23 de diciembre de 2013

HAVE YOURSELF A MERRY LITTLE CHRISTMAS


¿Oléis eso que se respira en el ambiente? Sí, queridos, ya llega la Navidad, y ya se acaba este 2013. Lo siento, es lo que hay.

 

Espero sinceramente por vuestra salud mental que seáis fans de esta época del año, porque para la gente que es como yo estos días son como para desear morirse. Odio la Navidad. Con todo mi ser. Me pone mala esa felicidad impostada y esa edulcoración artificial de estos días. Tortura china. PUAJ.


 
 

Ale, ya salió el Grinch que llevo dentro.

 

Lo siento con todo mi corazón pero es así. Para empezar, hay que estar haciendo malabares con dónde y con quién comer, cenar, o juntarse a “tomar algo, que hace mucho que no estamos”. En mi caso, doy gracias a que, por lo menos, somos una familia bien avenida, y menos mal, porque sé positivamente que en muchos casos ni siquiera esto es así. Me compadezco de aquellos que tienen que casar planes navideños con gente a la que no quieren ver ni en pintura.

 

Lo malo es que a todos nos toca, en mayor o menor medida, tragar con algún plan de mierda con gente pereza por estas fechas. Es sadomasoquismo navideño puro y duro. Un horror horroroso. Y no digáis “pues a mí eso no me pasa ¿Eh?”  Porque sí que os pasa, mentirosillos.

 

A mí, al igual que a mi madre, me encantaría largarme a algún lugar recóndito y pasar un kilo de la Navidad. Lo que pasa es que, al final, no lo hago nunca, y en el fondo sé que si me plantara sola en la Conchinchina una Navidad diría “Jo, pues echo de menos a…”. Vamos, bipolar perdida. Sin embargo, sigo con ese deseo de vacaciones navideñas bien lejos, fundamentalmente porque mi madre no ha dejado de repetirlo desde que tengo uso de razón.

 

Cada Navidad es lo mismo: “El año que viene os juro que yo me largo de aquí y no me veis el pelo, ni Navidad, ni Nochebuena, ni Nochevieja ni nada de nada. Yo me hago mi maleta y me largo a cualquier sitio salvo este”.

 

Y luego no se va NUNCA JAMÁS.

 




Este año, además, tendremos que lidiar con que la cena familiar de Nochebuena es en casa de mis padres (sí, odian la Navidad pero ofrecen su casa. ¿Marciano? No te lo voy a discutir). Total, que aparte del “yo me largo de viaje muy lejos de aquí” este año tendremos también:

-Tú no vengas a ayudar a casa de tus padres a poner la mesa ni nada, ¿Eh? No vaya a ser que te vaya a dar algo.

 

O también:

-Veremos a ver si entramos en la sala o tenemos que comer todos de pie, porque no sabemos si cabemos.

-Bueno, madre, no te preocupes, mañana nos ponemos las dos a poner las mesas y vemos si entran, y listo.

-¿Poner las mesas mañana? ¿Pero tú estás loca? ¿Y qué quieres, que me tire dos días con la casa hecha un circo porque tenemos cena el martes? ¡Ni hablar! Ya lo haré el martes a la mañana y punto.

 

Y por supuesto el clásico:

-¡Este año no va a haber Reyes para nadie, que siempre me toca a mí comprarlo todo y estoy harta ya! ¡Si es que no ayudáis nada!

(Mentira, que sí que ayudamos).

 



 
Grandes clásicos de mi familia. A ello se le suma mi primo el mayor nervioso como un flan a las 23:00 del día 31 porque hay que pelar y quitar las pepitas para catorce personas pero no va a dar tiempo (siempre hay tiempo de sobra. Y sí, en mi casa se toman las uvas peladas y sin pepitas), y hacer EL uso único que tienen las enciclopedias y los listines telefónicos hoy en día: desperdigarlos por el suelo para tomar las uvas encima y “saltar” al año nuevo después de tragar la duodécima.

¿Que en vuestra casa no ponéis las enciclopedias por el suelo?  Pues oye, para un uso que tienen las pobres a lo largo del año… que Wikipedia les ha hecho mucha pupa, un poco de compasión.

