17 de febrero de 2014

CON SUS FLECHAS DE AMOR PARA TI


¿Qué tal lleváis este lunes post San Valentín? Yo creo que sigo con una resaca mortal de rosa, Cupidos y corazones. Madre mía, creo que este año el ensañamiento Valentinero ha sido especialmente intenso, ¡qué barbaridad!

 

Además, he de decir que la gente es, sorprendentemente, cada vez más proclive a celebrar esta efeméride. Que yo los miro y digo “¿Pero hijos míos qué se supone que estáis haciendo?  ¿Celebrar San Valentín? ¿Es una broma?”

 

Pero no, no es una broma. Ahí están en plan amor-amor, reglando osos de peluche de metro y medio y rosas y bombones. Qué cliché más burdo, por favor.

 

No. Yo no celebro San Valentín. ¿Sorprendidos?

 

Sí, ya lo sé. Muchos de los que leéis este blog os pensaríais que yo era una de esas típicas fans de San Valentín. Como soy una moñas y llamo a mi Querido Novio “Querido Novio” y “Cuchifritín” y demás apelativos cariñosos… ¡Pues no, bonitos míos! Habéis fallado el tiro de pleno.

 

San Valentín me pone muy nerviosa. Y eso que mi amado y yo celebramos cosas ridículas como llevar juntos “seis años y siete meses” o estar viviendo juntos desde hace “dos años y tres meses”; Pero San Valentín… Ese señor que trae tras de sí hordas de cajas de Ferrero Rocher, ese amante del rococó que deja la casa de Alaska y Mario en un estilo minimalista, ese fan de los cachorritos y de los peluchitos, ese, va en contra de mi religión. Ea.

 

Quiero, además, aprovechar este espacio en el mundo para hacer un poco de labor social, porque veo que Hollywood os está trastornando la materia gris. Os creéis todo lo que sale en las películas y NO, que os estáis volviendo tontos de capirote. Aquí va mi mensaje, corto, claro y conciso:

 

DESAYUNAR EN LA CAMA ES UNA GUARRADA.

 

De nada.

 

Ale, ya lo sabéis. Para la próxima, lleváis a vuestro amado el zumo a la cama, y que se levante a comerse el resto en una mesa como una persona normal. Tomar un desayuno completo en la cama solo se puede hacer en caso de ingreso hospitalario y si y solo si hay cables que te impiden levantarte a una silla.

 

Hombre ya de tanta tontería con el desayuno a la cama. ¿Acaso estáis enfermos? ¿No? Pues entonces arriba.

 

Desayunar en la cama es incómodo, porque uno se va escurriendo hacia dentro de las sábanas irremediablemente. Pero es que además, esas mismas sábanas se van recalentando y arrugando alrededor de tus extremidades, cortándote el riego sanguíneo. No hay ningún placer en quedarse ahí metido, atrapado, y sin capacidad de maniobra. Porque claro, además de estar agarrado por las sábanas, como te muevas más de la cuenta, la bandeja con el café que tienes sobre ti salta por los aires.

 

Total, que estás ahí, presa. ¿Planazo? Pues llámame tiquismiquis, pero he conocido situaciones mejores, la verdad.

 

Pero lo más importante, desayunar en la cama es una guarrada. Una cochinada. Una puerquedad. Las migas se caen a la cama, junto con el hojaldre del croissant o trocitos de galletas, y que quedan ahí, camuflados entre las sábanas para notarlos en tu cuerpo cuando te vuelves a acostar por la noche.

 

Puaj, es que no puedo con ello. ¡Qué asquito! Decid NO a los desayunos en la cama, por favor. He dicho.

 

Pero volvamos a “la fiesta del amor”, porque no he hecho sangre suficiente. Y es que este año, además, estoy enfadada con el mundo. Resulta que hay, oh sorpresa, un montón de postureo San Valentinero. Gentuza que dice todo digna y con cara de asco “no, si yo no celebro San Valentín, eso es de cursis y una fiesta supercomercial inventada por El Corte Inglés para fomentar el consumismo, pero a mi esos no me van a pillar ni de coña”, y luego,  llega el día D y pasa lo siguiente:

 

Sujeto 1:

-Oye, que vamos a ir a cenar unos cuantos y después a tomar algo, ¿te vienes?

