Esta mañana
me he plantado en la oficina con los justito para subsistir, y es que tengo un
lunes en el que mi cuerpo ha salido de la cama y se ha ido a la oficina... pero la
cabeza sigue rebozándose en la almohada a estas horas del mediodía.
Qué cruz.
Estoy completamente agilipollada.
Claro que,
por otro lado, con este fantástico lunes en el que a Eolo le ha dado por
ponerse a soplar como si no hubiese un mañana, en ningún sitio se está mejor
que en la cama. Es una pena que el deber me haya llamado a la oficina y esté
así, que estoy sin estar.
Mal.
Afortunadamente,
tengo un novio que tiene mucho mejor despertar que yo y es capaz de ir
ajustando todos mis desastres mañaneros. Esto es muy útil, es verdad, pero a veces
dan ganas de estrangularlo con toda su energía mañanera y su buen humor y sus “¡Pero
venga Bailarina, que estás atontada perdida!”.
Ya sé que
estoy atontada, no necesito que me lo haga ver un listillo todo animado desde
el minuto uno de su vida.
Un listillo
que, por otro lado, esta mañana se ha descojonado de una servidora a mandíbula
batiente. Casi se me mea de la risa sentado frente a su Cola-cao. Y es
que he llegado a desayunar mientras radiaban el parte meteorológico, y me ha entrado
miedito.
En la radio
avisaban de fuertes vendavales, y desde la cocina se oía el viento soplar con
mucha fuerza. He mirado en el iPad el parte para hoy (por aquello de una segunda opinión) y me he
fijado en la velocidad del viento.
-¡Madre
mía, vientos de 54 km/h! ¡Qué barbaridad!
-Pues sí,
al final eso de la ciclogénesis explosiva va a ser verdad.
-Pues habrá
que llevar atada a la perra por si acaso, ¿No? Que igual se la lleva el viento.
54 km/h es más del doble del peso de Leia.
-Y.. ¿Qué
tendrá que ver el viento con de peso de la perra?
Y os lo
juro que yo, a las 7 de la madrugada con el desayuno delante lo veía súper
claro (he de decir que la física y tal nunca fue lo mío, para muestra un
botón, pero lo veía clarísimo cristalino).
-Joe, pues
está claro, ¿No? Si la perra pesa 24 kilos y va a soplar viento a 54 kilómetros
por hora, pues la va a arrastrar por la calle.
Evidentemente,
la cara de mi amado era un poema. Me ha empezado a mirar el cráneo para ver si
me estaban saliendo raíces rubias platino, porque tanta tontería junta en una
sola frase solo podría salir de la boca de una tonta del culo.
-Pero
Bailarina, ¿Qué dices? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
-Pues kilos
de Leia, KILÓmetros por hora…
¿No?
No, mi razonamiento no era válido.
-No,
Bailarina, no. No tienen nada de nada que ver.
-Ah… vale
me callo me callo.
Pero el
melón de él no se ha callado, no, porque le había dejado la yugular en bandeja, y mientras íbamos por la calle en el paseo perruno
de las 7:30 AM, él gritaba:
-A mi
derecha, con 25 kilómetros por hora de peso y rubia como una Barbie… LEIA LA PERRA
VOLADORAAAAAA.
Y yo me
quería morir. Que la física no es lo mío, pero tampoco era para ponerse así, que estaba muy preocupada por la perra. Yo me la imaginaba
volando mientras mi Querido Novio y yo la agarrábamos de la correa para que no
se volase y no iba a pasar nada parecido, pues mejor para todos, ¿No?
Estaba dormida,
dormida, dormida (y agilipollada). Pero mi dosis de tontería mañanera no había acabado aun.
Cuando por fin he llegado a la oficina he empezado a hacer recuento de daños en
mi bolso:
-(ceño
fruncido) Qué lerda, me he dejado el gorro en casa, y con el viento que hace yo
necesito mi gorro, porque si llueve no podré abrir un paraguas. Bueno, lo cojo
a mediodía.
-(Rebusco
bolso) Muy bien Bailarina, muy bien. Tú menstrual perdida llorando por tu dolor
inhumano y te dejas el ibuprofeno en casa. Pues a ver qué haces toda la mañana
sin doping, tendrás que ir a una farmacia.
-(Y
mientras seguía rebuscando en el bolso) Ay, joder, ¿el móvil? Juraría que está
en el bolso… a ver… Si es que con tantos compartimentos no se encuentra nada,
¡qué asco! Voy a hacerme una llamada perdida que con el sonido lo encuentro más
rápido.
¿Y sabéis
qué ha pasado? Pues sí, habéis acertado, pequeños Padawan: me he llamado al
móvil y, sin embargo, a mi alrededor solo había un silencio sepulcral –de mierda-.
La nada más absoluta. Qué previsible soy.
-¡MIERDA!
¡Me he dejado el móvil!
Y he
colgado. Pues sí que andaba fina yo hoy, madre mía.
Lo que he
empezado a hacer en ese momento mientras degustaba un café ha sido auto sermonearme,
claro. Soy una drama-mamá sin hijos, ergo, me auto sermoneo.
“Bailarina, esto no puede seguir así. Ya tienes una
edad como para ir así por la vida, sin cabeza ni nada. Que te has dejado la
mitad de las cosas que tenías que traer y ahora hasta mediodía no las vas a
recuperar. No se puede, así no vas a madurar en la vida, cabeza loca…Y la
gilipollez de los kilómetros por hora… eres de torta a mano abierta. Menos mal
que no te lo han grabado porque eso es de concurso de Miss por lo menos. Esta
misma tarde miras en Wikipedia cómo cojones va lo de los kilos y los kilómetros
por hora y no vuelves a hacer el ridículo de esa manera tan estrepitosa, que
menuda vergüenza, guapa. Que más te vale ser guapa, porque eres más lerda que
un zapato y desde luego por lista no vas a destacar tras lo de hoy…”
Y de pronto,
ha sonado el teléfono de la oficina y, al mirar de qué teléfono me llamaban… ¡Oh,
sorpresa! Yo conocía ese número, ¡Era el mío!
-Mierda,
mierda, mierda, me ha pillado -Y descuelgo el teléfono haciéndome la sueca- ¿Sí?
Y al otro
lado de la línea, mi Querido Novio devolviendo la llamada perdida que me había
hecho a mí misma.
-Hola
cariño, ¿Qué, cuántas cosas te has dejado hoy? ¡Corazón loco!
Qué podía
hacer, me había pillado con todo el equipo, se había reído de mí en el desayuno y encima ahora me
llamaba desde mi propio móvil. Vaya cagada.
-Pues… ya
ves… que estoy de lunes.
-¿Quieres
que te acerque el teléfono a la oficina?
-Pues… sí,
te lo agradecería, la verdad. Gracias, cariño -Notaba que me estaba poniendo
roja de ira/humillación, pero estaba derrotada.
-Nada,
tranquila, yo te lo llevo –Notaba la sonrisita victoriosa al otro lado del
teléfono, pero qué podía hacer, estaba a su merced- ¿Quieres que te lleve algo
más?
-No.
-¿Segura?
-Sí.
-¿Segura
segura?
- Que sí.
-No, si yo
te lo digo porque están aquí, al lado del teléfono, tu gorro de humaguaqueña y
un par de Espidifenes de albaricoque. ¿No querrías que te los acercara también
a la oficina?
Y ya ahí me
he picado, porque oye, servidora es orgullosa como un pavo real (que no se por
qué yo me los imagino orgullosos), y bueno está lo bueno. Un poquito de risa vale, pero eso ya sí que no.
-Joe, pues
si estás viendo que están ahí al lado digo yo que será que me los he dejado,
que tampoco hay que hacer sangre de estas maneras, ¿No? Vamos, digo yo. Que
esto es de un gratuito que tumba ya. Y que sepas que no lo necesito mucho, ya
si eso los cojo a mediodía y ya está.
-Ay
Bailarina, qué chulita te me pones. –y se me ha empezado a descojonar de risa ¡Otra
vez! ¡De mí!- Anda, ya te llevo todo, total, lo mismo da. Calcula que en un
cuarto de hora o así paso con el coche por allá.
-Vale…- Y
el orgullo herido me ha dejado pronunciar, a pesar de todo- Oye, que… Gracias,
cariño.
-Igual un
poco más de quince minutos ¿Eh?, que con estos kilómetros por hora igual me lleva el viento por los
aires.
-¡Oye vale
ya!
-Que es
broma, cariño, voy enseguida.
Y
efectivamente, al cuarto de hora, servidora ha bajado a la calle a esperar un
coche negro. El susodicho coche se ha puesto a su lado y el conductor ha hecho
bajar su ventanilla, desde la cual me ha pasado “el paquete”.
Yo he
puesto mi mejor cara de no haber roto un plato, mis ojos de lástima máxima y le
dado las gracias.
Y él, que
me pincha como ninguno, ha decidido sacar la bandera blanca del coche y me ha dicho:
-Me
desesperas, pero me gustas así, corazón loco. Que tengas un buen día.
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