 

Total, que no sé si os habéis dado cuenta pero este es el clásico post navideño de despedida porque esta Bailarina que os escribe no va a volver por aquí hasta que SS.MM. Los Reyes Magos no hayan cogido sus dromedarios y se hayan vuelto al lejano Oriente de nuevo. Que lo sepáis. A ver si me pongo con los trabajos académicos que tengo pendientes…

 

Y como este tiene que ser el típico post moñas navideño de felicidad y tal, pero servidora odia la Navidad, os voy a contar lo que hice hace poco que me sacó una súper sonrisa:

 

Hace como un par de meses tenía uno de esos días en los que fumaba en pipa y el mundo era una mierda y mi vida era gris, triste y lúgubre. Y lo peor de todo es que me puse a repetir en plan mantra “vaya mierda de año, vaya mierda de año, vaya mierda de año”. Lo que pasa es que, para variar, en lugar de regodearme en mi tristeza de vida de mierda (soy muy de regodearme en mi mala suerte de vida) pensé “No, Bailarina. Así no. No estás teniendo un mal año. De hecho, vamos a coger un papel y un boli y vas a escribir todas las cosas buenas que te han pasado en el 2013”. Y a ello me puse.

 

¿Y sabéis qué? Me salieron un montonazo de cosas pequeñas y cosas grandes, momentos felices e instantes irrepetibles que me han pasado en este 2013 y pensé “¡Oye, que este está siendo un GRAN año! ¡Que estoy muy contenta con mi vida!”.

 



Y, de verdad de la buena, os recomiendo que toméis esta idea y la llevéis a cabo porque vais a alucinar de la cantidad de momentos felices y buenas noticias que habéis vivido. Os voy a dar unas pinceladas de lo escrito en mi hoja 2013:

·         Tuvimos los bautizos de las respectivas hijas de mis dos primos. Tener niños en la familia siempre es una alegría y te amenizan cualquier evento familiar. Los críos son la monda.

 

·         Leia encontró ella sola la paz espiritual que buscaba y todos descansamos. Ella ya no se come la casa, y nosotros somos inmensamente felices con nuestra perra y la queremos. A veces estamos los tres jugando en la cama y creo que voy a implosionar de felicidad (Y de lo mordido, rasgado, destrozado u orinado nos olvidamos).

 

·         Estoy súper orgullosa de mi Yo deportista. Sigo yendo al gimnasio con regularidad y me lo paso bien. También me lo paso bien con el vinito con aceitunas de rigor a la salida del gym, pero volviendo al ejercicio, me siento súper a gusto conmigo misma y me dicen que estoy más delgada que nunca (aunque peso lo mismo que toooooda mi vida). ¡Bien por mí! Ah, y uso el pulsómetro que mi Querido Novio me regaló un montonazo.

 
 

·         Me saqué el Advanced, el CAE o como se llame el titulito este de inglés. ¡Me lo saqué! Y tengo que dar gracias a mis amigas por dejarse engañar para “venir a cenar a casa” y encontrarse con que, además de cenar, tenían que ayudarme a hacer los deberes ¡Y no me mandaron a freír churros!
 
 

·         Sigo con una guindilla en el culo, tras las clases de inglés ahora con el máster. Y me divierto en las clases, pero estos nuevos viernes universitarios son un mundo de posibilidades de diversión de lo más variado.

Y una compañera de clase me echó 22 añitos la primera semana, yeah! Luego cuando le dije mi verdadera edad y me soltó “ah, pues te conservas muy bien” ya la jodió, pero bueno, me quedo con los 22.

 

·         He tenido grandes momentos de risas infinitas y de felicidad inmensa con mis amigas. Este año nos hemos escapado juntas al pueblou (sí, siempre con u), al Algarve a torrarnos al sol y a Salamanca a comer y beber como ceporritos. Un 10 a las escapadas/vacaciones con amigas. Han sido la leche. Repetiremos en 2014.

 

 

·         Tengo unos amigos que son la caña. Un tesoro. Lo más de lo más. Vosotros ya sabéis quiénes sois. Se os quiere mucho mucho mucho.

 
 

·         He seguido a mi Querido Novio en sus pruebas deportivas “populares” y le ha hecho tantísima ilusión que haya ido a verle que oye, ha estado muy bien. Y sí, me he divertido.
 

 

·         ¡Me tocó algo en un sorteo por una vez en la vida! Increíble pero cierto, me tocaron nada menos que 100 eurazos para gastármelos en unas gafas de sol en una óptica este verano. Una lástima que cinco días atrás me hubiera comprado yo solita unas súper Rayban naranjas, así que cedí el premio. En plan generosa.

 

·         Hemos tenido dos bodas este año en las que me lo he pasado como una enana. Soy una moñas, me encantan las bodas. Y para no perder rodaje, el año que viene tenemos otras dos bodas ¡Yuhu! Viva la combinación celebrar amor + barra libre.

 

 

·         Menorca. Eso siempre es felicidad. Y Menorca contigo es felicidad al cubo. La picadura del pez araña me vino hasta bien para tener una anécdota que contar.


Menorca contigo.

 

·         ¡MI QUERIDO NOVIO ME HA REGALADO UN VIAJE A NY! Y ninguna mayúscula ni negrita ni nada puede mostrar la felicidad inmensa que siento. NY, there we go.

 


 

·         Me he hecho este blog. Y me queda muchísimo camino por recorrer, tengo que aprender a poner el sitio un poco apañado y demás, pero estoy encantada. Creo que es una de las cosas que más felicidad me reportan.

 

Y ha cambiado mi vida. Ahora me pico con mi Querido Novio y de repente me encuentro diciendo “¿Ah sí eh? ¡Pues a la Bailarina que vas!” y él “Oye esto no lo vayas a poner en el blog”, y claro, nos reímos y se acabó el pique.

 

O aparece por sorpresa nuestra amiga Torpe, que se ha fugado de su oficina explotadora en Madrid, y entra en escena donde sus amigas, que están celebrando el cumple de Cremitas con un buen mojito en la mano, al grito de “¡Felicidades, Cremitas!” (Y dijo Cremitas tal cual, no su nombre real). Nos hemos vuelto todos un poco locos con la Bailarina.
 

O, que como los grandes de la literatura, tengo todos los posts recogidos en ¡UN LIBRO! ¿Te lo puedes creer? Mis amigas me han hecho un libro de la Bailarina Frustrada con las entradas de los lunes. Es la monda.

 

Puedo decir sin ruborizarme ni nada “Yo he venido aquí a hablar de mi libro” ¡Y sería verdad, porque tengo un libro!

La monda.

 

 


2013, un gran año. Espero que el vuestro haya sido también genial.

 

Felices fiestas, ¡Y hasta el año que viene!

 

Bailarina.

16 de diciembre de 2013

DON´T BE OUT TOO LATE, DON'T LET IT GET TOO DARK


No sé si sois conscientes de esto pero hoy no va a haber post porque tengo que hacer el primer trabajo del máster que estoy haciendo y ya me columpié bastante la semana pasada (que no hice nada de nada, nothing, niente, res de res). Es decir, aquí estoy, escribiendo y tal, pero en realidad esto lo acabo enseguida y me pongo con el deber, que eso es lo que tengo que hacer. Que lo tengo planeado.

 

Y es que vosotros, afortunados que sois, no me conocéis, pero soy algo así como la fundeplazos oficial de la historia de la Universidad. Todo para última hora, siempre, sin excepción. Así me ha ido, que he pasado cinco años de mi vida con unos ríos de adrenalina en mi cuerpito serrano que ya no necesito ni puenting ni chuminadas por el estilo. Tengo emociones fuertes acumuladas para los restos.

 

Bueno, que cuando iba al instituto era igual de fundeplazos pero la verdad es que viéndolo ahora de lejos, no puede decirse que aquello fuese algo horriblemente complicado de cumplir. Cuatro ejercicios de deberes y basta. Tareas perfectamente asumibles a pesar de dejarlo todo para última hora.

 

Sin embargo, quiero cambiar. Ya no quiero ser esa mujer que se autoengaña y se dice “Uy uy uy… Qué pereza más horrorosa ponerse con este trabajo ahora ¿No?… Y encima es que no me voy a poner a ello ni de broma, que esta peli mala de Antena 3 es muchísimo más amena. Bueno, esta semana ya no voy a hacer el trabajo porque es martes y ya he empezado con mal pie, pero la semana que viene me pongo ya en serio y a tope y súper motivada, ea. Va, Bailarina, va. El lunes que viene a tope ¡A tope! ¡Sí!”

 


 
Es posible que esto fuera exactamente lo que me pasó la semana pasada. Quiero cambiar, aunque qué puedo decir, soy débil… PERO YA NO MÁS. Ahora voy a ponerme en serio con el caso de marras y lo voy a acabar incluso antes de la fecha de entrega. Sí señores. Ahora mismo me pongo a ello. A tope ¡Yeah!

 

Es más, os diré que he mejorado ostensiblemente en esta segunda vuelta a la Uni con respecto a la primera vez. La primera vez me pareció un rollo: iba a clase medio obligada, me aburría como una ostra y había un montón de gente pereza dispuesta a pisar tu cabeza y esparcir tus sesos por el suelo de baldosa del aula con tal de quedar por encima de ti.

 

PEREZA.

 

Y a partir de segundo, vamos a ser sinceros, pasaba más bien poco por clase. (Mis padres no van a saber de la existencia de este blog jamás en la vida. Como lean esto me crujen. A ver cómo les explico yo esto sin que me castiguen fulminantemente a pesar de estar ya trabajando y vivir fuera de casa).

