Buenos días, lectores:
En vista de que Bailarina va a hacer ya seis meses que está
pico y pala escribiendo en el blog, y no hay lunes en el que no vuele ninguna
pulla teledirigida hacia mi persona, hoy he decidido asaltar esta web y
escribir todo lo que pienso.
Vale, la pasada semana no escribió sobre mi pero ese rollo
perdonavidas “hoy te dejo en paz y no escribo sobre ti” colmó mi paciencia.
Para las amigas de Bailarina: tengo las claves de este blog.
Si queréis quedamos y os las paso. Así podéis rebatir todas las injurias que
dice sobre vosotras en el mismo sitio, sin necesidad de que hagáis un
contrablog. Y de paso la ponéis verde y hacemos frente común.
Voy a presentarme: sí, soy el “Querido Novio” de la
susodicha y vengo decidido a cobrarme mi venganza con la misma moneda: vía
blog. Nunca una terapia de pareja había salido tan barata.
Comenzaré diciendo que, como buen novio, no hay lunes en el
que no entre en el blog a leer aquello que a la niña se le haya pasado por la
cabeza. Leo el post y, por supuesto, me dedico a obviar los puñales que llevan
mi nombre; me hago el sueco y después en casa hago como si ninguno de sus
sarcásticos comentarios llenos de mala baba me hubiesen tocado las pelotas
sobremanera. Sin embargo, para ella eso no es suficiente, hay que decirle que
has entrado y has leído el post, y no solo eso, sino que además te ha
encantado. De manera que cada lunes voy mejorando mi sonrisa falsa de “Qué
divertida eres, cariño. ¿Molestarme por lo que has puesto? No, no, qué va, por
favor, qué cosas tienes, si es todo de
bromi. Sí, sí. Yo también te quiero”.
Pero ya he tenido suficiente. Basta ya.
Y es que cada vez hay más gente que lee este blog, que,
personalmente diré que tiene su gracia pero no deja de ser una chorrada, y toda
esa gente es conocida de la niña. Es decir, le conoce, sabe quién es ella y, en
consecuencia, sabe quién soy yo. Con lo cual, todo el puto mundo sabe qué nos
pasa y qué cosas “hago mal”.
Todo ello, por supuesto, contado desde el punto de vista
totalmente sesgado y deforme de “La Bailarina”, que pone lo que le viene bien a
ella y evita escribir las cosas que le dejan en mal lugar. Total, que la
mayoría de cosas tienen un 10% de verdad y el resto son burdas mentiras que os
creéis.
Y como si toda esta difamación gratuita por alguien que se
supone que te quiere no fuera suficiente, encima ahora la gente a mi alrededor
me dice cosas, ¡A mí! Que ni pincho ni corto ni tengo nada que ver con este
blog.
Me dicen cosas como:
“Ay, pero qué buenísima idea tuviste al regalarle un perro a
tu novia ¿Eh, eh? Estuviste sembrado, chavalote. Creo que aun se sigue
acordando de tu madre. Te ha puesto de vuelta y media en el blog, ¿lo has
visto?”
Pues claro que lo he visto, imbécil.
“Así que tuvisteis pollo en Ikea, qué esperable. Nosotros ya
hemos aprendido a hacer una lista súper clara de lo que necesitamos y no
cogemos absolutamente nada más. Así ya no discutimos”
Un listo. Pero por si acaso fueron a Ikea dos veces y no han
vuelto a ir.
“Bueno bueno, bueno. Qué tiquismiquis con que tu novia te
deja las etiquetas de las cosas que se compra por ahí; no será para tanto
chico, si además es algo que hacemos todas. Es que te pones frenético por unas
cosas que…”
Una amiga haciendo frente común con mi novia. Cuando luego
los puñales le cayeron a ella ya cambió el discurso.
“Vaya novio de mierda estás hecho. O sea que hacéis cinco
años juntos ¿Y solo se te ocurre regalarle un pulsómetro? ¿Pero se te ha ido la
olla o qué? No te digo que le plantes un anillo de compromiso pero joder… que
eso es un básico. Anda que estará contenta la pobre con el regalo. Me regalan a
mí eso y se lo tiro a la cara.”
Una que no sabía la historia porque la niña no cuenta que
llevaba TRES MESES diciendo que necesitaba un pulsómetro para el gimnasio.
