10 de febrero de 2014

HOY ME QUEDO EN CASA GUARDANDO LA CAMA


Esta mañana me he plantado en la oficina con los justito para subsistir, y es que tengo un lunes en el que mi cuerpo ha salido de la cama y se ha ido a la oficina... pero la cabeza sigue rebozándose en la almohada a estas horas del mediodía.
 
 

Qué cruz. Estoy completamente agilipollada.

Claro que, por otro lado, con este fantástico lunes en el que a Eolo le ha dado por ponerse a soplar como si no hubiese un mañana, en ningún sitio se está mejor que en la cama. Es una pena que el deber me haya llamado a la oficina y esté así, que estoy sin estar.

Mal.

Afortunadamente, tengo un novio que tiene mucho mejor despertar que yo y es capaz de ir ajustando todos mis desastres mañaneros. Esto es muy útil, es verdad, pero a veces dan ganas de estrangularlo con toda su energía mañanera y su buen humor y sus “¡Pero venga Bailarina, que estás atontada perdida!”.

Ya sé que estoy atontada, no necesito que me lo haga ver un listillo todo animado desde el minuto uno de su vida.

Un listillo que, por otro lado, esta mañana se ha descojonado de una servidora a mandíbula batiente. Casi se me mea de la risa sentado frente a su Cola-cao. Y es que he llegado a desayunar mientras radiaban el parte meteorológico, y me ha entrado miedito.

En la radio avisaban de fuertes vendavales, y desde la cocina se oía el viento soplar con mucha fuerza. He mirado en el iPad el parte para hoy (por aquello de una segunda opinión) y me he fijado en la velocidad del viento.

-¡Madre mía, vientos de 54 km/h! ¡Qué barbaridad!

-Pues sí, al final eso de la ciclogénesis explosiva va a ser verdad.

-Pues habrá que llevar atada a la perra por si acaso, ¿No? Que igual se la lleva el viento. 54 km/h es más del doble del peso de Leia.

-Y.. ¿Qué tendrá que ver el viento con de peso de la perra?

Y os lo juro que yo, a las 7 de la madrugada con el desayuno delante lo veía súper claro (he de decir que la física y tal nunca fue lo mío, para muestra un botón, pero lo veía clarísimo cristalino).

-Joe, pues está claro, ¿No? Si la perra pesa 24 kilos y va a soplar viento a 54 kilómetros por hora, pues la va a arrastrar por la calle.



Evidentemente, la cara de mi amado era un poema. Me ha empezado a mirar el cráneo para ver si me estaban saliendo raíces rubias platino, porque tanta tontería junta en una sola frase solo podría salir de la boca de una tonta del culo.

-Pero Bailarina, ¿Qué dices? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

-Pues kilos de Leia, KILÓmetros por hora… ¿No?
 
No, mi razonamiento no era válido.

-No, Bailarina, no. No tienen nada de nada que ver.

-Ah… vale me callo me callo.

Pero el melón de él no se ha callado, no, porque le había dejado la yugular en bandeja, y mientras íbamos por la calle en el paseo perruno de las 7:30 AM, él gritaba:

-A mi derecha, con 25 kilómetros por hora de peso y rubia como una Barbie… LEIA LA PERRA VOLADORAAAAAA.

Y yo me quería morir. Que la física no es lo mío, pero tampoco era para ponerse así, que estaba muy preocupada por la perra. Yo me la imaginaba volando mientras mi Querido Novio y yo la agarrábamos de la correa para que no se volase y no iba a pasar nada parecido, pues mejor para todos, ¿No?

Estaba dormida, dormida, dormida (y agilipollada). Pero mi dosis de tontería mañanera no había acabado aun. Cuando por fin he llegado a la oficina he empezado a hacer recuento de daños en mi bolso:
 
 

-(ceño fruncido) Qué lerda, me he dejado el gorro en casa, y con el viento que hace yo necesito mi gorro, porque si llueve no podré abrir un paraguas. Bueno, lo cojo a mediodía.

-(Rebusco bolso) Muy bien Bailarina, muy bien. Tú menstrual perdida llorando por tu dolor inhumano y te dejas el ibuprofeno en casa. Pues a ver qué haces toda la mañana sin doping, tendrás que ir a una farmacia.

-(Y mientras seguía rebuscando en el bolso) Ay, joder, ¿el móvil? Juraría que está en el bolso… a ver… Si es que con tantos compartimentos no se encuentra nada, ¡qué asco! Voy a hacerme una llamada perdida que con el sonido lo encuentro más rápido.