 


 
Otro de los aspectos negativos de la vida universitaria es que eres estudiante y, en consecuencia, eres pobre de solemnidad. Bueno, a no ser que seas un hijo de papá. Lamentablemente, no era mi caso (Hijos de papá: os odio y os envidio a partes iguales). Esto suponía que tenía que hacer malabares con el dinero que tenía para poder salir de fiesta y pedir una copa, que ir a una pizzería a cenar con los amigos o con el noviete de turno era lo más parecido a darte un banquete en un restaurante de cinco tenedores y te descompensaba toda la paga semanal, o  que ir a “tomar algo” suponía pedirte un agua o un mosto porque era lo más barato de todas las bebidas disponibles en un bar.

 

Una vida muy dura.

 

Ahora, sin embargo, la perspectiva de volver a estudiar es muy diferente, para empezar porque servidora se ha apuntado por voluntad propia y con sus propios dineritos. Es decir, sé perfectamente el ojo de la cara que me ha costado apuntarme al máster este, como para ponerme ahora a hacer el minga y no ir a clase como si fuese una lerda de 19 años. No señor.

 

En confianza, os diré que me lo paso genial. Atiendo, me interesa lo que me cuentan, y además de todo ¡Intervengo! Yo, que no había hablado nunca jamás en clase y miraba con convicción a las musarañas, ahora voy y me implico. Estoy que no me reconozco. Además, la vuelta a la vida universitaria con un sueldo para poder gastar en ocio y la obligación de salir a cenar y a tomar algo los viernes (estoy fuera de casa, qué le voy a hacer) mejora mucho la perspectiva del Máster. Y oye, que los expertos a esto del cachondeíto ahora lo llaman Nightworking, y hay que trabajarlo tanto como el Networking de linkedIn.
 

 

Lo que os decía: implicadísima a la causa.  Con deciros que la próxima semana acabo ya el primer trimestre y me da pena no ver a mis compañeritos en todas las vacaciones de Navidad… ¡Me he vuelto una empollona! Eso sí, a mi manera.

 

Hay que ir a clase, sí, pero también hay que cumplir por la noche. Así, aunque te líes el viernes, el sábado a la mañana hay que ir a clase sin falta. Aunque llegues a casa a las cinco de la mañana con un cuerpo de jijiji-jajajá total tras descubrir un fantástico bar donde la música es maravillosa y un camarero, de nombre Lee, pone las mejores copas del mundo mundial. Tú a clase. Aunque las copas del Lee fueran tan sumamente estupendas que te has bebido muchas más de las moralmente aceptables.

 

El sábado a las 9, con tu cara más espantosa y tu galopante necesidad de meter cafeína en el cuerpo (Bueno, y de agua también), tú vas a clase. Y eso tiene mucho más mérito que ir a clase después de salir de fiesta con 19 años, porque según sumamos años las resacas son aun más infernales, y las recuperaciones son mucho más costosas que cuando una es joven y se cree inmortal.

 

Ahora bien, a pesar de ser mayor y, por tanto, de recuperaciones más lentas,  no hay nada mejor que tener tu propio nido para esos amaneceres de domingo en los que abres el ojo y tu primer pensamiento es “Ay… no vuelvo a beber nunca más” (Mentira, por cierto. No os auto engañéis de esa manera que no cumplís nunca ninguno). Cuando era una joven fiestera residente en casa de mis padres los domingos eran como para preferir cortarse las venas sin atisbo de duda (y acertando en la elección).

 


 
Mis maquiavélicos y crueles padres tenían por costumbre familiar dominguera salir a comer todos los domingos sin excepción a una pizzería; pizzería en la cual no se podía reservar mesa, por lo que había que estar allí a las dos en punto para tener sitio. Y la pizzería era ESA y no otra y la hora de comer eran las dos Y NI UN MINUTO MÁS TARDE.

 

Evidentemente, llegar a las 8 entrando en casa de puntillas como una ninja silenciosa –o eso me creía yo, luego me enteraba que de “ninja silenciosa” tururú- y estar a las dos en una pizzería “y con buena cara” como exigía mi padre (ergo, duchada, bien vestida y maquillada como una puerta para disimular los estragos nocturnos), es la experiencia más próxima al infierno que he vivido jamás.

 


 
Lo peor de todo es que tuve que sufrir los domingos de pizzería durante años y años, y jamás conseguí sabotear ese plan. Hasta que la pizzería en cuestión no cerró no dejamos de ir. Si hasta los camareros del local me miraban y se apiadaban de mí y de mi resaca infernal.

 

Si algún día soy madre no pienso hacer pasar por semejante crueldad a mis cachorros. Eso sí que es hijoputismo supino. Tengo los domingos pizzeros grabados a fuego en mi mente. Forma parte del top 3 de sistema de tortura parental.

 

Total, que me lío y no solo no hago el trabajo de la Uni sino que además acabo hablando mal de mis padres ¿Os parece bonito? Ya no les enseño el blog nunca jamás.

9 de diciembre de 2013

ALL I HAVE TO DO IS DREAM, DREAM, DREAM, DREAM


La pasada semana caí por casualidad en un artículo muy interesante que publicaban en la web de la revista Yorokobu. Por si no la conocéis, os recomiendo fervientemente sus artículos y reportajes ya que es una revista diferente, divertida y entretenida, llena de curiosidades. Soy una gran fan.



El artículo en cuestión, que podéis leer aquí al completo, habla de una app para registrar los sueños que has tenido durante la noche antes de despertarte del todo y que se te olviden por siempre jamás. Porque, ¿Nunca os ha pasado que al levantaros de la cama recordáis vívidamente lo que estabais soñando apenas unos minutos atrás, pero cuando estáis delante del cola-cao resoplando por lo poco que habéis dormido, os dais cuenta de que ya no sabéis qué carajo era lo que habíais soñado?


A mí un motón de veces. Lo cierto es que sueño con bastante frecuencia, y sí, también me pasa que tengo mal despertar… Bueno, para ser más sincera, tengo un pésimo despertar. A algunos pobres además les toca sufrir mis humos mañaneros.  Mi padre, sin ir más lejos, se ha pasado toda mi vida desde que nací hasta que me fui de casa despertándome dulcemente cada mañana, preparándome el desayuno amorosamente porque, de lo contrario, o no llegaba a clase o no desayunaba, y dándome conversación para ver si espabilaba porque daba lastimita verme.



Por supuesto, el monólogo mañanero incluía parte del tiempo detallado con probabilidad de lluvia y temperatura por horas (Webs de meteorología: qué daño habéis hecho a las sufridas familias de padres con vocación de hombres del tiempo –que me consta que hay un montón-. No lo sabéis bien, desgraciados).


Mis “respuestas” normalmente eran:

-Miradas de asco/odio profundo y ganas de sacar ojos.

-Caras de asco y de “¿y a mí qué me importa esto que me estás contando a esta hora de la madrugada? Que lo que yo quiero es dormir”.

-Gruñidos y todo tipo de sonidos que no implicaran abrir la boca.

- “¡¡¡ccccchhhhhhhhhsssssssstttt!!!” para mandar callar al parlante.

Y ya, una vez superada la fase “Bailarina no habla”, grandes frases para la posteridad (hubiera sido mejor para todos mantenerse callada):

-“Déjame en paz, por favor”.

-“Que sí”.

-“Vale”.

-“Que síííí. Uf, pero qué pesado”.

-“Que me da igual el tiempo que haga, que ya tengo la ropa elegida y ya no me cambio”.

-“¿Ya me has hecho desayuno otra vez? Que te he dicho que a estas horas no me entra nada de nada, qué pesado”.

-“Un 20% de probabilidad de lluvia a las 11 ¿Y qué me importa eso a mi si estoy en clase, a ver?”.


Pero mi santo padre ahí aguantaba el tipo como un bendito y cada mañana teníamos la misma performance. Él entendía que la que hablaba no era yo, era el bicho malo de carácter nefasto de los amaneceres. Lo que pasa es que mi súper padre conoce bien al enemigo, fundamentalmente porque está rodeado de ellos: mi madre, mi hermana y yo estamos infectadas por él.




Él, en cambio, es de esos raritos a los que no les cuesta madrugar y está a tope desde primera hora de la mañana luchando contra los respectivos monstruos de sus chicas.


Y si creéis que mi bicho mañanero es malo, es que no conocéis el de mi hermanísima. Ese es terrible.


Mi hermanísima no se levanta ni a la de tres. Es capaz de tener un despertador sonando ensordecedoramente junto a su tímpano y seguir durmiendo sin inmutarse. Una crack. Solo reacciona al zarandeo continuado de su cuerpo como medida para despertarse, y claro, amanece cabreada como una mona; no le gusta ser zarandeada. Normal.



Pero lo peor de los amaneceres de mi hermanísima es que es súper aficionada a hacer tigres.


Hacer tigres es la forma que usamos en mi casa para describir a ese lapso de tiempo indefinido que pasa uno en la cama echando un sueñito corto antes de levantarse de la cama definitivamente. Son “esos cinco minutitos más” o el “snooze” de los despertadores que tienen piedad. Evidentemente, uno puede hacer uno o varios tigres antes de levantarse del todo, y pueden durar desde dos minutitos hasta… hasta que el tigre pasa a ser un “¡MIERDA! ¡Que me he dormido!” en toda regla. Lo explico porque hasta hace poco pensaba que “Hacer tigres” era una expresión mundialmente conocida y resulta que no, que es cosa de unos pocos. Toda una sorpresa.


Bien, pues mi hermana es de las que hace infinitos tigres y cada uno de ellos es susceptible de convertirse en un “mierda me he dormido” en toda regla. Menos mal que, cuando ella también estaba viviendo en casa, nuestro padre estaba ahí para impedírselo. Pero, ay amiga, a qué precio.








Mis peores caras de odio son una mueca infantil en comparación el rostro de mi hermanísima cuando le despertaban de sus tigres. Y menuda expresión terriblemente terrorífica: con esos ojos inyectados en sangre y ese pelo revuelto por la almohada mirando con la peor expresión de asco profundo posible. Ni la niña del exorcista da tanto miedo.


Por supuesto, hablar con el mundo no entraba en los planes de mi hermanísima hasta pasada al menos una hora desde el amanecer de la zombie, y toda su interactuación con el entorno se limitaba a gruñidos y caras de asco. Nada más. A su lado, servidora es una monologuista mañanera.


Ahora bien, si mi hermanísima y yo somos de reinicio mañanero lento es simple y llanamente porque somos dignas hijas de nuestra santísima madre. Ella es el origen. Nuestra santa madre tiene el peor amanecer conocido en la historia de la humanidad. Gruñidos, caras de asco al parlanchín de turno y poca conversación son sus señas de identidad, pero en versión XXL.


Y si por un casual ella está durmiendo plácidamente mientras tú tienes que madrugar para ir a alguna actividad -como un partido de baloncesto a las 9 de la mañana de un sábado- y del ruido que haces al vestirte o al poner el desayuno despiertas a la bestia…








HUYE. Aunque estés en pijama, aunque estés limpiándote los dientes con la pasta en la boca, tú huye, porque nada puede aplacar a la bestia. Creedme.


Padre, en nombre de tus chicas, te pido disculpas desde aquí, y te agradecemos todas las toneladas de paciencia que has tenido.


Ahora mi padre es un hombre feliz, con sus hijas fuera de casa y sin tener que ser el objetivo de las iras mañaneras de nadie, es un hombre que sonríe desde las 6:45 de la mañana (que es su hora de despertarse para ir a trabajar). Como se suele despertar antes de que mi madre lo haga, ha desarrollado la capacidad de hacer todos los quehaceres mañaneros (amanecer, mirar el parte meteorológico en el móvil, ducha, ropa, afeitado, desayuno, dientes y a levantar el país) como si fuese un ninja ultra silencioso. Los monstruos ya no le molestan, ahora se ríe de los pobres desgraciados a los que les toca sufrirnos.


Como mi Querido Novio.


Porque ahora, cuando me despierto al alba tras innumerables gruñidos y lloros, mi Querido Novio recibe como primeras palabras del día “No quiero ir a trabajar, no quiero, déjame en paz”.

Y, cuando me siento a desayunar, la conversación es la siguiente:

-¿Y qué tiempo va a hacer hoy?

-Pues no sé, Bailarina, ¿Cómo quieres que lo sepa?

-Ah, ¿Qué me estás diciendo, que no has mirado el tiempo que va a hacer hoy? ¿Ni siquiera sabes si va a llover o no?

-Pues… no.

-Anda que… menudo novio. Que sepas que mi padre me decía todos los días el tiempo que iba a hacer y si iba a llover o no y cuándo. Tanto mirar el iPad y no miras lo básico de una mañana. De verdad, ¿eh? Qué tío…

-Bueno, ya te lo miro. A ver…







De manera que mi santo padre, el día que se enteró de las mañanas que le daba a mi Querido Novio, esbozó un gesto de satisfacción interna difícil de describir. Pero cuando le confesé que exigía el parte meteorológico del día con probabilidad de lluvia por hora y todo, sacó una sonrisa de oreja a oreja que aun hoy mantiene. ¡Vaya cara de guasa porta desde entonces!


-¿Así que sigues igual cuando te despiertas? Desde luego, hay cosas que no cambian. Mismo carácter jovial y alegre mañanero, por lo que veo. Y encima pidiendo que te digan el tiempo que va a hacer, ¡Con la guerra que me dabas siempre con que te importaba un pito el tiempo! Pobre chaval, la tiene clara contigo.