-No, verás, es que mi novia me ha dicho que a ver si vamos a cenar al restaurante en el que nos conocimos, así que no puedo ir con vosotros.

-Pero entonces… celebras San Valentín.

-No, no, esto es cosa de mi novia, que le hace ilusión a la chica ir en plan romantico, y no es celebración. Es una cosa bonita pero nada más. Además, que no nos hacemos regalos ni nada de eso.

 

Claro, porque “ir a cenar al restaurante en el que nos conocimos” no es para nada celebrar San Valentín, cuidado.

 

Sujeto 2:

En este caso ya directamente ella, después de colgar el teléfono y con cara de mañana de Reyes exclama, sin medias tintas:

 

-Oye que me voy. Que resulta que mi marido ha dejado al crío con los abuelos y nos vamos a cenar los dos en plan de novios. ¡Y me ha venido a buscar con el coche! Así que me voy corriendo antes de que tenga que moverse. Mañana nos vemos. ¡Adiós!

 

Y, literalmente, se va corriendo (¡a sprint!). La del “yo no tengo edad para celebrar estas chorradas como si fuera una adolescente”, feliz como una perdiz corriendo al encuentro de su amado. Quién le ha visto y quién le ve.

 

Sujeto 3:

-Bueno, y tú qué, ¿Te vienes a cenar con nosotros?

-No, es que yo estoy esperando a que mi novio me recoja para irnos a cenar, pero no de San Valentín eh, de cena normal. Iremos a un cutrechino.

-Pues celebras San Valentín en un cutrechino.

-No, no, que no es celebración. Es una cena normal, de viernes.

-Ya, con ese vestido ROJO y los labios pintados a juego.

-Bueno, eso ha sido casualidad de hoy, que me apetecía ponerme esto. Pero que conste que ha sido lo primero que he cogido del armario, ¿eh? Bueno, que me voy ya. ¡Pasadlo muy bien!

 

Sujeto 4:

(Un crack, ya os lo adelanto).

-Ah no, no. Yo con vosotros hoy no puedo ir, que me voy a ir a casa a prepararle una cena así en plan bonita de San Valentín a mi chica. Llevo todo el día preparándola.

-¿Preparándola? ¡Qué romántico! ¿Y qué has hecho?

-Pues nada, he estado todo el día ignorándola y picándola para que se enfade conmigo, y ahora me voy a casa, le pongo una cena así especial, rica y cuando llegue… ¡sorpresa!

-¿Cómo dices?  ¿Que la has enfadado a posta?

-Sí, sí. No le he llamado ni escrito en todo el día, y cuando me ha llamado ella a mediodía le he dicho que no le podía atender, que estaba de cañas con mis colegas. Está cabreada como una mona.

-Estás de broma, ¿Verdad?

-Pues no, ni un poquito de broma. ¡Como una mona! Así que me voy ya para que no me pille con la cena a medias y se le pase el cabreo nada más entrar en casa, que si no sí que me la cargo del todo. Está que fuma en pipa.

 

Y se partía la caja. Un jugador en toda regla, ya lo veis. Eso sí, yo no quiero celebraciones de San Valentín así ni en pintura.

 

Plan final:

Pizza para 3, y después, Bailarina y dos súper compis del máster frente a una mesa llena de copas vacías diciendo a la 1:30 AM:

-Qué cabrones, en este momento estarán todos, todos, todos, follando menos nosotros.

-Seguro. ¡Mierda de San Valentín!

-¿Pues sabéis qué?

-¿Qué?

-Que nosotros vamos a celebrar San Valentín también, pero con un plan mucho mejor que el de ellos: ¡Vamos a salir de fiesta!

-¡VALE! ¡Qué ideón! ¡Chin-chín!

Choque de copas súper efusivo.

 

Sí, la mesa estaba llena de copas vacías porque nos las habíamos bebido todas nosotros.

 

Y después de esa fatídica idea genial, nos adentramos en una espiral de reggaetón, antros infernales, copas, un chico disfrazado de Cupido con una peluca rubia de bucles de estropajo de dudoso gusto, gafas fluorescentes que brillan en la oscuridad, copas, gente rara, piruletas de corazón y copas.

 

El sábado me quería morir. El mejor San Valentín de mi vida. Ahora bien, tengo que secuestrar ciertas fotografías de algunos móviles… Una gran noche.

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