vinos ricos, Calle Laurel y comer como una ceporra.
 
 

Me imagino que las charlas de nuestra profesora no tenían como objetivo que la relacionáramos con vino, pero mi cerebro a veces me hace estas gracietas. Cada vez que la veía pensaba “Uy qué ganas me da esta mujer de irme un fin de semana a disfrutar a La Rioja”.

Lo siento, Puy. El resto de la clase estuvo bien, pero aquí servidora es de buen comer. Es lo que hay.

Además, mi Querido Novio y yo nos debemos una escapada de mucho amor-amor y más yo-mi-me-conmigo, que nos tenemos que resarcir de este fin de semana que hemos pasado.

En teoría, nuestro plan era fin de semana los dos juntos con la perra de excursión. Paseos románticos por el campo, comidas ricas, noche acurrucados al calor de una chimenea en una casa rural. Es decir, plan moñas romántico total.

En la práctica, la idealización del fin de semana se fue al carajo. Y ahora os cuento por qué. Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes:

El plan de excursiones se tuvo que abortar a eso de las cinco de la tarde porque evidentemente, es ya diciembre y anochece temprano. Como es lógico, andar por mitad del campo a esas horas es cuanto menos suicida (y yo tengo pánico agudo a la oscuridad). Bye bye, paseos amorosos de la manita con la perra correteando feliz y contenta a nuestro alrededor.

Por otro lado, y siendo brutalmente honestos, pasear por el campo chupando frío de manera gratuita es bastante estúpido. Y no os quiero ni contar cuando nos pilló un chaparrón en medio de la nada. Las comedias románticas sobrevaloran ostensiblemente el romanticismo del frío y la lluvia. El frío y la lluvia dan frío y mojan. Se te congelan los pies y moqueas. No es romántico. Es un engorro y una una M I E R D A. He dicho.
 
 

Las comidas ricas tampoco pudieron ser. “¿Por qué?” preguntaréis vosotros mientras leéis esto “si eres una zampabollos de cuidado y te chifla comer”. Correcto, veo que me vais conociendo. Sin embargo, si vas agarrando una can de una correa, como es lógico, no te dejan entrar a un restaurante. Así que tuvimos que conformarnos con malcomer unas raciones en la calle (vuelvo a insistir por si esto no había quedado claro: chupando frío).

Con estas características tan maravillosas como descripción de nuestro plan del sábado, huimos a la casa rural en busca de calorcito. Y aquí llegó el plato fuerte del “finde amor-amor”.

Las pelis románticas no cuentan que la lluvia y el frío son lo peor y que además, te hacen enfermar.

Por fortuna, servidora está vacunada de la gripe y me he convertido en una especie de gladiadora de la enfermedad. Soy fuerte como un roble e inmune a sus ataques. Puedo pasear a cuatro grados por la puñetera nada más absoluta bajo la lluvia que yo me mantengo sana y lozana.

Sin embargo, no todos son tan suertudos como yo, y es que mi amado novio (sí, ese tan deportista) se puso malo malísimo.
 
 

Claro, tanto frío, tanta lluvia, tanto “vamos a comer en esta terraza que tiene una sombrilla para que nos tape de este diluvio infernal que está cayendo” y tanto paseo tanto paseo, que al final, salió el bicho.

De manera que el fin de fiesta fue: 19:30 del sábado, el Querido Novio temblando por la fiebre en la cama con siete -sí, 7- mantas encima, bien de doping en el cuerpo y sueño reparador. Servidora se fue a la cama a las diez sin cenar y tras mirar todas y cada una de las gilipolleces que eran dignas de leer en la red (Gracias, 3G, no sé qué habría sido de mi sin ti). El domingo amanecimos a primera hora, desayuné por los dos (mi Querido Novio no estaba para fiestas) y vuelta a casa. Hogar dulce hogar.

Un plan que, como veis, dista mucho de ser romántico empalagoso. Sin embargo, lo peor no ha sido que el fin de semana. Lo peor ha sido explicar a las mamonas de mis amigas el fin de semana que he pasado. La conversación anoche fue más o menos así:

-Bueno bueno, Bailarina. Cuéntanos, ¿Qué tal el fin de semana de amor rural?

-Pues nada, se chafó. El Querido Novio se puso malo el mismo sábado por la tarde y me tocó hacer de enfermera en la casa rural esta que estaba en el mismísimo Mordor, y esta mañana vuelta casa a primera hora.

-¡Qué me dices, vaya pena! ¿Pero está bien?

-Sí, ahora ya está muchísimo mejor. Pero se siente culpable de haber chafado el plan.

-Ay, qué pobre. ¿Y no hiciste de enfermera sexy? ¡Era el momento de sacar el disfraz de enfermera putorro!
 

 
Aclaro desde este momento que no tengo ningún disfraz de enfermera putorro, por lo que sea que estéis pensando, depravados.

-Sí, claro. Estaba e hombre para disfraces de putorro. Además, con la bronca que le eché me habría venido mejor el disfraz de dominatrix.

Vuelvo a aclarar que tampoco visto disfraces de dominatrix. Cómo estáis hoy, amigos.

-¿Y eso?

-Pues porque es malísimo enfermo y empezó a entrar en pánico con que estaba fatal y que le iba a dar algo, que no podía parar de temblar y le tuve que llamar al orden y hacerle entrar en razón a gritos. Vamos, un show.

-¡Pobre!

- Sí, pobre. Eso sí, no creo que el disfraz de dominatrix pegue mucho con abrirle la cama y ponerse a calentársela a base golpear la sábana bajera a mano abierta antes de que se metiera.

-Madre mía, qué cosas te pasan, mujer ¡Vaya situación!


Pues sí, vaya situación, pero ya pasó, y mi Querido novio está mucho mejor, que lo he cuidado súper bien.
 
 
 

Ahora bien, la próxima nos vamos a La Rioja y nos enganchamos un pedo tonto con vinitos. El plan no será tan “romántico” pero seguro que nos reímos más, y además, que el romanticismo es una engañufla y está sobrevalorado.

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