Y, en lo más profundo de su corazón, su pequeño monstruito de padre protector le dice a su subconsciente: “¿Pobre chaval? ¡Nada de pobre! Ale, tú que me quitaste a mi niña chiquitina, súfrela todas las mañanas como lo he hecho yo ¡Y encantado de la vida de aguantarla, además! Y le das el parte del tiempo. Qué menos, ni que te pidiera diamantes”.

2 de diciembre de 2013

SICK OF LOVE


Este viernes tuve una agradable tarde lectiva del máster que me he apuntado a hacer. Nuestra profesora del día era una culo inquieto, twitera empedernida, Directora de comunicación de una empresa, bloguera de renombre y experta en redes sociales.

Una crack, vaya.

Nuestra profesora-ponente nos habló de Internet y su universo paralelo, y dijo cosas que me dejaron de pasta de boniato, y me reafirmaron en que he emprendido el camino equivocado como Bailarina-Frustrada-bloguera-que cuenta-sus-miserias-para-descojone-del-personal.
 
 

Resulta que, en el universo paralelo de Internet, la gente con muchos followers en el Twitter y los blogs con muchos lectores son generadores de opinión (Hasta aquí, todos enterados). Lo que pasa es que, ahora, las empresas se han dado cuenta de que la gente hace caso a esos blogueros ocultos tras su ordenador y han pensado “oye, que igual hay que invitar a estos frikis que escriben por el Internet a comer en nuestro restaurante/dormir en nuestro flamante nuevo hotel/invitarles a un fin de semana en Soria/llevarles de cata de vinos a nuestra bodega/regalarles este inventito que acabamos de hacer, y que luego lo pongan bien en su blog y nos vengan clientes con la Visa en la boca”.

¡Y lo hacen!

Total, que estoy yo aquí haciendo el blog-indio mientras ahí fuera hay gente que se pega la vidorra padre a costa de empresas que les pagan juguetitos y mini vacaciones. Todo para que luego digan “En no sé qué restaurante se come súper bien. Recomiendo especialmente el arroz con foie. Aquí la dirección”.

Estoy indignadísima. Yo también sé escribir eso, como manjares cual niña desnutrida y bebo como una rusa siberiana. Podría recomendar un millar de cosas. Podría hasta prestarme voluntaria para tan arduas tareas.

Pero no todo es indignación,  ya que nuestra profesora-ponente también dijo “Yo siempre recomiendo abrir un Word antes de abrir un Blog, porque escribir un blog con contenido todos los días es complicado”, y yo lo hago todas las semanas desde hace ya ocho meses. Lo del contenido interesante no lo tengo tan claro, pero escribir, escribo.

De manera que con esto ya me quedo más contenta. Y, siendo realistas, mucho me temo que tampoco es que tenga hordas de lectores, así que no creo que me fueran a invitar a ningún lado.

En cualquier caso, Querido Novio mío: te hago saber que la profesora ponente en cuestión era Puy Trigueros, de La Rioja Turismo, y he decidido que nos vamos a ir en plan amor-amor a La Rioja de bodegas ¡Ya! Que tengo un antojo malo malo malísimo de bodeguita vinicultora, cata de vinos ricos, Calle Laurel y comer como una ceporra.
 
 

Me imagino que las charlas de nuestra profesora no tenían como objetivo que la relacionáramos con vino, pero mi cerebro a veces me hace estas gracietas. Cada vez que la veía pensaba “Uy qué ganas me da esta mujer de irme un fin de semana a disfrutar a La Rioja”.

Lo siento, Puy. El resto de la clase estuvo bien, pero aquí servidora es de buen comer. Es lo que hay.

Además, mi Querido Novio y yo nos debemos una escapada de mucho amor-amor y más yo-mi-me-conmigo, que nos tenemos que resarcir de este fin de semana que hemos pasado.

En teoría, nuestro plan era fin de semana los dos juntos con la perra de excursión. Paseos románticos por el campo, comidas ricas, noche acurrucados al calor de una chimenea en una casa rural. Es decir, plan moñas romántico total.

En la práctica, la idealización del fin de semana se fue al carajo. Y ahora os cuento por qué. Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes:

El plan de excursiones se tuvo que abortar a eso de las cinco de la tarde porque evidentemente, es ya diciembre y anochece temprano. Como es lógico, andar por mitad del campo a esas horas es cuanto menos suicida (y yo tengo pánico agudo a la oscuridad). Bye bye, paseos amorosos de la manita con la perra correteando feliz y contenta a nuestro alrededor.

Por otro lado, y siendo brutalmente honestos, pasear por el campo chupando frío de manera gratuita es bastante estúpido. Y no os quiero ni contar cuando nos pilló un chaparrón en medio de la nada. Las comedias románticas sobrevaloran ostensiblemente el romanticismo del frío y la lluvia. El frío y la lluvia dan frío y mojan. Se te congelan los pies y moqueas. No es romántico. Es un engorro y una una M I E R D A. He dicho.
 
 

Las comidas ricas tampoco pudieron ser. “¿Por qué?” preguntaréis vosotros mientras leéis esto “si eres una zampabollos de cuidado y te chifla comer”. Correcto, veo que me vais conociendo. Sin embargo, si vas agarrando una can de una correa, como es lógico, no te dejan entrar a un restaurante. Así que tuvimos que conformarnos con malcomer unas raciones en la calle (vuelvo a insistir por si esto no había quedado claro: chupando frío).

Con estas características tan maravillosas como descripción de nuestro plan del sábado, huimos a la casa rural en busca de calorcito. Y aquí llegó el plato fuerte del “finde amor-amor”.

Las pelis románticas no cuentan que la lluvia y el frío son lo peor y que además, te hacen enfermar.

Por fortuna, servidora está vacunada de la gripe y me he convertido en una especie de gladiadora de la enfermedad. Soy fuerte como un roble e inmune a sus ataques. Puedo pasear a cuatro grados por la puñetera nada más absoluta bajo la lluvia que yo me mantengo sana y lozana.

Sin embargo, no todos son tan suertudos como yo, y es que mi amado novio (sí, ese tan deportista) se puso malo malísimo.
 
 

Claro, tanto frío, tanta lluvia, tanto “vamos a comer en esta terraza que tiene una sombrilla para que nos tape de este diluvio infernal que está cayendo” y tanto paseo tanto paseo, que al final, salió el bicho.

De manera que el fin de fiesta fue: 19:30 del sábado, el Querido Novio temblando por la fiebre en la cama con siete -sí, 7- mantas encima, bien de doping en el cuerpo y sueño reparador. Servidora se fue a la cama a las diez sin cenar y tras mirar todas y cada una de las gilipolleces que eran dignas de leer en la red (Gracias, 3G, no sé qué habría sido de mi sin ti). El domingo amanecimos a primera hora, desayuné por los dos (mi Querido Novio no estaba para fiestas) y vuelta a casa. Hogar dulce hogar.

Un plan que, como veis, dista mucho de ser romántico empalagoso. Sin embargo, lo peor no ha sido que el fin de semana. Lo peor ha sido explicar a las mamonas de mis amigas el fin de semana que he pasado. La conversación anoche fue más o menos así:

-Bueno bueno, Bailarina. Cuéntanos, ¿Qué tal el fin de semana de amor rural?

-Pues nada, se chafó. El Querido Novio se puso malo el mismo sábado por la tarde y me tocó hacer de enfermera en la casa rural esta que estaba en el mismísimo Mordor, y esta mañana vuelta casa a primera hora.

-¡Qué me dices, vaya pena! ¿Pero está bien?

-Sí, ahora ya está muchísimo mejor. Pero se siente culpable de haber chafado el plan.

-Ay, qué pobre. ¿Y no hiciste de enfermera sexy? ¡Era el momento de sacar el disfraz de enfermera putorro!
 

 
Aclaro desde este momento que no tengo ningún disfraz de enfermera putorro, por lo que sea que estéis pensando, depravados.

-Sí, claro. Estaba e hombre para disfraces de putorro. Además, con la bronca que le eché me habría venido mejor el disfraz de dominatrix.

Vuelvo a aclarar que tampoco visto disfraces de dominatrix. Cómo estáis hoy, amigos.

-¿Y eso?

-Pues porque es malísimo enfermo y empezó a entrar en pánico con que estaba fatal y que le iba a dar algo, que no podía parar de temblar y le tuve que llamar al orden y hacerle entrar en razón a gritos. Vamos, un show.

-¡Pobre!

- Sí, pobre. Eso sí, no creo que el disfraz de dominatrix pegue mucho con abrirle la cama y ponerse a calentársela a base golpear la sábana bajera a mano abierta antes de que se metiera.

-Madre mía, qué cosas te pasan, mujer ¡Vaya situación!


Pues sí, vaya situación, pero ya pasó, y mi Querido novio está mucho mejor, que lo he cuidado súper bien.
 
 
 

Ahora bien, la próxima nos vamos a La Rioja y nos enganchamos un pedo tonto con vinitos. El plan no será tan “romántico” pero seguro que nos reímos más, y además, que el romanticismo es una engañufla y está sobrevalorado.