“Porque si no es que no puedo hacer spinning porque no sé cuánto tengo que
apretar la resistencia de la bici y claro, pues no puedo hacer”. Ya.
Y también comentarios hirientes como “tu novia herida por la
picadura de un pez araña y tú ahí impasible como un ogro y encima sin creerle,
hay que joderse, eres lo peor”.
Esa, para más inri, fue mi propia hermana -Torpe- y ya tuve que
aclararle cómo fue toda la historia en realidad.
Bien, como decía Jack el destripador, vayamos por partes:
Aunque no lo parezca, soy un novio MARAVILLOSO. Algo
maniático del orden e incluso que puede que demasiado organizado –me viene de
formación- pero absolutamente todo lo que hago es para agradar a la puñetera
novia que me he echado.
La perra fue un regalo mío, sí, y es cierto que es una perra
especial que nos ha dado mucha guerra. PERO ELLA QUERÍA UN PERRO. Ahora va
diciendo a las amigas no se qué burda patraña de que ella decía que “le
gustaban los perros pero era mucha responsabilidad” o que “era un cambio de
vida y que no estaba dispuesta a sacrificarse”. Bla, bla, bla.
Mentira.
Cada vez que se paraba por la calle a acariciar un perro –y
se paraba con todos los que encontraba, y hay un montón de perros en esta
ciudad- la frase que repetía sin parar era “es que yo quiero un
perroooooooo” y me ponía ojos de corderito. Igual que tener una niña de cuatro
años.
Nada de “es una responsabilidad” ni nada que se le parezca
remotamente. Y le regalé un perro, y encima me comí una bronca que te cagas.
Y lo mismo pasó con el pulsómetro, porque aquí la niña cuenta
lo que le da la gana para dejarme mal. Quedamos en no hacernos regalos de aniversario, pero yo que quería
sorprenderla me salté el acuerdo y le compré el reloj que, además, es un
pulsómetro que te cagas y mide un montón de cosas, no os creáis.
Y ella quería un pulsómetro. Así que tan malo no soy. Y ella
tampoco es tan buena como se pinta.
Porque vuestra amiga Bailarina evita contar que es un
auténtico rollo de mujer. Desordenada hasta la extenuación y caótica en todo lo
que hace. Deja todo tirado, no solo las etiquetas de la ropa. Que os creéis
vosotros que yo me desquicio con dos trozos de cartón y no, los trozos de
cartón son la gota que colma un vaso lleno de ropa, bolsos, pañuelos y zapatos
tirados, cacharros sin fregar y demás mierdas desperdigadas por casa.
Y ese caos lo tiene metido en su ADN porque ella va por la
vida así, sin orden ni concierto, dando vueltas de un lado a otro como pollo
sin cabeza. Que resulta adorable la mayor parte de las veces, no te voy a decir
que no, pero hay momentos en los que no se puede ir así.
Bailarina es la única persona que conozco que puede ir por
un supermercado como si fuera de paseo, y no le importa dar vueltas por los
mismos pasillos una y otra vez, ni retroceder absolutamente todo el híper hasta
la entrada porque se le ha olvidado meter el azúcar en el carro. No, ella es
feliz.
Pero claro, luego se tira dos horas en el súper y cuando llega
a casa se le han olvidado la mitad de las cosas, porque ella va sin lista, y
después hay un montón de cosas que no hemos usado nunca y nunca jamás usamos.
Pero es que ella las ha visto al pasar por ahí y no ha podido evitar cogerlas,
que es que “mira qué guay”.
Pues todo esto está muy bien si va sola, pero cuando vamos
juntos no. Porque a mí me gusta ir con una lista, pasillo a pasillo, a tiro
hecho y sin rodeos. Y claro, si en un supermercado pierde el tiempo a
espuertas, os podéis imaginar lo que es la cosa en un Ikea. Dan ganas de
tirarle una silla a la cabeza para que pare quieta y deje de dar vueltas de
forma errática por allí, porque lo que podría ser una cosita de un par de horas
se convierte en un plan de pasar el día.
Y aun con todas estas cosas que os he contado, y a pesar de
ponerme cada lunes a parir, resulta que la chica me hace gracia. Y ella, que
parece que solo tenga quejas de mí, está encantada de la vida conmigo.
Definitivamente estamos como dos regaderas, será por eso que
nos va bien. Porque juntos es mejor.
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