¿Y sabéis qué ha pasado? Pues sí, habéis acertado, pequeños Padawan: me he llamado al móvil y, sin embargo, a mi alrededor solo había un silencio sepulcral –de mierda-. La nada más absoluta. Qué previsible soy.

-¡MIERDA! ¡Me he dejado el móvil!

Y he colgado. Pues sí que andaba fina yo hoy, madre mía.

Lo que he empezado a hacer en ese momento mientras degustaba un café ha sido auto sermonearme, claro. Soy una drama-mamá sin hijos, ergo, me auto sermoneo.

“Bailarina, esto no puede seguir así. Ya tienes una edad como para ir así por la vida, sin cabeza ni nada. Que te has dejado la mitad de las cosas que tenías que traer y ahora hasta mediodía no las vas a recuperar. No se puede, así no vas a madurar en la vida, cabeza loca…Y la gilipollez de los kilómetros por hora… eres de torta a mano abierta. Menos mal que no te lo han grabado porque eso es de concurso de Miss por lo menos. Esta misma tarde miras en Wikipedia cómo cojones va lo de los kilos y los kilómetros por hora y no vuelves a hacer el ridículo de esa manera tan estrepitosa, que menuda vergüenza, guapa. Que más te vale ser guapa, porque eres más lerda que un zapato y desde luego por lista no vas a destacar tras lo de hoy…”

Y de pronto, ha sonado el teléfono de la oficina y, al mirar de qué teléfono me llamaban… ¡Oh, sorpresa! Yo conocía ese número, ¡Era el mío!




-Mierda, mierda, mierda, me ha pillado -Y descuelgo el teléfono haciéndome la sueca- ¿Sí?

Y al otro lado de la línea, mi Querido Novio devolviendo la llamada perdida que me había hecho a mí misma.

-Hola cariño, ¿Qué, cuántas cosas te has dejado hoy? ¡Corazón loco!

Qué podía hacer, me había pillado con todo el equipo, se había reído de mí en el desayuno y encima ahora me llamaba desde mi propio móvil. Vaya cagada.

-Pues… ya ves… que estoy de lunes.

-¿Quieres que te acerque el teléfono a la oficina?

-Pues… sí, te lo agradecería, la verdad. Gracias, cariño -Notaba que me estaba poniendo roja de ira/humillación, pero estaba derrotada.

-Nada, tranquila, yo te lo llevo –Notaba la sonrisita victoriosa al otro lado del teléfono, pero qué podía hacer, estaba a su merced- ¿Quieres que te lleve algo más?

-No.

-¿Segura?

-Sí.

-¿Segura segura?

- Que sí.

-No, si yo te lo digo porque están aquí, al lado del teléfono, tu gorro de humaguaqueña y un par de Espidifenes de albaricoque. ¿No querrías que te los acercara también a la oficina?

Y ya ahí me he picado, porque oye, servidora es orgullosa como un pavo real (que no se por qué yo me los imagino orgullosos), y bueno está lo bueno. Un poquito de risa vale, pero eso ya sí que no.

-Joe, pues si estás viendo que están ahí al lado digo yo que será que me los he dejado, que tampoco hay que hacer sangre de estas maneras, ¿No? Vamos, digo yo. Que esto es de un gratuito que tumba ya. Y que sepas que no lo necesito mucho, ya si eso los cojo a mediodía y ya está.

-Ay Bailarina, qué chulita te me pones. –y se me ha empezado a descojonar de risa ¡Otra vez! ¡De mí!- Anda, ya te llevo todo, total, lo mismo da. Calcula que en un cuarto de hora o así paso con el coche por allá.

-Vale…- Y el orgullo herido me ha dejado pronunciar, a pesar de todo- Oye, que… Gracias, cariño.

-Igual un poco más de quince minutos ¿Eh?, que con estos kilómetros por hora igual me lleva el viento por los aires.

-¡Oye vale ya!

-Que es broma, cariño, voy enseguida.

Y efectivamente, al cuarto de hora, servidora ha bajado a la calle a esperar un coche negro. El susodicho coche se ha puesto a su lado y el conductor ha hecho bajar su ventanilla, desde la cual me ha pasado “el paquete”.

Yo he puesto mi mejor cara de no haber roto un plato, mis ojos de lástima máxima y le dado las gracias.

Y él, que me pincha como ninguno, ha decidido sacar la bandera blanca del coche y me ha dicho:

-Me desesperas, pero me gustas así, corazón loco. Que tengas un buen día.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario